“Una década es un periodo idóneo para dirigir una orquesta”, decía a El Cultural David Afkham el pasado mes de septiembre. Era una primicia: el director alemán avanzaba que agotaría su mandato al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE), con fecha de caducidad en 2024, y que luego buscaría nuevos horizontes. Fin de su titularidad en Madrid. Su posición quedó claramente explicitada. Pero en este tiempo Joan Francesc Marco, director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), dependiente del Ministerio de Cultura, ha maniobrado para hacerle cambiar de posición. Y ha terminado por conseguirlo: Afkham, como anunciaron la semana pasada, seguirá hasta 2026 sobre el podio de la OCNE.
“El INAEM reconoce así el importante trabajo de liderazgo artístico de Afkham, quien junto al director técnico de la OCNE, Félix Palomero, ha llevado a orquesta y coro a altos niveles de calidad y ha logrado el aplauso de público y crítica”, decía el instituto mediante un comunicado.
En estos años, continuaba la nota, “la actividad de la OCNE ha destacado por la ampliación del repertorio, el desarrollo de líneas temáticas en la programación, el apoyo a los creadores e intérpretes españoles, con especial presencia de compositoras, la promoción de jóvenes artistas, la programación de grandes directores, intérpretes y compositores internacionales de la actualidad, una considerable mejora reputacional y de imagen de la OCNE y la puesta en marcha del festival Focus”.
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Se destacaba asimismo la “especial relevancia” y la “gran repercusión internacional” de la actividad desarrollada durante los años 2020 y 2021, “asegurando la continuidad del proyecto con los más altos estándares artísticos, pese a las restricciones”. En fin, un repaso de las bondades de la ‘legislatura’ de Afkham, de cuya valía artística, ciertamente, nadie duda. En general, el diagnóstico enunciado por el INAEM se correspondía con la realidad.
Parece ser que a Afkham le han convencido algunos cantos de sirena como la recuperación de una academia musical dentro del seno de la OCNE, que era algo que le ilusionaba desde que tomó posesión del cargo, y la proyección de los conciertos a través de una plataforma digital. Pero lo cierto es que sus músicos ya miraban el porvenir sin su presencia a los mandos.
De hecho, se llegó a poner en marcha un tanteo previo de potenciales sucesores. Entre los que tenían más opciones, estaban Alondra de la Parra (aunque algún comentarista musical reprochó, destempladamente, falta de nivel para semejante desafío) y Jaime Martín (figura en pleno auge y con vínculos afectivos estrechos con algunos de los músicos). Ambos se dejaban querer y, por las votaciones que realizan los instrumentistas cada vez que viene un director visitante a despachar un programa, contaban con una amplia adhesión entre sus filas.
Afkham, que siempre ha hablado bien de los músicos, en entrevistas y actos públicos, también gozaba de ella cuando llegó. Había que ver a estos músicos sentados en la punta de sus sillas mientras tocaban, en tensión incandescente, dándolo todo. Fue una oleada de ilusión tremenda pero con el tiempo la relación se enrareció. Una primera crisis institucional se frenó otorgándole más poderes Afkham, que pasó de ser solo director musical a aunar esta función con la de director artístico también, lo que le permitía mayor capacidad ejecutiva en la elaboración de la ‘ideología musical’ de la formación estatal.
Los aficionados veteranos de la orquesta y la crítica especializada, en buena parte, aprecian el trabajo realizado, que ha alcanzado cotas elevadas de excelencia. Por ejemplo, en las óperas acometidas en este tiempo (Elektra, Salomé…), un empeño personal de Afkham, persuadido de que el género lírico es idóneo para sincronizar la respiración al unísono de los músicos (estos días, por cierto, capitanea el foso del Real en la producción de Arabella que se va a estrenar allí). Pero es algo que ha conseguido en la faceta sonora, no en la de la convivencia.
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Desde los atriles, en los que, como es lógico, conviven muchos puntos de vista, se lamenta la falta de carisma necesario para verlo como un verdadero líder. Y también una cierta frialdad, una cuestión que puede ser meramente cultural pero que a veces escuece. Los músicos, por ejemplo, lamentan que no se haya reunido con ellos tras el anuncio de la renovación, teniendo en cuenta que justos estos días se halla en Madrid.
Pero más que contra Afkham, la contrariedad del colectivo se proyecta contra el INAEM. Se consideran ninguneados. Cuando se anunció la prolongación de la relación contractual, se dijo en el comunicado que se había hecho “tras consultar la opinión de la comisión artística de la OCNE”. Es el órgano que representa a los músicos, al margen de su amparo sindical en manos de UGT, CSIF… “A nosotros no nos han consultado, nos han informado de una decisión ya tomada. Tomada de la noche a la mañana y para nuestra sorpresa”, apunta a El Cultural uno de los instrumentistas. “Lo que más nos duele es el ninguneo”.
Y la situación de estancamiento que padece la orquesta. “No terminamos de arrancar, faltan estímulos e ilusiones. Los proyectos encallan en el laberinto burocrático de la Administración, dado que iniciativas de Cultura luego han de ser consensuadas con Hacienda, Economía… Es todo muy complejo. Hace falta una reforma del INAEM y de la propia orquesta. En lo artístico vamos muy bien, tocamos con cualquier director y respondemos, pero en lo administrativo… Esto es un sentir mayoritario entre nosotros”, señala la misma fuente, que también denuncia que el proceso de selección abierto y las votaciones que hicieron hayan caído en saco roto. Como si todo aquello no hubiera sido más que un paripé.
En breve plazo (hablan de antes de un par de semanas), se reunirán en asamblea y abordarán la cuestión. De ahí saldrá probablemente algún tipo respuesta a todo lo sucedido. ¿Habrá motín? Está por ver. De momento, en el Auditorio Nacional la tensión sigue creciendo.