Decía un periódico que aquel invierno de 1945 en Madrid estaba siendo "el peor desde 1567". En una noche de esas de mucho frío, el 25 de febrero, cinco hombres, guerrilleros comunistas, se reunieron en un almacén de aguardientes para ejecutar un atentado contra el régimen franquista, todavía en estado de guerra. El objetivo era entrar en la cercana subdelegación de Falange de Cuatro Caminos, un pequeño chalé en la calle Lérida que moría en los arrabales de Tetuán, y matar a cuantos más mejor.
José Carmona el Fantasma, Félix Plaza el Francés y Tomás Jiménez fueron los que entraron en el edificio y apretaron el gatillo de sus pistolas, asesinando al falangista Martín Mora y al conserje David Lara. En la entrada, vigilando que nada abortase el ataque, se quedaron Domingo Martínez y Luis del Álamo. Dos meses más tarde, el 28 de abril, los cinco comunistas, junto a José Vitini, jefe de la Agrupación Guerrillera de Madrid, y Juan Casín, secretario de organización del comité provincial del PCE, fueron fusilados —Carmona ejecutado en el garrote vil— al alba en el acuartelamiento de Campamento y enterrados en una fosa común del cementerio de Carabanchel.
A priori se trataba de un atentado más del maquis. Pero no fue así. Si la consiga del gobierno franquista consistía hasta entonces en silenciar todas estas noticias, en esta ocasión se informó con minucia en los diarios madrileños tanto de los hechos —la versión que interesaba— como del funeral masivo. En el órgano clandestino de los comunistas, Mundo Obrero, solo apareció una breve reseña del asalto en el ejemplar de marzo: apenas cinco líneas y media que confirmaban el fracaso de una operación que buscaba el resultado inverso, la agitación social.
"El crimen de los Cuatro Caminos fue un hecho enormemente relevante que motivó la mayor manifestación política de la historia de España hasta ese momento. Casi 300.000 personas salieron a la calle para mostrar su apoyo a Franco y decirle a las potencias aliadas que en España no había una guerra civil y que la gran mayoría apoyaba al nuevo régimen".
Habla Andrés Trapiello, el artífice de rescatar este trágico y curiosamente olvidado episodio de la posguerra. Lo hizo en 2001 con la publicación de La noche de los Cuatro Caminos y ahora vuelve a él en Madrid 1945 (Destino), completando los blancos que habían quedado en su investigación gracias a la apertura y digitalización de archivos entonces sellados, como el del PCE. "Este es un libro completamente diferente, el anterior es como una tercera parte de este", cuenta el escritor.
Sobre todo, ha podido arrojar luz sobre el papel de cuatro personajes cuya biografía entonces resultaba imposible de trazar. Son los hermanos Rafael y Carmen Moreno, José Manzanares y Marcelino González Marcelo, que habían sido puestos en libertad en la temible Dirección General de Seguridad "por error" en enero de 1946. Los tres primeros, desvela Trapiello, que acabarían sus vidas en México, fueron "comunistas pero al mismo tiempo agentes dobles que trabajaban como informantes del servicio secreto de EEUU. Los detuvieron, torturaron y dictaron dos penas de muerte, pero una mano misteriosa les abrió la puerta de la celda".
['Asunto Viernes', el plan desconocido de la Quinta Columna para acabar la Guerra Civil en 1938]
Memoria histórica
Madrid 1945, con una edición gráfica fabulosa a cargo de los editores de Destino, diseñada al detalle por el propio autor, la misma que en el ya clásico Las armas y las letras y en su último éxito de ventas, Madrid, es un híbrido entre el libro de historia, la crónica de espías, unas introspectivas semblanzas de los protagonistas del drama y una visión ensayística del contexto sociopolítico en el que se enmarca. "Un relato literario ajustado a los hechos", resume Trapiello. "Todo lo que se cuenta aquí es verdad, ni un gramo de ficción".
La reconstrucción del trágico episodio, que José Luis Cuerda trató sin éxito de llevar al cine —los productores justificaron que era "demasiado triste"—, se va entremezclando con la labor detectivesca del autor, inciada con un hallazgo fortuito, cervantino, en la caseta del librero Alfonso Ruidavets, en la Cuesta de Moyano: un documento de la DGS emitido el 28 de abril de 1945 sobre las actividades comunistas en Madrid. Qué ojo avispado no se interesaría por una carpeta con este resumen: "Servicio practicado por la Policía como consecuencia del descubrimiento de los 'guerrilleros de ciudad', autores del asesinato de dos falangistas en la subdelegación de Cuatro Caminos".
El atentado, registrado a tres meses del final de la II Guerra Mundial, tuvo importantes consecuencias a nivel nacional e internacional. Tras una lucha sin cuartel y desigual entre la policía y los opositores comunistas, los guerrilleros empezaron a darse cuenta que ya no contaban con el apoyo de los aliados y que la lucha armada no era efectiva.
"El crimen provocó la adhesión de los franquistas y los no tan franquistas en torno al régimen, que vio la ocasión de utilizarlo y presentárselo a Truman y Churchill como prueba de lo que podría pasar en España si los comunistas alcanzaban el poder", analiza Trapiello. "Fue un hecho que visibilizó por primera vez los apoyos con los que contaba Franco y que silenció mucho más la causa democrática: demostró a estas fuerzas que derrotarlo no iba a ser tan sencillo como les habían contado". Y añade: "Es un poco lo que ocurrió con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Los maquis habían matado a todo lo que había podido, pero hasta ese momento no tuvieron una gran repercusión".
[El color del drama y la destrucción en la Guerra Civil: 180 fotos como no se habían visto]
No obstante, cuenta el autor que la historia importante del libro consiste en una pregunta, en una reflexión: ¿qué hacer con la memoria de la guerrilla? "Si vemos el maquis como luchadores por la libertad o la democracia, las dos muertes serían justas, pero si no es así, estos siete hombres no deberían haber estado en el monumento de Manuela Carmena en el cementerio de la Almudena. Además de víctimas, son victimarios. Es un dilema que yo no sé resolver", dice. José Vitini, por ejemplo, fusilado sin ningún honor en España, acabó la IIGM con el grado de teniente coronel de las fuerzas de liberación francesas. "Es un debate de implicación política y moral de esos hechos. Yo no opino en el libro. Dejo que el lector saque sus propias conclusiones".