Pedro Aguilera
Quería hacer una película religiosa, una parábola bíblica
19 julio, 2007 02:00Una nueva generación de cineastas españoles toma este año la alternativa. El último en llegar es Pedro Aguilera, quien estrena mañana La influencia . Su paso por la Quincena de Realizadores de Cannes rubricó un gran debut.
La indagación en el paso/uso del tiempo se ha convertido en el signo distintivo de toda una generación de cineastas españoles. Todos en la treintena, directores como los hermanos Ulloa, Jaime Marqués, Rafa Cortés, José María de Orbe, Jaime Rosales o en el caso que nos ocupa, Pedro Aguilera, proponen con sus radicales trabajos una verdadera nueva forma de entender el cine, aún por perfilar, pero sumamente estimulante y que está haciendo de este 2007 uno de los años más apasionantes desde el punto de vista de la originalidad en las propuestas y la consagración de un futuro que ya se perfila.Se trata de sólidas producciones que buscan un lenguaje propio, muy atentas, como se ha mencionado, a la captación cinematográfica del "sentido del tiempo" y tan lejos de los estándares de Hollywood como de la tradición mayoritaria del cine español (aunque se oigan ecos de Saura o Erice entre los clásicos y Guerín entre los contemporáneos). Son películas que, como La influencia, buscan en los recovecos de la vida cotidiana elementos de poesía, primando la imagen sobre los diálogos y protagonizadas por seres desconectados de la realidad. Por ello, el estreno de la interesantísima película de Pedro Aguilera no es más que otro paso hacia la consolidación de una generación que existe sin que ellos mismos quizá se den cuenta. Porque, como es natural, Aguilera afirma su propia individualidad: "No he visto casi nada. Me gustó La soledad (Rosales) pero creo que nos interesan seres distintos. Mis influencias han sido La naranja mecánica o el cine de Kieslowski".
Cine a contracorriente. Una reflexión sobre la imagen del martirio de Jesucristo fue la chispa que encendió la imaginación de Aguilera, licenciado en Bellas Artes, estudiante de la Universidad de Cine de San Antonio de Baños (Cuba) y bregado como asistente de dirección con Carlos Reygadas (uno de los productores). Aguilera se planteó "cómo podía ser que una escena tétrica de un hombre clavado en la cruz haya servido de inspiración para tantos artistas a lo largo de la Historia y sea venerada en el mundo entero como un icono bello". Las impactantes fotografías del artista esquizofrénico David Nebreda, en las que se ven cuerpos demacrados, o en estado de descomposición, con signos de autoflagelamiento o tortura, fueron otro elemento de inspiración. "Contacté con Nebreda - explica Aguilera- para que colaborara con el filme pero fue imposible ya que no quería hablar con nadie. De modo que tuve que volver al origen de mi idea valiéndome por mí mismo: una película sobre el sufrimiento, entendido como forma de crear belleza".
Las imágenes aparantemente intrascendentes de la primera parte nos remiten a un universo quasiestático filmado en tiempo real que nos transportan a la exasperante cotidianeidad de una mujer sin voluntad cuyo proceso autodestructivo vemos "muy de cerca. Quería que la cámara captara a un perdedor a la menor distancia posible. Y quería filmar a esa mujer cómo los pintores clásicos retrataban a Jesús. Siempre concebí la película como religiosa y debía tener un aire a parábola bíblica. Aunque pueda parecerlo, no es realista. De hecho, los personajes están filmados buscando su esencia, como se filma a un alma o a un ser vivo en abstracto que a una persona concreta. La cámara se detiene en algunos rostros, tratando de encontrar su espíritu".
Aguilera parece dar por buena la frase de Deleuze según la cual la imagen-movimiento debe ser sustituida por una imagen-pensamiento capaz de "hacer sensibles y sonoros el tiempo y el pensamiento". En consecuencia, la primera parte refleja ese "tiempo real de ella a riesgo de parecer lento, pero se trata de hacer entender una rutina desoladora mucho más frecuente de lo que creemos", para transmitir una impresión que aumenta con un uso del sonido "en el que se refleja la cantidad de ruidos insoportables que uno aguanta en España". Hasta que, tras un punto de giro que conviene no desvelar pero que pondrán a la protagonista y sus dos hijos en un riesgo extremo, el ritmo cambia y se pasa del universo de la madre al de los niños, dando lugar a un "paso de la muerte de ella a la vida de ellos". Todo ello, producto "de un proceso intuitivo, no me gusta el cine Haneke, por ejemplo, porque es excesivamente intelectual".
Aunque durante bastante rato no lo parezca (La influencia no es una película fácil de ver, avisados quedan), hay argumento. Una trama que recuerda poderosamente al de la obra maestra de Kore-eda Nadie Sabe. "La vi un año después de terminar el guión y reconozco que al principio me deprimí. Luego me he dado cuenta de que, en el fondo, no tienen nada que ver". Sí hay unos niños más valientes y mejores personas que su madre, y momentos muy duros. Aunque Aguilera opine que "no se trata de un filme pesimista. Yo siempre he sido pesimista en el presente y optimista en el futuro. Creo que el amor al final nos acabará salvando y los hombres sabremos salir adelante. Se abre una puerta".