Que Antonio Ruz es uno de los mejores coreógrafos de España no lo dudaba. Luego de Pharsalia sería imposible decir lo contrario. Su talento para crear frases coreográficas de exquisita sutileza lo coloca en un lugar privilegiado dentro del panorama contemporáneo. Con Solaz, una vez más, Ruz nos ha demostrado su genio creativo.
Concebida para ser interpretada bajo el cielo abierto, esta coreografía se estrena, por azares meteorológicos, en la Nave 16 de Matadero Madrid. Sin embargo, el forzado cambio de escenario no empaña la esencia de la obra: una exploración del movimiento individual que se transforma en una danza colectiva. En palabras de Ruz, Solaz es "la danza como el juego del cuerpo", una metáfora que captura a la perfección la fluidez y expresividad de la coreografía.
Veinte son los bailarines —diversos en todos los sentidos posibles— que van apareciendo en un escenario rodeado de público. Como si de una llovizna fina que persiste se tratara, poco a poco llenan el espacio con movimientos a medio camino entre la danza callejera y la refinada academia, pasando por otros estilos, todos engrasados.
Al comienzo, un silencio expectante da paso a un ritmo vibrante que emana de la mesa de mezclas, guiado por la mano experta del DJ Aire. El baile, en constante evolución, se transforma en una danza contagiosa que eleva la temperatura del recinto. La mirada del espectador se ve atraída por un torbellino de cuerpos en movimiento, donde la elección de a dónde enfocar la atención se convierte en un desafío.
En ocasiones, dos grupos de bailarines se sincronizan con precisión, mientras que, en otras, la efervescencia de movimientos quebrados crea una atmósfera electrizante. En otros momentos, la atención se centra en una masa compacta de cuerpos que se desplaza con fluidez por el espacio diseñado para la danza.
Preguntado por cuánto de improvisación hay en Solaz, Ruz confiesa que “alrededor de un 60 %”, algo que indica la excelencia de los bailarines que no solo interpretan, también colaboran en generar un espectáculo similar, mas nunca idéntico, en cada función. Una mención necesaria está en la fina elección del estilismo —moderno, rompedor y callejero— de Sebas Hotmail, algo que se engarza a la perfección con el propósito cimero de esta provocativa coreografía.
Para el final, cuando el público apenas puede mantenerse en sus asientos, una invitación a celebrar la danza es hecha y bienvenida. Solaz culmina con todos los asistentes participando de una rave improvisada que celebra las ganas de danzar.
La otra buena noticia es que Solaz es un anticipo de la emocionante era que se avecina para todo el espacio de Danza del Matadero. En palabras de Marta Rivera de la Cruz, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, “Solaz es un exquisito aperitivo de la apuesta por la danza del Matadero que tendrá la dirección de María Pagés, algo que me tiene muy ilusionada”.