Miguel del Arco: "Hamlet es un psicópata"
El director estrena este jueves en el Teatro de la Comedia su valiente versión de la inmortal obra de Shakespeare
18 febrero, 2016 01:00Miguel del Arco. Foto: Ros Ribas / Kamikaze Producciones
Helena Pimenta, directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, invitó a Miguel del Arco a dirigir el explosivo Hamlet que se estrena este jueves, 18, en el Teatro de la Comedia. La respuesta del director fue afirmativa. Eso sí, en coproducción con Kamikaze “para afianzar y dar más alas y solidez al proyecto”. La elección llevaba la inercia de la alargada sombra de los 400 años de la muerte del bardo inglés. La CNTC no había vuelto a abordar un autor extranjero en producción propia desde El Misántropo de Marsillach pero su regidora pensaba que la “línea editorial” de la compañía ya estaba clara y que permitía abordar a clásicos que no fueran nacionales. Así que todo listo para escuchar las sagradas palabras del príncipe de Dinamarca. Llegamos a "la hora bruja en la que bostezan los cementerios y el infierno lanza su fétido aliento contra el mundo".P.- ¿Cuál es su propuesta escénica del clásico de Shakespeare?
R.- Hemos querido incidir en el espacio mental. En la línea vertiginosa que existe entre el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, la noche y el día. Conceptos que se contradicen al mismo tiempo que se completan. Hamlet es un ser completo en lo incompleto. Lo es todo para no ser nada. No quería un espacio realista, ni siquiera una línea narrativa realista. Pensamientos que afloran pisándose unos a otros.
P.- ¿Qué dice Hamlet al espectador del siglo XXI?
R.- "¡Esto hay que pensarlo!". Dice Harold Bloom que el problema de Hamlet no es que piense demasiado sino que piensa demasiado bien. Yo creo que el verdadero problema es que lo hace. Es incapaz de desarrollar su capacidad de empatía. ¡No me gustan los hombres!, dice, lo que le convierte en un psicópata. Es más que probable que Shakespeare leyera a Montaigne, creo que a Hamlet le hubiera venido muy bien. Es la superconciencia de lo individual: los demás no existen sino como peldaños para conseguir nuestras metas o paredes contra las que estrellar nuestras miserias y penas.
P.- ¿Hay hueco en los tiempos que corren para su existencialismo, para su tormento, para su melancolía, para su dolor...?
R.- Creo que el existencialismo, la tristeza, la melancolía de Hamlet son las del ser humano. Reflexionar sobre ello nos permite avanzar. Montaigne decía que la muerte no es el objetivo de la vida sino su extremo y si nos asusta nos resultará imposible dar un paso sin fiebre. La fiebre en nuestros días no es tan existencialista, el existencialismo demanda reflexión, algo cada vez más extraño en estos tiempos donde las opiniones se pagan al peso y los principios son los de Groucho Marx: ‘si no le gustan tengo otros'. Pero al final la fiebre es la misma.
Israel Elejalde, Ángela Cremonte y Cristobla Suárez en el Hamlet de Miguel del Arco. Foto: Ceferino López
R.- En mayor o menor medida todos somos Hamlet porque todos, mientras estamos en el mundo, estamos en el intervalo entre el ser y el no ser.
P.- ¿Cómo definiría el Hamlet de Elejalde?
R.- Hamlet transita en un mismo soliloquio la tristeza del huérfano, el terror de la muerte, el vértigo del suicida, el humorista desatado y la pulsión del asesino. Necesitaba a un actor con una extraordinaria preparación técnica, con una cabeza bien amueblada y con la emoción y la valentía necesarias para adentrarse en territorios inexplorados. Ese es Israel.
P.- ¿Cómo ha planteado la puesta en escena?
R.- Como dice Brook, 'como una frase sinuosa que no acaba nunca hasta el mismísimo final'. Quería que las escenas se pisaran unas a otras componiendo una sensación de irrealidad. Esa misma sensación que se tiene alrededor de la muerte de un ser querido. Cuando uno es capaz de observar con la mayor perplejidad la velocidad a la que sigue girando el mundo que lo rodea al mismo tiempo que cree poder escuchar el silencioso mecanismo que lo mueve.
P.- ¿Qué destacaría del trabajo de los actores (excelencias aparte)?
R.- Fundamentalmente la alegría y la entrega. Llevamos muchas semanas viviendo en "la hora bruja en la que bostezan los cementerios y el infierno lanza su fétido aliento contra el mundo" y sin embargo no paramos de reír. Soy consciente de haber impuesto unos ensayos agotadores y una puesta en escena muy física que obliga a los actores a estar en el escenario casi sin salir en una función de largo recorrido. La respuesta siempre ha sido entusiasta.
P.- ¿Alguna vibración especial el hacerlo en el Teatro de la Comedia, en el CNTC?
R.- Las instituciones al final, por más que digan algunos políticos, toman la forma de las personas que las representan. Helena Pimenta y su equipo han hecho que la colaboración con la CNTC esté siendo fácil, dinámica y creativa. Volver al Teatro de la Comedia es una alegría enorme. Es la recuperación de uno de los mejores y más bellos teatros de Madrid donde cualquier espectáculo gana al pasar por su escenario, por la relación que tiene con el público y por su incomparable acústica.
P.- ¿Qué une Antígona, su anterior proyecto, con este Hamlet?
R.- La forma de enfrentarlos: gran preparación previa, talleres de investigación y el compromiso del equipo. Y en lo emocional, junto al Alceste de Misántropo, la profunda contradicción en la que viven.