Valencia se atreve con Glass
LLega al Palau la ópera 'La bella y la bestia'
3 enero, 2008 01:00María Rodríguez-Cusí y Andrea Porta como La bella y la bestia. Foto: Benito Pajares
El Palau de les Arts de Valencia estrena el 3 de enero La bella y la bestia del estadounidense Philip Glass. Basada en la película homónima de Jean Cocteau y dirigida por Petr Koufron, la obra presenta una escenografía diseñada por dos hombres de teatro, Petr y Matej Forman, hijos del cineasta Milos Forman. La mezzo valenciana Marina Rodríguez-Cusì y el tenor italiano Andrea Porta encabezan el reparto.
Se presenta en el marco de la temporada operística del Palau y es una ópera en todos los sentidos, con su libreto, su partitura, su elenco de cantantes (con la mezzo valenciana Marina Rodríguez-Cusì y el tenor italiano Andrea Porta en los dos papeles principales), su orquesta (la de la Comunidad de Valencia) en el foso y su escenografía arriba. Pero esta Bella trae todo tipo de marcas de su paso por otros géneros. Tanto, que de uno de sus principales atractivos es la incesante confrontación entre música, teatro y cine, que parecen regatearse a tres una y otra vez ante la mirada de la Bella, la Bestia, el Padre y los demás implicados.
Resumamos la ajetreada biografía de La bella y la bestia de Glass. A partir del conocido cuento infantil, recogido por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont en 1946 Jean Cocteau realizó una película magnífica e inquietante con música de Georges Auric. En el año 1994, el compositor estadounidense Philip Glass se propuso transformar ese largometraje en una especie de ópera cinematográfica. En la sala se proyectaba íntegramente la cinta de Cocteau prescindiendo completamente de la banda sonora. No se oía ni la música de Auric ni los diálogos de los actores.
División de opiniones
Debajo de la pantalla, un cuarteto de solistas vocales y los músicos del Philip Glass Ensemble, interpretaban en vivo la partitura compuesta por Glass que incluía como partes cantadas los diálogos exactos de la película. Como si se tratara de una sesión de doblaje abierta al público, el esfuerzo del compositor, de los cantantes y del director se dirigía a conseguir una sincronización perfecta entre el canto de los cantantes y el movimiento de los labios de los actores.
Ese espectáculo se estrenó en Gibellina (Italia) en 1994 y vino en seguida a España: se presentó en el Teatro Monumental de Madrid con gran éxito de público. Los críticos, como suele ocurrir con Philip Glass, se mostraban divididos: junto a quienes denunciaban la simpleza de los medios musicales con que Glass pretendía glosar una película compleja y llena de matices, había quienes elogiaban esa misma economía de medios, propia del minimalismo. Lo que recibió unánimes elogios fue la resolución por medios compositivos e interpretativos del inmenso desafío técnico que representaba la buena sincronización cine-música.
Lo que se presenta hoy en Valencia es un paso posterior: el Teatro Nacional de Praga, en coproducción con el Palau de les Artes, le ha hecho a los hermanos Petr y Matej Forman, hijos de Milos, el cineasta, el encargo de sustituir la película de Jean Cocteau por una representación teatral en formato, podríamos decir, operístico. La partitura, no ha cambiado en absoluto. El libreto, tampoco. Ni una nota, ni una palabra: lo que quiere decir que el ritmo vuela a una velocidad más bien cinematográfica.
Así como en la anterior versión, el desafío era principalmente musical, el principal problema aquí está en el teatro: cómo conseguir que la maquinaria, siempre compleja, de un teatro de ópera, se vuelva lo bastante flexible para conseguir cambiar de cuadro con la misma facilidad con que el montador de la película pasa, con un simple tijeretazo, de un plano a otro.
Petr Forman, director de escena de esta producción, y su hermano Matej, el escenógrafo, vivieron este desafío con gran intensidad: "Como la música está hecha para el filme -afirma a El Cultural Petr-, hay muchos momentos en los que se salta de un lugar a otro en un segundo, porque en el cine eso es así de fácil. Tuvimos que trabajar muchísimo mi hermano y yo para poder llegar a crear gran cantidad de imágenes y atmósferas diferentes, porque la idea del compositor no era otra más que la de no cambiar ni una sola nota para esta versión".
Del teatro a la partitura
Los hermanos Forman, como ocurre siempre en la ópera, tuvieron que adaptar el ritmo del teatro al ritmo de la partitura. Lo insólito aquí es que el ritmo de esta partitura no es esencialmente musical, sino cinematográfico. Otra forma de decirlo es que Glass, en su día, al componer su partitura, decidió dejarse "forzar" por el ritmo de Cocteau y ahora ha decidido que los Forman se sometan igualmente al francés.
Cabe esperar que esta cadena de violaciones entre diferentes géneros acabe convirtiéndose en una auténtica sucesión de hallazgos. Eso es lo que parece haber sucedido en esta producción, al menos a juzgar por la excelente acogida que consiguió en su estreno en Praga, que no es precisamente una plaza fácil en materia de teatro. Otro que tiene que lidiar de primera mano con el asunto de los ritmos cambiados entre el teatro, el cine y la música es el director musical del espectáculo, Petr Kofron, que no duda en definir esta partitura como una "ópera parlando, donde el teatro es más importante que la música".
Sobre el carácter tan especial de la música de Philip Glass, el maestro Kofron es clarísimo: "Es música tonal, con armonía propia del pop. Es música de máquina, pero contiene dentro una gran cantidad de emociones... De lo que se trata es de poner en conexión la máquina con las emociones". Y añade: "En toda la partitura, Philip Glass ha escrito únicamente dos ritardandos. ¡Dos! ¡En hora y media de música! Yo le he dado a la obra una visión más romántica, intentando hacer unos pocos ‘ritardandos’. Tampoco muchos, 10, a lo sumo". En cuanto a los cantantes, el maestro Kofron no puede estar más contento. "Todos son excelentes", asegura poco antes de añadir que le encanta el Palau valenciano: "¡Es auténtica arquitectura del siglo XXIII!"
En lo que coinciden el maestro y el director de escena es en que La bella y la bestia no es sólo un cuento de niños, sino que también puede ser considerada una historia de amor, una historia real que se desarrolla entre personajes reales. "Eso resultaba muy interesante para nosotros -asegura Petr Forman-, porque el carácter de cuento de hadas nos permitía abrir mucho la fantasía y, al mismo tiempo, su carácter verosímil aporta diálogos muy reales, como los que cruzan las hermanas, o los hermanos, o el Padre y el Pretendiente, que nos recuerdan situaciones muy variadas de la vida. A ello hay que añadir el toque que aporta la música minimalista que, al menos en nuestro país, no está muy difundida. Fue muy interesante entrar en ella y conocerla de cerca".
Ante la ambivalencia del texto de Jean Cocteau, cabe preguntarse si esta versión de La bella y la bestia es un espectáculo para niños o para adultos. Petr Forman parece tener claro que no está muy seguro: "Desde que terminé de estudiar, hace ya más de 20 años, he estado trabajando con mi hermano en teatro de marionetas y en teatro de muchos otros tipos. Sin embargo, nunca nos hemos planteado si el espectáculo que estábamos preparando, inventado o creando en ese momento era para los más pequeños o para los adultos. Nosotros hacemos el trabajo que queremos, componemos las imágenes que nos parecen más convenientes, con la esperanza de que alguien -no sabemos muy bien quién- venga después, lo vea y le guste. En la práctica, lo que suele ocurrir es que el espectáculo que sale al final puede ser visto por toda la familia". Los hermanos Forman son hombres de teatro de toda la vida, pero no necesariamente de teatro convencional, con sala a la italiana y, menos aún, con foso de orquesta.
"Uno de los grandes retos que afrontamos y que tuvimos que asumir nada más aceptar este encargo -dice Petr Forman- fue el de trabajar en un teatro, digamos, ‘normal’. Lo habitual y frecuente para nosotros es formar nuestra propia compañía independiente y trabajar en los sitios más dispares. Entrar en el Teatro Nacional de Praga, o en este Palau de les Arts de Valencia, es una experiencia nueva, casi desconocida, a la vez que un gran placer. El Palau de la ciudad del Turia, por cierto, es espléndido; el personal técnico que trabaja en él para que todo esté a punto y funcione correctamente es maravilloso y el espacio en sí tiene mucha fuerza".
Lo bueno de introducir profesionales nuevos en la escena operística es que aportan luz actual a problemas ya muy viejos; tan viejos que ya ni siquiera se consideran problemas. Esta Bella y bestia, por ejemplo, ha sido ensayada en los escenarios reales durante varios meses, lo que es insólito en el género y completamente inviable en un teatro de ópera convencional.
Espectáculo distinto
Los Forman aportaron su sistema habitual de trabajo. Construyeron la escenografía entera en su refugio campestre, a 30 kilómetros de Praga, e invitaron a trasladarse allí a músicos y cantantes. "Cuando llegó el día del estreno -dice Petr-, el pasado mes de agosto, las cosas estaban muy bien probadas y calibradas. Eso contribuyó, creo, a darle al espectáculo un estilo y un ritmo propios. Las personas que vinieron a verlo a la ciudad de Praga se encontraron un espectáculo distinto, porque la ópera, por lo general, suele ser más estática y más clásica. Generalmente, el acento de la función se pone en las voces y en la música, que suele ser maravillosa, a veces incluso se cuenta con decorados bonitos, pero suele pasar que la gente usa poco el escenario y eso es, precisamente, lo que hemos intentado hacer nosotros: usar el escenario hasta el final".
La bella y la bestia estará en el Palau hasta el próximo domingo. Además de la música de Glass, interpretada por la Orquesta de Valencia a las órdenes de Petr Koufron, la escenografía de los hermanos Forman y las voces de Marina Rodríguez-Cusì (Bella) y Andrea Porta (Bestia), destacan la coreografía realizada por Veronika Švábová y el vestuario de Jan Pištek.
La inspiración se llama Cocteau
Einstein on the beach (1976) fue el título que dio a conocer mundialmente a Philip Glass como operista y como campeón de la llamada "música repetitiva", que viene a ser la contrapartida musical del arte "minimal" estadounidense. La música "minimal" parece repetirse una y otra vez -siempre-, aunque en realidad no se repite nunca, gracias a cambios leves y bastantes graduales. La presentación en Madrid de Einstein, con dirección de escena de Bob Wilson fue uno de los hitos del año 1992. Tomando como punto de partida al novelista, dramaturgo y cineasta francés Jean Cocteau, Glass ha compuesto hasta el momento dos óperas: Orphée (1993) y La bella y la bestia (1994). Otras óperas de Glass son Satyagraha (1980), Koyaanisqatsi (1983) Akhnaten (1983) y Corvo branco, una obra en cinco actos con libreto de Luisa Costa Gomes, que se presentó, también con Wilson, en el Teatro Real en 1998, con Ana Paula Russo y Yuri Batukov como protagonistas.