Alrededor de Lluïsa Cunillé
Lluïsa Cunillé fue una alumna aventajada de José Sanchis Sinisterra. El dramaturgo cuenta que cuando conoció a su pupila, le sorprendió sobremanera encontrarse con una mujer que sin experiencia ni relación con el mundo del teatro llevaba escritas diez obras, prueba de su gran instinto dramático. De caracter reservado -tiene por norma no conceder entrevistas- Cunillé ha estrenado en pequeños y grandes teatros de Barcelona. Precisamente, pasado mañana abre el apartado teatral del Festival Grec con "La cita", pieza que viajará al Festival de Edim-burgo, el próximo 16 de julio, en lo que será su presentación internacional.
Pese a tales antecedentes, en EL CULTURAL nos aventuramos a intentar un acercamiento. Nos colamos en un ensayo de "La cita", en los locales que la compañía Vol-Ras tiene en el barrio de Poble Sec, en Barcelona. Lluïsa Cunillé abre el Grec de Barcelona con esta obra, interpretada por un magnífico equipo de actores -Lurdes Barba, Manel Barceló, Alfred Luchetti, Lina Lambert, óscar Molina y Roger Coma- y bajo la batuta de Xavier Albertí, nada menos que el director del festival. El estreno se anticipa unas semanas al del Festival Internacional de Edimburgo gracias a una coproducción entre los dos certámenes. Cunillé será la única representación española en la edición oficial del certamen británico. Por la misma razón, también en el escenario del Mercat y en las mismas fechas, se podrá ver "L'especulador" ("El especulador"), de David Greig, el máximo representante de la joven dramaturgia escocesa.
En la sala de ensayo descubrimos a la autora sentada en un banco contra la pared, vestida de negro, parapetada tras unas gafas de concha. Sus amigos cuentan que le gusta asistir a los ensayos, observar en silencio el trabajo de los actores y del director. También dicen que Cunillé siente predilección por los rincones (los etólogos opinan que la predilección del ser humano por las esquinas es como un resto arqueológico de nuestro instinto de defensa animal. Quién sabe).
"No hago excepciones"
Trato de hablar con ella. Un par de conversaciones telefónicas ya me han puesto sobre aviso de que jamás habla de su escritura. Ahora, cara a cara, concibo falsas esperanzas y le pido que me hable del trabajo de Xavier Albertí, quien no sólo es su amigo y el director de la obra, sino la persona a quien está dedicada. Hemos salido de la sala y aguardamos a que la fotógrafa tenga listo el escenario donde Lluïsa ha accedido -con la mediación de Albertí- a dejarse fotografiar. Por un momento, quiero pensar que sopesa la posibilidad de acceder. Pronto se disipan las esperanzas: "nunca hago excepciones", dice. Tampoco en esta ocasión. Bien, lo entendemos (¿Lo entendemos?).
Le pregunto por el estado de salud de la compañía L' Hongaresa, en la que la autora lleva a escena, junto a Paco Zarzoso, algunas de sus piezas desde 1993. Se lleva la mano a la frente, parece nerviosa. Quiere saber si esta pregunta se la hago a título personal. ¡Pues claro!, especifico (y es la verdad: era pura curiosidad). Responde una frase ambigua, trisílaba y mira inmediatamente hacia otro lado. Decido retirarme: qué absurda entrevista sin palabras es ésta.Así que mejor pensar en otra fórmula para hablar de Cunillé y de su extensa producción. ¿Por qué no a través de las miradas ajenas, de las palabras de quienes mejor la conocen? Después de todo, no somos sino lo que los demás ven en nosotros.
A José Sanchis Sinisterra debe la autora gran parte de sus influencias literarias. Gracias a los seminarios de Dramaturgia que el autor impartió en la Sala Beckett, el dramaturgo pulió su natural talento dramático y leyó por vez primera a autores como David Mamet, Samuel Beckett, Harold Pinter o Raymond Carver. En definitiva, compartió las deudas literarias de Sanchis y se contagió de sus mismas pasiones. Y otro hombre muy cercano al dramaturgo, Luis Miguel Climent -alma, corazón y vida de la Sala Beckett durante años- fué el primero en montar un texto suyo: "Rodeo", que se estrenó en el Mercat de las Flors en la temporada 1991-92.
Ambigüedad
Sorpresa: cuando escarbamos en las hemerotecas descubrimos que, en octubre del 92, Cunillé se pronunció ante los periodistas acerca de su texto. "Es una obra intuitiva y cotidiana, en la que me apetecía hablar del paso del tiempo y de la ambigöedad", comentaba en aquella ocasión, refiriéndose a "Rodeo". Parca declaración que, sin embargo, explicaba dos constantes de su teatro posterior: la ambigöedad y la preocupación por el paso del tiempo. Pero también unas palabras que le decidieron, a partir de entonces, a adoptar el posicionamiento de no hablar públicamente de su trabajo.
Pero, ¿hasta dónde lleva esta postura? ¿Tampoco en los ensayos se pronuncia? Sanchis Sinisterra cuenta que "jamás comentaba sus ejercicios en las clases de dramaturgia pero los hacía todos, era muy disciplinada".
"Lluïsa tiene unos ojos que lo observan todo", añade Domènech Reixach, director del Teatro Nacional de Cataluña, "están constantemente retratando su entorno. Por eso habla poco". El de Reixach es otro nombre clave en la carrera dramática de Cunillé. En su anterior etapa profesional, como director del Centre Dramàtic de la Generalitat, Reixach estrenó en el teatro Romea "La festa" ("La fiesta"). Y añade: "Lluïsa establece una enorme complicidad con el director. Asiste a los ensayos, no con la voluntad de supervisar, ni corregir, sino de apoyar y aprender. Opina si se lo piden. Pero, sobre todo, lo que ella hace es trabajar, trabajar mucho".
Talento y rigor
Y es que, de tener que destacar dos características del trabajo de Cunillé, todas las voces coinciden en el talento innato y el rigor. El primero sorprendió a todos en una joven que escribía de forma compulsiva, en coautoría con su hermana María Rosa -fallecida el pasado año- y sin apenas conocimientos de teatro -alguna vez estudió cine en una escuela privada, pero al parecer no pisó universidad alguna-.
El segundo sigue asombrando a sus íntimos: "Lluïsa escribe ocho horas diarias durante todo el año", explica Xavier Albertí, "la escritura es, hoy por hoy, su actividad profesional básica. Aunque de todo lo que escribe, sólo da por buena una pequeña parte. El resto lo guarda, lo tira o lo recupera parcialmente. Yo calculo que si no tirara nada tendría escritas unas 40 obras. Pero de esas, tal vez habrá dado por buenas 20".
Es fácil intuir la pasión que late en la relación de esta mujer con la escritura. No sólo disfruta concibiendo textos por encargo, sino que escribe indistintamente en catalán y en castellano, en un caso notable de bilingöismo que surgió cuando Sinisterra la instó a escribir en catalán después de observar que, pese a expresarse principalmente en catalán, escribía siempre en castellano.
De vez en cuando escribe con Paco Zarzoso, quien además de autor es fundador, director y actor de la compañía L' Hongaresa. Las puestas en escena del grupo se alimentan, desde su nacimiento, de textos de Cunillé ("Vacantes", "L'afer") y han estrenado dos obras escritas a cuatro manos: "Intempèrie" y "Vigília".
Según Zarzoso, "no premeditamos escribir para la compañía L' Hongaresa, cada proyecto surge de un impulso diferente. En Intemperie yo tenía un monólogo y ella decidió sumar otro suyo. En ‘Vigília', en cambio, hay diálogos que funden las dos escrituras. En realidad, sólo hay un impulso: el querer escribir juntos. A partir de ahí buscamos fórmulas para hacerlo".
El joven dramaturgo se atreve a valorar su evolución, que ha vivido muy de cerca: "Creo que la forma va desapareciendo de sus textos. Y eso hace que surja una voz más propia, que tiene más que ver con el ingenio, con la poesía. Pero sus temas se mantienen".
Silencios y ambigüedades
Xavier Albertí, que ya ha dirigido cuatro obras de la autora, opina que "La cita" "es uno de sus mejores textos. En él, Lluïsa traza unos personajes muy profundos y demuestra una capacidad de inmersión en sus mundos extraordinaria". Pero, ¿qué es "La cita"? En primer lugar, un teatro que no se lo pone fácil al espectador, donde lo que no se dice es más importante que lo explícito, plagado de silencios y ambigöedades. Un teatro que, según Reixach, "no se basa en la anécdota sino que profundiza en el alma de las personas y que no envejece, sino que gana con el tiempo, como los buenos vinos". Pero, a la vez, un teatro que pone fácil al espectador "identificarse con los personajes, que genera enorme tensión dramática a través de pequeñas tragedias, no de grandes conflictos. Son las palabras las que generan su propio paisaje escénico", añade Albertí.
¿Cuál es, entonces, el concreto paisaje escénico de esta obra? Un empresario que viaja vive diferentes citas a lo largo de cinco escenas que suceden en espacios tan diversos como un parque público, una relojería, un fotomatón, un cine antiguo o una estación de metro. Pero, en realidad, la verdadera cita es consigo mismo.
Para ubicarlo escenográficamente, Roy ha diseñado un espacio blanco poblado por módulos polivalentes. A la vez, un compositor electroacústico -Albert Llanes- y un sonidista -Albert Toda- han confeccionado una banda sonora en base a las grabaciones efectuadas en escenarios reales. Al hablar del resultado final, Albertí afirma, sin complejos: "Creo que es mi mejor trabajo".
Otros directores que también han representado sus textos lo ratifican: "Desde luego", afirma Joan Ollé -actual director del Sitges Teatre Internacional- "si alguno de nosotros ha entendido y explicado a Lluïsa Cunillé, es Xavier Albertí". Ollé, que llevó a escena "Acident" y "Apocalipsi", habla de "complicidad", "contemporaneidad" al referirse a la autora. Sin embargo, para Oller, "La cita" es "un texto más dentro de un camino de insistencia y evolución, con la diferencia de que puede llegar a un público más amplio que otros". Considera que la autora "no ha aprendido a escribir su teatro yendo al teatro, precisamente, sino leyendo novela, pensamiento, o yendo al cine".
Personaje misterioso
Y, por último, rompe el encanto del personaje misterioso que parecía ya construido: "Eso de la cerrazón de Lluïsa es un mito. Es una persona normal, agradable, que viene a todos los ensayos y se pronuncia. Yo, en lugar de mirar a la escena, la miro a ella. Cuando sonríe, sé que todo va bien".
Ahora bajemos la voz y cedamos la palabra a esta reservada mujer que se ha negado, incluso, a escribir algo para el programa de mano de "La cita". En 1993, en cambio, se pronunciaba con estas esclarecedoras palabras en el programa de "La festa": "Siempre me ha parecido que la persona menos indicada para explicar una obra es quien la ha escrito -por lo menos es lo que me pasa a mí-, no sé qué decir que no haya dicho en la misma obra a través de la escenografía, los diálogos, los ruidos, los silencios… Aunque sólo sea sobre un papel. Y ahora, tan cerca del estreno, soy consciente de que esta obra se ha ido haciendo poco a poco entre todos los que, de un modo u otro, estamos implicados en ella. Ya no es sólo mía, aunque yo la empezara".