Zoe Arnao, Rosy de Palma, Blanca Portillo, Pedro aguilera y Carmen machi, en el rodaje

Zoe Arnao, Rosy de Palma, Blanca Portillo, Pedro aguilera y Carmen machi, en el rodaje

Cine

Blanca Portillo, Carmen Machi y Rossy de Palma reviven 'La Caza' de Saura en su versión femenina

En un cortijo extremeño bajo un sol de justicia, El Cultural visita el rodaje de 'Día de caza', de Pedro Aguilera, que homenajea a la película de Carlos Saura.

16 septiembre, 2024 02:18

Escribió Baudelaire que "los españoles están muy dotados para lo cómico, aunque llegan muy rápido a lo cruel". El canon ibérico de la crueldad y la mezquindad no parece haberse disuelto desde los tiempos de Goya, de Buñuel, de Saura… que ahora son los nuestros.

Pedro Aguilera no es ilustre ni aragonés como ellos, pero los cuatro largometrajes del donostiarra (La influencia, 2007; Naufragios, 2010; Demonios tus ojos, 2017; Splendid Hotel, 2023) rezuman sobrado talento como para hurgar en la mitología numantina y sus lacerantes heridas.

"De eso habla La caza, de España", nos cuenta bajo la carpa que, como leitmotiv visual, ocupa el centro del relato. "Lo interesante de un remake es que no rehaces el estilo, sino el momento histórico. Hay cosas que no han cambiado nada. Las tensiones son las mismas: abuso de poder, rencores sociales, clasismo, envidias, traición… Allí estaba la sombra de la Guerra Civil, aquí está la de la crisis, la prevaricación, la especulación inmobiliaria…".

Repetición con variaciones

La historia condenada a repetirse, es decir, nuestra capacidad de autodestrucción mutua. Una repetición con variaciones. Con guion del propio Aguilera y de Lola Mayo, Día de caza regresa al mismo escenario, a una batida de conejos enfermos que deriva en la caza del hombre… en este caso, la mujer. El protagonismo es ahora absolutamente femenino, cuatro artemisas purgando sus instintos, escenificando una parábola de la deshumanización.

En un paisaje amarillo abrasado por un sol de justicia, donde hace sesenta años la visión de la mujer era simbólica o imaginada (maniquíes y fotos de revista); allí donde se cocían y despedazaban Ismael Merlo, Alfredo Mayo y José María Prada como arquetipos de la educación franquista, bajo la curiosa, espantada mirada de Emilio Gutiérrez Caba; ahora Blanca Portillo, Rossy de Palma y Carmen Machi replican el espectáculo de nuestra condición depredadora, escrutadas por la debutante Zoe Arnao.

La complicidad entre las actrices que se masca en el aire no está exenta de una rivalidad energética que le sienta bien a la película, que incluso es buscada. Aguilera y Mayo escribieron el guion con sus rostros ya en mente, y mantuvieron sus nombres para los personajes. De hecho, fue de las primeras intuiciones que tuvo el cineasta en las fases seminales del filme, hace cinco años.

"Mi mayor desafío es preservar mi propia voz ante ellas, que no me fagociten", explica. "Ocupan todo el tiempo en pantalla y tengo que encontrar mi espacio, con la dilatación de los tiempos, los silencios, recursos... Hay una tensión muy clara entre mi voz de cineasta y sus voces como actrices. Ellas están increíbles. Lo difícil es controlar ese torbellino".

Efectivamente, antes y después de cada toma, las conversaciones entre director y actrices no son instrucciones, sino dialécticas, búsquedas en común, sugerencias, ruegos y requerimientos. "Me siento un poco como en una de esas películas corales, como La gran comilona de Ferreri, donde todo acaba en la interpretación, en las estrellas, y lo cinematográfico queda detrás", apunta Aguilera.

Zoe Arnao, Rossy de Palma, Aguilera y Blanca Portillo

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La propuesta no pasa por la austeridad y la crudeza del blanco y negro con el que Luis Cuadrado fotografió el filme de Saura. Eva Díaz (Los europeos), al frente de la fotografía, no emplea luces artificiales, el sol extremeño bañando el cortijo es capturado cada jornada del rodaje desde el amanecer hasta las tres de la tarde, simulando el paso de las horas a lo largo de un día, en el que transcurre toda la acción del drama.

"El filme se va oscureciendo a medida que avanza", explica Díaz. "Y tratamos de generar esa atmósfera trabajando con elementos naturales. El sudor de las actrices es real". Con todo, el empleo de varios drones, uno de ellos integrado en la propia trama del filme, elevan su sofisticación al siglo XXI. "El tono no es seco y realista como en la obra de Saura. Estamos construyendo un mundo más flotante y líquido en el que puede pasar cualquier cosa. Toda la película tiene una energía de fábula y la forma, algo manierista, camina acorde a ello", explica Aguilera.

Ese tono, apostilla el director, se acerca a la farsa irónica, algo costumbrista, pero tamizada con la estética del wéstern y la tensión de un thriller. "Aun siendo un remake, con una estructura y un guion similares al original, es una película completamente diferente", sostiene Anna Saura, coproductora junto a Jaime Gona. "Ese es su gran misterio. Hay diálogos exactos que hoy tienen un significado distinto, hasta opuesto. Es un juego increíble". Su implicación en el proyecto se suma a las filiaciones incluso sanguíneas que recorren el filme, por dentro y por fuera, casi como presencias fantasmagóricas. "Yo diría que es una película-espejo", añade Aguilera. "Y, de hecho, en un nivel meta-narrativo, La caza está dentro de Día de caza, de una forma sorprendente que tendrá que descubrir el espectador".

No son muchas las claves que logramos desentrañar en el día de rodaje, si bien Blanca Portillo nos revela que ella interpreta a la sobrina de José (Merlo), actual dueña de la finca, sesenta años después de la matanza filmada por Saura, casi como si fuera un documental de la España negra cuya violencia vuelve a resonar. "Blanca arrastra el pasado de la familia, y entre las tres revivimos el trauma. A veces pienso que somos un solo personaje, como un monstruo de tres cabezas condenado a autodestruirse", expone la actriz.

Entre las afortunadas decisiones de rodaje, el proceso de desquiciamiento que relata la historia, gravitando de la comedia a la tragedia, se rueda en orden cronológico. Algo que las actrices agradecen.

En palabras de Rossy de Palma, son como tres stradivarius que ya vienen afinadas de casa, pero "el respeto por el orden de los sucesos nos ayuda a dotar de veracidad las relaciones de los personajes, nos permite funcionar de una forma muy orgánica, porque las tres trabajamos con las tripas, incorporando incidentes incontrolables". Esto es, una vaca que se cuela en el plano, un carraspeo de dipsómana por parte de Carmen (Machi), un gesto torcido en la forma en que Blanca (Portillo) la golpea…

Mediadas las seis semanas del rodaje, las tensiones del drama empiezan a aflorar. Guarecidas a la sombra de la carpa, Rosa y Blanca duermen la siesta cuando suena el móvil de la segunda. Se aleja y mantiene una conversación tensa al fondo del plano. Luego regresa y medita, reaccionando a la voz en off de sus pensamientos, recurso que ya estaba en la película original, que Aguilera lee detrás del combo y que Portillo replicará en la postproducción.

Carmen Machi, en una hamaca, durante un descanso

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Apenas necesitan dos o tres tomas por escena. Sin grandes dilaciones. Es la dinámica habitual, nos dicen. "A Pedro no le gusta mucho ensayar las tomas y eso me gusta", afirma Portillo. "Además, los largos planos-secuencia lo hacen todo más fluido y permiten que el estado de ánimo, y no tanto la técnica, se cuele en la pantalla, y que la acción siempre sea por reacción".

Viejas amigas

El calor, el alcohol y las armas. Son los tres elementos que hacen estallar la contención, justo en la escena siguiente, y que se concentran en Carmen. "Mi personaje trabaja para Blanca y son viejas amigas", explica Machi antes de rodar la escena en la que dispara a un florero situado entre las tumbonas de Blanca y Rosa. "Tiene un gran problema con el alcohol que se acentúa más que en el resto. Creo que es el personaje más desinhibido y el que maneja mejor las armas, pero realmente es una persona que vive sometida y resignada".

A continuación, un travelling resuelto en tres acometidas sigue a Blanca enardecida, acercándose a Carmen mientras la insulta para acabar propinándole una bofetada. "¡Eh, tú, borracha! ¿Crees que vamos a estar aguantando tus borracheras toda la puta vida? ¿Estás loca?". La violencia se desata. "A partir de ahora, todas iremos perdiendo el control. Ahora empieza la verdadera cacería", explica Portillo.

En esa transición entre la comicidad y la crueldad más primitiva, la que según Baudelaire corre veloz por la sangre caliente española, se adentran las jornadas de Día de caza. Diana (Arnao) será el punto de vista del espectador, una adolescente difícil, sobrina de Rosa.

"Aporto el contraste de tres mujeres de derechas que se van un día de caza", explica la debutante Arnao. "Mi mirada es joven, intelectual y alternativa, pero en realidad mi personaje viene de ahí, lo tiene en la sangre, y empieza a despertar a esa realidad familiar de la que no puede escapar".

Rossy de Palma secunda: "Cada tres generaciones, cuando desaparecen los supervivientes de los horrores, el ser humano experimenta una amnesia y la oscuridad reaparece. Puede que Día de caza hable de eso. Va a ser una película muy especial". No podemos estar más de acuerdo. Carlos reviriego