Variado e interesante programa el que nos ofrece la Orquesta Nacional los días 18, 19 y 20. Se desarrollará bajo el mando del cántabro Jaime Martín, un maestro que no pisa ese podio por primera vez. En los últimos tiempos ha sido bastante habitual su presencia. Y muy recientemente ha sido nombrado principal director invitado.
Es ejemplar la trayectoria de este músico que durante muchos años trabajó con excelentes resultados como flautista, tocando en las mejores orquestas y al mando de grandes maestros, empezando por su mentor, Sir Neville Marriner, que lo hizo debutar como director en Cadaqués en 2008 con la orquesta de esa localidad. Más tarde, lo situó al frente de la famosa Academy Saint Martin in the Fields.
Poco a poco, Martín fue dejando la flauta en beneficio de la batuta, un adminículo del que de momento no se ha desprendido, como otros. Y no le ha pesado porque desde entonces su carrera ha sido casi meteórica. En la actualidad es titular de la Sinfónica de Melbourne, de la RTE National Symphony Orchestra de Irlanda y de Los Angeles Chamber Orchestra, lo que revela una insólita capacidad de trabajo, que desarrolla con buena cara, modales espontáneos y sonrisa fácil.
Martín ha ido penetrando con mayor rigor en los pentagramas y sus versiones son siempre animadas
Posee una gestualidad muy suelta de movimientos francos y claros, de brazos muy abiertos, que se mueven cadenciosos a impulsos del discurrir de la música. Poco a poco ha ido puliendo y refinando el braceo al tiempo que va penetrando con mayor rigor en los pentagramas. Sus versiones son siempre animadas, resueltas, de expresión diáfana y saludable y va ganando en habilidad para sortear pasajes enrevesados y traducirlos con propiedad sin borrosidades dignas de mención.
En sus manos va a tener un programa variado y muy interesante inaugurado con un estreno, el de la obra de la refinada María Eugenia Luc, italo-argentina de origen y vasca de adopción, Profondissima quiete, en la que trabaja delicadamente los colores orquestales en busca de una exploración de los límites de la percepción del tiempo. Es hábil a la hora de expresar emociones a través de una compleja red de ejes rítmicos simultáneos y aplica, en descripción del también compositor y crítico Mikel Chamizo en sus obras precedentes, “tímbricas envolventes a los instrumentos, a los que hace girar constantemente entre aspectos armónicos e inarmónicos”. Lo que confiere a su música, más allá de planteamientos cerebrales, un encanto y una finura proverbiales.
[Jaime Martín y Alicia Díaz, Premios Nacionales de Música]
Junto a esta novedad en el programa se sitúa el famoso Concierto egipcio, el quinto en el catálogo del prolífico Camille Saint-Saëns, una composición que requiere bravura, toque preciso y elegancia para desgranar sus en ocasiones orientalizantes sesgos. El solista es el resuelto y expresivo Bertrand Chamayou, un especialista de esta música.
Y no nos movemos de las culturas orientales porque para cerrar la sesión se ha programado Scheherazade de Rimski-Kórsakov, una partitura inmensa, de un melodismo irrefrenable y de una configuración muy particular. Estamos en el mundo de los cuentos y las narraciones mágicas. Un mundo que requiere una coloración y una acentuación muy especiales y un trabajo especialmente delicado en la descripción de ambientes.