Conejero reescribe el mapa borrado de Lorca
Alberto Conejero. Foto: Olmo Calvo
Más de ochenta años ha permanecido inconclusa Comedia sin título, la última obra teatral de Lorca, en la que trabajaba cuando fue asesinado. El dramaturgo Alberto Conejero publica ahora en Cátedra su versión de los dos últimos actos, que ha titulado El sueño de la vida, en los que profundiza en este "auto sacramental laico" del poeta granadino.
Así arranca el segundo acto de El sueño de la vida, la esperada continuación que el dramaturgo Alberto Conejero (Jaén, 1978) ha elaborado a partir del único acto conservado de la inconclusa Comedia sin título, la obra teatral en la que Federico García Lorca trabajaba cuando fue fusilado en los alrededores de su Granada natal. Publicada el próximo febrero por la editorial Cátedra junto al original lorquiano, la obra de Conejero, que recupera el título previsto por Lorca, profundiza en los dos últimos actos de una pieza subversiva y rompedora en la que el poeta granadino se plantea el sentido del teatro en la sociedad y su posible destrucción para renovarlo, reflexión en la que implica también al público.
Y es que El sueño de la vida es una obra fundamentalmente política y social, valiente y necesaria en tiempos de desigualdad. Pensada para conformar junto a El público y Así que pasen cinco años la llamada "trilogía del teatro imposible", "Federico se plantea en esta pieza si tiene sentido seguir haciendo teatro, se preocupa por la desigualdad social y el ascenso del fascismo, y por el papel que debemos jugar". De la vigencia de esos temas, en pleno auge en Europa, nace la necesidad de Conejero de complementar la obra, porque "me parece una necesidad que ese mensaje político y poético, mucho más directo y menos simbólico que en las otras dos piezas, pues nos dice que la revolución será poética o no será, sea escuchado".
"En ningún momento he sentido que era un acto de emulación, de pretender acabar algo inconcluso, sino que he construido una dramaturgia, un nuevo texto que dialoga con el de Lorca a partir de pulsiones absolutamente honestas, un diálogo desde el amor que cuenta con esa capacidad que tiene la escritura de sobrepasar las líneas de lo histórico", asegura el dramaturgo, cuya escritura ya estaba inundada de Lorca tras su adaptación de El amor de don Perlimpín y Belisa en su jardín y, sobre todo, de la creación de La piedra oscura, donde Lorca es causa y fin de la trama.
Para ir hilando ambas voces, Conejero se ha basado como punto de partida en los testimonios de la actriz Margarita Xirgu y del periodista Pablo Suero, de lo que hubieran sido el acto segundo y tercero, ambientados en una morgue y en un cielo lleno de ángeles andaluces, "lo que establece una especia de cartografía, un mapa casi borrado por el tiempo. Desde la intuición, he seguido las pistas tratando de imantar, no de imitar, mi propia escritura con la de Federico". Además de estos vestigios, al ir escribiendo el autor echaba mano de otros textos de Lorca que complementan el tono de la obra, que no elude el magisterio del granadino. "Iba buscando como un zahorí y de repente me iban cayendo versos de Poeta en Nueva York o de Diván del Tamarit, o algún fragmento de otra obra de teatro".
Montaje de Comedia sin título dirigido por Luis Miguel Cintra en La Abadía en 2005
Sacralismo laico
Entrando de lleno en el mundo que plantea la obra de Lorca, en la que Conejero reconoce la evidente impronta de Calderón, pero también del surrealismo e incluso del simbolismo, "es el propio Federico quien nos da la clave de lo que es El sueño de la vida, que define como un drama social con intervención del público". También habla el poeta de un auto laico, de esa idea del sacrificio como acto poético por parte del creador enmarcado en un combate del hombre con sus temores y anhelos. Por eso, tanto la Comedia sin título como El sueño de la vida "exploran cuál debe ser el papel del creador en tiempos de turbulencias, de estallido social, y el propio papel del arte, y en concreto del teatro, en esos momentos, pero lo hacen desde una dimensión alegórica, simbólica, como si fuera un auto sacramental laico, si ese oxímoron es posible", explica el dramaturgo.Sin embargo, más allá del inimitable aliento poético lorquiano, es esa reflexión sobre el sentido del teatro en la sociedad, absolutamente vigente, el catalizador que lleva a Conejero a tomar el testigo. "No me atrevería a establecer este diálogo con Federico si no es desde una pregunta que como autor necesito ahora mismo lanzar a mis conciudadanos y también a los creadores, a mis compañeros", explica. "En tiempos donde lo político y lo poético o lo artístico están en una dialéctica tan delicada, y donde la injerencia de lo político en lo poético es tan intensa, creo que ahora más que nunca, El sueño de la vida lanza una pregunta absolutamente necesaria", incide al autor.
De este modo, en los dos nuevos actos Conejero mantiene la trama y respeta los personajes creados por Lorca, todos simbólicos: el Autor, la Actriz, el Actor, el Criado, el Joven, la Madre... Aunque sí profundiza bastante en algunos dotándolos de más entidad y evolución, como en el caso de la Actriz, a la que imbuye de "una mirada contemporánea sobre lo femenino, esta perspectiva de género, o más atenta al universo femenino ha sido radical. Quería una heroína poética y política, un personaje que paradójicamente respecto al acto primero, adquiere una voz política muy poderosa". O también de la figura del Criado, "que en el segundo acto nos habla de los riesgos de una revolución que no esté afectada en cimientos humanistas".
Actriz.-Este es el mundo, Lorenzo, agonía, agonía.
¡agonía, agonía, agonía, fermento y sueño!
La guerra pasa llorando con un millón de ratas
grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados y la vida no es justa, ni buena ni sagrada.
Pero yo no tengo miedo.
No tengo miedo.
Este es el regalo de tu cuerpo,
de tu sangre que ahora me bendice,
esta alma nueva y esta verdad
que me llena la boca
con toda esta furia de cielo.
¡No haya cuartel!.
(Se quita la peluca, la enorme cabellera negra, y vemos su pelo rapado, escasísimo.)
¡No lo haya!
Que los teatros se llenen de fuego
y los telones vuelen por el aire
como pájaros secretos a ninguna parte.
¡Que la lluvia despinte los bambalinones!
¡Que se inunden los desvanes del polvo viejo
donde se congregan estatuas y musgos!...
[...]
Sola yo, sola y tu alma ausente, Lorenzo.
Saldré sin el traje por las calles de sangre.
Con el agua harapienta de los pies secos.
He de gritar frente a las cúpulas,
he de gritar loca de fuego,
he de gritar loca de nieve,
he de gritar con la cabeza llena de excremento,
he de gritar como todas las noches juntas,
he de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música.
Desde ahora la legión del desconsuelo
rugirá en todos los teatros
y siempre que se levante un telón
será como un cataclismo.
Porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de
la Tierra,
que da sus frutos para todos.
Telón. (Final del Segundo Acto)
Hambre de escenario
Más allá de lo hecho sobre el papel, Conejero pretende reproducir el radical planteamiento hacia el público que buscaba Lorca, cuya intención era romper completamente la cuarta pared e incluso las paredes del mismo teatro. Prevista su representación para los próximos meses, el dramaturgo confiesa que "ardo en deseos de ver esta función en un teatro. Este texto es literario dramático pero nace con hambre de escenario, porque pretende que el teatro no esté indemne de lo que ocurre en la calle y viceversa". En este sentido, Conejero piensa estar en consonancia con lo que querría Lorca, "un hombre absolutamente libre en sus planteamientos estéticos, que tomó la tradición clásica y la iluminó con la luz vivísima de las vanguardias, y no tuvo miedo de seguir sus impulsos creativos y sus obsesiones".Por eso, se desmarca de la actual polémica purista que azota las recientes adaptaciones lorquianas, ya que considera que "lo peor que se le puede hacer a un autor es meterlo en una custodia puritana y conservadora donde el aire del presente no venga a remover ese texto como el viento agita una marea", opina el dramaturgo. "El teatro es presente, los textos están vivos, y por eso siempre es distinto. Yo evitaría esos términos de ser leal o ser traidor, porque creo que cuando alguien ama algo y lo lleva a un escenario desde ese amor, no se puede poner más objeción", concluye.
Autor.-Entonces por fin el teatro se parecerá a la vida. No hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir. No hay más que un millón de carpinteros que hacen ataúdes sin cruz. No hay más que un gentío de lamentos que se abren las ropas en espera de la bala. ¿Cómo quieres que alce una cortina blanquísima?
Joven.-Pero el público... Hace falta tiempo, tiempo.
Autor.-Es posible. Pero no nos queda ya, amigo. Todo esto no es más que miedo a la muerte.
Joven.-Todo esto no es más que miedo a la muerte. Es verdad. Por eso te obcecaste en el teatro.
Autor.-¿Me lo reprochas?
Joven.-Mira cómo hemos terminado.
Autor.-Antes eras tierno y cantabas. Te dormías sonriendo, abrazado a ese librote de Shakespeare. Te consolaba.
Joven.-Eres tú quien no recuerdas tus ojos de niño.
Autor.-Ni un solo momento he dejado de verlos en todos los espejos.
Joven.-¿Y si destruyen el teatro?
Autor.-Quizá el único modo de salvarlo sea destruirlo.
Joven.-Y tú... ¿por qué buscas ese martirio?
Autor.-No habrá olvido ni sueño: carne viva. Nosotros estamos llamados al sacrificio. En el mundo ya no luchan fuerzas humanas sino telúricas. Ponme en una balanza el resultado de esta lucha: aquí, tu dolor y tu sacrificio, y aquí la justicia para todos, aun con la angustia del tránsito hacia un futuro que se presiente pero que se desconoce, y descargo el puño con toda mi fuerza en este último platillo.
(Fragmento del Tercer Acto)