El prodigioso Tarmo Peltokoski cierra Granada con una sesión en honor a Wagner, Strauss y Bruckner

Tres compositores entre los que no es difícil establecer conexiones. El magisterio indudable ejercido por el autor de la Tetralogía sobre el pío organista de San Florián se percibe en no pocos de los procedimientos melódicos, armónicos e instrumentales que este último desarrolló en sus mastodónticas estructuras.

Conexión que se puede advertir tras la escucha de la copiosa obertura, tan rica temáticamente, de Meistesinger y, poco más tarde, de la noble, imponente y testamentaria sinfonía final del dubitativo y humilde Bruckner.

En medio, esa maravilla que son las también testamentarias Cuatro últimas canciones del afirmativo bávaro, siempre exultante y, al final de su vida, recogido y nostálgico. Algo advertible en esas piezas y en la maravillosas Metamorfosis para un conjunto de cuerdas.

Lo melódico y lo refinado a través de una línea vocal depurada envuelta en un prodigioso flujo sinfónico nos lleva en espíritu al más allá. Sobre todo si la solista posee una voz de soprano muy hecha. Son cualidades que parece poseer al menos en potencia la joven franco-danesa Elsa Dreisig. Puede realizar una muy lírica recreación de esas canciones que fueron estrenadas en Londres en 1950.

En el podio, un director muy joven, uno de los últimos descubrimientos, el finlandés Tarmo Peltokoski (Vaasa, 2000), que se dio a conocer en nuestro país –unos pocos años después de haber dirigido a la Sinfónica de Galicia– en el festival granadino. La firmeza, la claridad de gesto, la solidez y la joven maestría del nuevo valor podrán ser apreciadas en esta oportunidad.