Han pasado solo tres años, pero lejos queda esa época en la que el mundo se detuvo, y con él, la música en directo. Desde entonces, la industria y el público han querido recuperar el tiempo (y el dinero) perdido, disparando la oferta y demanda de conciertos y festivales. 

Según el Anuario de la Música en Vivo de 2023 de la Asociación de Promotores Musicales (APM), en 2022 la industria del directo ingresó 459 millones en venta de entradas, casi un 200% más que el año anterior, mientras que el turismo musical también recuperó los niveles prepandemia, representando de media el 10% del aforo en eventos de música en vivo y convirtiendo a España en uno de los principales destinos festivaleros de Europa.

Los datos reflejan una "recuperación histórica" y un futuro esperanzador para un sector que tocó fondo debido a la pandemia. Uno de los grandes artífices de ese resurgimiento son los festivales de música. Como recoge el Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte 2023, se celebraron en total 908 festivales, 103 más que en 2020, siendo las comunidades de Cataluña, Madrid y Andalucía las que acogen mayor número de estos eventos.

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Su proliferación es paulatina, pero la sensación es que, a medida que pasan los meses, las cifras pueden quedar fácilmente obsoletas. "¿Cuándo dejaron de ser un dolor de cabeza para los ayuntamientos y se convirtieron en su objeto de deseo?", se pregunta el periodista Nando Cruz, en su libro Macrofestivales. El agujero negro de la música. 

Para Cruz, podría ser en el momento en el que los festivales pasaron de ser un encuentro de melómanos a un modelo de ocio en sí mismos; auténticos "parques de atracciones" muy rentables para inversores y marcas, y cada vez menos para el festivalero medio. Como señala el periodista, esta situación está tensionando el circuito de la música y mostrando abiertamente sus debilidades. 

El IV Observatorio de música en vivo presentado por Ticketmaster, que analiza la evolución de este sector en España a lo largo del año 2023, percibió un cambio notable en la conducta de los aficionados, quienes ahora buscan de manera insistente información actualizada sobre todos los aspectos del evento.

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Las redes sociales son testigo de un público cada vez más consciente de la vulnerabilización de sus derechos como consumidores, lo que hizo que en 2022 más de una veintena de festivales acumulasen denuncias por irregularidades. Cobros de extras en la entrada hasta para el acceso a las duchas en la zona de acampada, fraudes con la devolución del dinero en las pulseras “cashless”, colas en barras y baños, la prohibición de entrar al recinto con comida propia y graves problemas de movilidad. 

David Saavedra Vázquez, periodista y autor de Festivales de España (Anaya Touring) asegura a El Cultural que "hay la sensación generalizada de ser engañados de muchas maneras", de ahí que se esté produciendo un descontento común. 

"También tiene que ver con la evolución del festival como marca. Cuando comenzaron en España, en los años 90, venía asociado a ellos un sentimiento de pertenencia o de tribu. Los primeros FIB o Sónar nacieron vinculados a unos valores, una idea de música alternativa que aglutinaba a un público que hacía bandera de ello. Ahora son como contenedores atrapalotodo en los que se nota mucho más claramente su carácter de empresas con ánimo de lucro donde la maximización de beneficios está por encima de cualquier otra cosa y donde los grandes fondos de inversión están entrando cada vez con más fuerza. Desde ese punto de vista, creo que el desencanto no es cíclico, sino que es una tendencia que va en aumento", pronostica.

Además, considera que "perpetuar carteles homogéneos en los que se repiten los mismos nombres, año tras año, festival tras festival, también está provocando sensación de hartazgo". Algo en lo que coinciden Mariele y Sergio Sánchez-Palencia Taboada, que dirigen el podcast The Festival Brothers, en el que examinan la industria festivalera desde el punto de vista de quien ha vivido mucho camping. 

"En 2022 había tantos grupos parados para girar que tuvimos unos carteles que eran una locura y que no vamos a volver a ver. Cansa ver cómo los festivales traen exactamente las mismas bandas porque hay cuatro agencias que mueven a todos los artistas de España", lamentan ambos a este medio.

Los festivales, que se han despojado de su estacionalidad veraniega y han encontrado hueco en todas las épocas del año, ya están desvelando qué artistas acogerán en sus ediciones de 2024. La nostalgia indieo concretamente la tendencia indie sleaze, parece que no solo se va a apoderar este año de la industria textil sino también de eventos como Primavera Sound y Madcool, que están dispuestos a convencernos de que escuchar a Avril Lavigne vuelve a estar de moda, incluso que nunca dejó de estarlo. 

Aglomeración en el acceso a los aseos del festival Mad Cool 2023. Foto: F. D. Quijano.

"Los macrofestivales tienen que gustar a todo el mundo, porque si no son insostenibles. Es su única forma de mantener y rentabilizar recintos e infraestructuras tan grandes. Son festivales para gente que quiere una experiencia festival", apostillan The Festival Brothers. De ahí, aseguran, que se estén amoldando mucho más al público general que antes, creando carteles variopintos que parecen una "macedonia de artistas", como se ve en el O Son Do Camiño, y dejándose llevar por tendencias virales de Internet, condenadas a desaparecer cada año. 

Por el camino, estos eventos parecen ir perdiendo personalidad y con ello, la capacidad para generar fidelización y sentimiento de comunidad. Por lo que el público más melómano está reclamando a los festivales que mantenga una esencia propia, algo que sí consiguen el Sónar, el BBK o el Cala Mijas, que se postula como el nuevo refugio indie por excelencia. 

"Los festivales que cuiden al público, den valor a lo que ellos traen y a descubrir nueva música se van a imponer. Decíamos que iban a ser los que iban a morir, pero en el último año han estado más cerca de caerse los grandes que los pequeños o medianos", auguran los podcasters.

Para David Saavedra, también es importante que, para mantenerse en el tiempo, los macrofestivales adquieran un espíritu propio "más allá de la simple acumulación de nombres pintones". "Si al final, los nombres deciden irse a otro festival (o al Bernabeu, como el caso de Taylor Swift), te quedas sin nada".

Madrid, ¿ciudad para macrofestivales?

Y es que, aunque muchos festivales de pequeño formato han desaparecido en estos  duros años para la industria, también muchos otros han sabido renovarse y ofrecer experiencias nuevas que han calado en el público, como es el caso de Canela Party, en Torremolinos, o del Tomavistas, en Madrid. 

Este último, premiado como mejor festival de pequeño formato en los premios BIME, se ha enfrentado en la próxima edición a la disyuntiva de amoldarse o desaparecer. Su decisión de cambiar de recinto, del idílico Parque Tierno Galván a La Caja Mágica, suscitó todo tipo de dudas y quejas sobre si el festival iba a anteponer el crecimiento a la comodidad de los asistentes, tal y como se viene denunciando en otros macrofestivales. 

José Gallardo, director artístico del Festival Tomavistas, cuenta a El Cultural  que la decisión "no tiene que ver con con un exceso de ego, ni de querer crecer, sino de adaptarnos a las circunstancias". Explica que el cambio se ha debido a que todavía "no se sabe las condiciones que la Administración puede ofrecer de aforos, ni de horarios, ni de espacios", por lo que, para poder llevar a cabo el festival con todas las garantías, han optado por mudarse, algo que ya hiceron en 2021 moviéndose a Ifema. 

Actuación de Cala Vento en el festival Tomavistas 2023 en Madrid. Foto: ADRIAN YR / FESTIVAL TOMAVISTAS.

Un cambio que, artísticamente, beneficia al festival, ya que ha podido "contar con más tranquilidad a la hora de contratar y valorar determinados artistas que en la ubicación anterior era muy complicado", asegura Gallardo. 

De hecho, el director del Tomavistas admite que "los artistas no son infinitos, sobre todos lo que funcionan y te pueden vender entradas" y añade: "¿Qué pasa si estamos todos los festivales intentando contratar las mismas bandas? Al final esos grupos encarecen y hacen que todo sea mucho más complejo. Puede llegar un momento en el que no haya recursos artísticos para todos".

Para una parte del público ha supuesto un varapalo que podría poner en peligro el espíritu acogedor y familiar del festival. Pero Gallardo asegura que aunque el Tierno Galván es un elemento diferenciador, no deja de ser un "extra" y que "con la experiencia que tú ofrezcas, que es intentar que el público esté feliz y cómodo, debe ser suficiente".

Asimismo, reitera que el espíritu independiente del festival no ha cambiado ni una pizca respecto a su programación, que seguirá apostando por "bandas que impacten y que no sean como las habituales".

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Sin embargo, esta decisión deja en el aire la cuestión de cuánto de difícil es organizar un festival en la capital. En este sentido, el director del Tomavistas considera que "tenemos un problema serio con el tema de hacer conciertos dentro de la ciudad. Cada vez la sensación es que tienes que irte desplazando poco a poco. Al final, en el centro de Madrid no hay ningún espacio que permita este tipo de eventos al aire libre". 

Algo en lo que el periodista David Saavedra coincide, ya que "siempre ha tenido la impresión de que algo falla en Madrid a la hora de acoger macrofestivales". "Históricamente, nunca han conseguido consolidarse, como demuestran los casos de Rock In Río, Summercase o Festimad. No tengo clara cuál es la causa de que este tipo de eventos pueda funcionar y convivir tan bien en Barcelona y no tanto en la capital, si es un tema cultural, organizativo, político o de público, o una combinación de todo ello. Al final, creo que en Madrid los festivales que están en mejores condiciones para sobrevivir son los de tamaño medio y más especializados". 

La eterna burbuja

Actualmente, los festivales son la forma hegemónica de consumir música en directo, con todo lo que eso conlleva. Si bien estos han salido mejor parados de la pandemia, las salas de conciertos parecen estar teniendo una suerte similar a la de las salas de cine. La causa, una "desertización musical", término acuñado por Nando Cruz en su libro, que está provocada, en parte, por las exclusividades que imponen los festivales a los artistas de sus carteles. Las últimas en echar el cierre han sido la sala Rock Palace en Madrid y la Sidecar en Barcelona.

El conjunto de todos estos factores están haciendo que la discusión sobre el fin de los festivales vuelva a ponerse sobre la mesa. Pero como insistía Nando Cruz este verano en una entrevista para El Cultural, "el debate sobre 'la burbuja' lo arrastramos desde hace 15 años como mínimo".

"Creo que hay indicativos de que el tamaño de estos festivales empieza a ser un problema social y psicosocial para el público. Esto puede verse ya en festivales potentes que han empezado a perder asistentes, porque hay gente que ya no aguanta determinadas condiciones ni determinados precios. Pero no sé si eso es un indicador de que la burbuja vaya a explotar", reconocía. 

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Algo en lo que coincide David Saavedra, quien añade que "la principal diferencia es que ahora hay más festivales que nunca y menos giras por salas y eso ha creado el lógico revuelo mediático. Como siempre ha sucedido, sobrevivirán los festivales que mejor lo hagan y desaparecerán los demás (o, desafortunadamente, aquellos que dependen del dinero público o los ciclos políticos, como lamentablemente acaba de ocurrir con el Periferias de Huesca)". 

Lo que está claro es que no parece que de la noche a la mañana los macrofestivales vayan a desaparecer, de ahí que Madcool se haya permitido el lujo de crear una campañas¡ de marketing especulando sobre un futuro demasiado optimista.

De hecho, para José Gallardo, la burbuja no termina de explotar porque "todos los festivales se tratan de adaptar". "Hay que romper una lanza a favor de los festivales por su sentido de adaptación e intentar conseguir vías de financiación. No queremos desaparecer, queremos vivir y que el festival dure mucho tiempo". 

Pero sí que se está produciendo un cambio de modelo, en el que los ciclos de música se están consolidando como una opción alternativa a los macrofestivales, "pero no necesariamente mejor", aclara Saavedra, para quien el objetivo de cualquier evento de estas características es sencillo: "pretender ser dinamizadores culturales y no meras cajas registradoras".