Evgenia Shajovskaia es un mito en la memoria rusa: la princesa y prima del zar Nicolás II que se convirtió en la primera piloto militar de la historia. Nacida en 1889, aprendió a volar en 1912, pero al año siguiente se estrelló en un aeródromo cerca de Berlín. Ella solo sufrió unos rasguños, pero su maestro, Wsewolod Abramovich, con el que aparece retratado en la fotografía que encabeza este artículo subida a un primitivo aparato, murió. Se cree que eran amantes y el dolor por la tragedia la apartó del vuelo por un tiempo.
Con el estallido de la Gran Guerra, la mujer escribió a Nicolás II para enrolarse en la Fuerza Aérea Imperial. Hizo vuelos de reconocimiento hasta que la acusaron de espiar para Alemania. El zar, sin embargo, la salvó del pelotón de fusilamiento y la encerró en un convento. Liberada durante la Revolución de 1917, trabajó para la policía secreta, en teoría como verdugo. Su vida se acabó en 1920, supuestamente en un tiroteo mientras estaba borracha.
La fatídica y sorprendente biografía de Shajovskaia es una de las que integran Pioneras, 1850-1960 (Desperta Ferro), un volumen hermoso y relevador que trata de reivindicar a través de dos centenares de fotografías restauradas y coloreadas virtualmente la figura de multitud de mujeres que rompieron barreras, y cuyas hazañas en gran medida han quedado olvidadas. Los autores son la artista Marina Amaral y el historiador Dan Jones, que se han aliado en un singular proyecto —ya han publicado El color del tiempo y El mundo en llamas— para revivir los dramas, las pasiones, los avances o las guerras que se inmortalizaron en instantáneas en blanco y negro entre los siglos XIX y XX.
Esta nueva obra surge de la necesidad de rellenar un vacío al que se enfrentaron en su primer libro: no había suficientes mujeres en él. Amaral y Jones muestran ahora una historia "radical" de la humanidad entre 1850 y 1960 contada a través de las imágenes, vidas y experiencias de las mujeres. "Esta obra está creada para demostrar que encuadramos la historia igual que encuadramos las fotografías, centrándonos en lo que consideramos importante, o fascinante, o terrorífico, o bello, y cortando lo que, en el momento de presionar el botón de disparo, no capta nuestra atención", escriben en la introducción.
La lista incluye nombres célebres como Virginia Woolf, Joséphine Baker, Marie Curie, Marilyn Monroe, Rosa Parks, Liudmila Pavlichenko, Sarah Bernhardt o Gertrude Bell —la foto en color rodeada de los Cuarenta Ladrones, como llamaba Churchill a los expertos y oficiales que reunió el futuro premier en El Cairo para tratar el tema del dominio extranjero e indígena en el Medio Oriente, resalta todavía más los logros de la persona que más sabía de la región, por delante del afamado Lawrence de Arabia—, aunque lo cierto es que las imágenes más llamativas e impactantes, que esconden historias no menos fascinantes, conducen a figuras femeninas mucho más esquivas para el gran público.
A Annie Newton, una de las primeras boxeadoras de Reino Unido, la vemos con sus puños en alto enfrentándose a un grupo de cinco hombres a mediados de la década de los años 20. Cuando se anunció un combate con otra conocida púgil de Londres, los reformistas morales y la prensa sensacionalista entraron en pánico. El ministro del Interior dijo que se trataba de un "escándalo" y la pelea nunca llegó a celebrarse.
En los ojos verdes de la esgrimista alemana Helene Mayer se aprecia ese conflicto moral al que se enfrentó como hija de padre judío y madre cristiana en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936: Hitler la utilizó para ocultar las persecuciones y evitar un boicot americano. Al ganar la plata, tuvo que hacer el saludo nazi desde el podio, un gesto que la perseguiría siempre. Pese a sus logros deportivos, los periódicos del Tercer Reich tenían prohibido publicar su nombre o seguir su carrera.
Son solo dos ejemplos del poder que brinda el color no solo a las fotografías, sino también a las biografías de estas pioneras. Merece la pena resaltar un tercer ejemplo, de una especial fuerza a pesar de que es la única en la que no aparece físicamente ninguna mujer.
Las peripecias y el trágico final de Edith Cavell, una maestra, enfermera y heroína de la I Guerra Mundial que fue fusilada por los alemanes tras el chivatazo de un colaboracionista francés. La imagen escogida por Amaral y Jones es la cubierta del destructor HMS Rowena, de la Marina Real británica, que transportó el ataúd, cubierto de flores y desde Ostende hasta Dover, en mayo de 1919, de una pionera cuyo asesinato desencadenó protestas internacionales.
"La cruda realidad es que todas las mujeres que hemos recuperado en este libro tuvieron que hacer mucho más de lo que hubiera tenido que hacer un hombre en su situación para obtener el mismo resultado", resumen los autores. Las imágenes —las referencias españolas se reducen a un grupo de milicianas que empuñan alegremente sus fusiles y un retrato fotográfico de la reina Isabel II— abordan diferentes ámbitos como el deporte, la educación, la guerra, el arte, las calles, los negocios, la medicina, los escenarios... Allí donde se mire hubo pioneras que remaron por un mundo más igualitario. Esta colección de fotografías devuelve todo el esplendor a los desafíos que plantearon.