Este año dio su tercer concierto con la Orquesta Nacional de España. ¿Qué supone para usted ponerse al frente de esta agrupación?
Mucho, porque llevo toda la vida fuera de España. Con 18 años me fui a los Países Bajos y luego di el salto a Inglaterra, donde empecé mi vida profesional como flautista. Es siempre una tremenda alegría volver y dirigirla.
Su química con ella parece bastante buena.
Recuerdo que la primera vez que colaboré con la OCNE fue muy especial. De pronto me encontré a muchos compañeros del conservatorio que estaban en ella. Estaba todavía el que había sido mi profesor de flauta y también, como primera flauta, un alumno mío del Royal College. Fue como cerrar un círculo. A mis 57 años soy muy feliz pasando tres semanas al año con la OCNE.
¿Qué cualidades destacaría de la Orquesta Nacional?
Está haciendo algo muy importante, que es atraer el talento de los músicos españoles que hay circulando por el mundo, tantos… Cuando yo tenía 20 años, en la Orquesta Joven de la Unión Europea había cuatro españoles. Lo que más había eran alemanes e ingleses. También bastantes italianos, neerlandeses, franceses… Ahora predominan los españoles. Son una treintena. La OCNE se ha erigido en punto de atracción para todos ellos. Está en un momento estupendo. Cuando hice Scheharazade de Rimski-Kórsakov, que tiene muchos solos de diversos instrumentos, se notaba que era una orquesta de grandes solistas, virtuosos todos.
Tras anunciar David Afkham su salida han empezado las quinielas sobre quién le sucederá. Usted, como principal director invitado, está en ellas. ¿Le atrae esa posibilidad?
El principal director invitado no se puede entender como un paso hacia esa titularidad. Se debe a otras razones, en otro momento. Yo ahora mismo estoy a tope y de momento nadie me ha venido a comentar nada. Pero, por supuesto, si llega un ofrecimiento en ese sentido, me lo plantearía.
Aparte de Scheherezade, estrenó Profondissima quiete de María Eugenia Luc. ¿Cómo fue remangarse con esta partitura de nuevo cuño?
Yo siempre intento que en casi todos mis programas haya una partitura de compositores actuales. Es un desafío que me estimula a mí como director y a los músicos. Es una compromiso que asumo de buen grado. Fue una suerte además trabajar junto con María Eugenia porque así conseguimos sacar a relucir lo que tenía en la cabeza cuando compuso la obra. Yo solo le pido a los compositores que piensen en el público, aun cuando utilicen la técnica que sea.
"La OCNE está haciendo algo muy importante, que es atraer el talento de los músicos españoles que hay circulando por el mundo"
Ha empezado este año a trabajar ya como titular de la Sinfónica de Melbourne. ¿Qué se ha encontrado allí?
Sí, en Australia las temporadas van con el año natural, de modo que estamos terminando ahora. Hay que tener en cuenta que Melbourne tiene seis millones y medio de habitantes, y que esta es la orquesta más querida de la ciudad. Tiene a 62 personas en administración a tiempo completo. Hemos hecho de todo estos meses: Mahler, Beethoven, Shostakóvich, Verdi, Sibelius… Hasta una sinfonía con didyeridú y una gala española, que amenicé preparando una paella [risas]. Es una orquesta dispuesta lanzarse y que me hace sentir muy libre.
Las sinfónicas de Gavle y de Irlanda extendieron sus contratos por la pandemia. ¿Cuál es su situación en torno a ella?
Con Gavle ya terminé en realidad el año pasado pero tengo todavía pendiente grabar un disco con ella y una gira por Inglaterra de doce conciertos. En Irlanda estaré hasta 2024.
Y además es titular de Los Ángeles Chamber Orchestra, amén de su compromiso con la OCNE. Tremendo este 2022 para usted, ¿no?
Sí, muy intenso. El próximo también lo será. Creo que cuando me desvincule de Irlanda estaré un poco más tranquilo.
¿Ha calculado el tiempo de su vida que está en aeropuertos o aviones?
Pues no, y tampoco lo voy a hacer. A veces pienso que yo me convierto al final en enemigo de mí mismo pero es que son proyectos a los que no puedo decir que no. Y además mis hijos ya no viven en casa. Y mi mujer, que es fagot de la London Symphony, tampoco para, así que es un momento en que me lo puedo permitir.