¿Qué es la justicia? ¿Qué distingue a la justicia de la venganza? ¿O acaso son lo mismo? ¿Es la impunidad más justa que la venganza? ¿Y qué pasa cuando es la propia justicia la que es corrupta? ¿Es lícito tomársela por la mano? Los filósofos y las películas de Chuck Norris han tratado de contestar a estas preguntas.



Las películas de “venganza”, de un wéstern como Solo ante el peligro (1952) a los Kill Bill (2003) de Tarantino, pasando por un interminable listado de películas “de hostias”, son todo un clásico. En Monkey Man, lo personal se mezcla con lo político en una India en llamas donde conviven el lujo y el derroche con la miseria extrema.

Sorpresa en la primera película de Dev Patel (Harrow, Reino Unido, 1990), al que todo el mundo conoce como el chaval de la oscarizada Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008). Patel ya no es un niño y como actor también lo hemos visto en otras películas como El exótico Hotel Marigold (2012) o Lion (2016).





Debuta tras la cámara con una película inteligente, electrizante y cargada de contenido político que sorprende no solo por su cuidada estética y esmerada planificación de cámara, que no siempre funciona pero tiene verdadera voluntad de estilo, también por su violencia, a veces extrema, y la forma en que logra combinar un retrato de los bajos fondos de la ciudad ficticia de Yatana, un remedo obvio de Mumbai, con un thriller de género que se ve con adicción.

Protagonizada por el propio Dev Patel en la piel de Kid/Monkeyman, interpreta a un tipo de los “slums”, las favelas que vimos en la película de Boyle que le dio fama mundial, que se gana la vida peleando (con una máscara de mono) en combates de boxeo clandestinos que destacan por su brutalidad.



Marcado por la tragedia del asesinato a manos de la propia policía de su madre, el protagonista malvive en las sucias calles de esa Yatana deseando vengarse del inspector que arruinó su vida en una India tensionada por el ascenso del ultranacionalismo hindú de Modi en la que la minoría musulmana afronta una creciente marginación y odio.

Hostias y política

En 2019, la revista TIME creó un gran escándalo en la propia India al presentar en su portada al primer ministro desde 2014, Narendra Modi, como el “divisor en jefe”. Político de discurso populista y ultranacionalista, de la escuela de Trump, Bolsonaro, Orban y Putin, el dirigente ha sido acusado de complicidad en las matanzas de 2002 en Gujarat, el Estado del que era gobernador, cuando las hordas asesinaron a como mínimo 800 musulmanes mientras la policía miraba para otro lado. 

En 2020, ya como primer ministro, hubo nuevos disturbios en la capital, Delhi, que acabaron la vida de 36 personas de esa religión. Este clima de violencia sirve como contexto a Monkey Man, que incluso trae a la luz esa violencia de Gujarat de principios de siglo que sigue siendo la principal mancha en el historial de Modi y el motivo por el cual, por ejemplo, no puede viajar a Estados Unidos.

El año pasado, la India alcanzó los 1480 millones de habitantes, sobrepasando a China y convirtiéndose en el país más poblado del planeta. Un boom demográfico que coincide con su éxito económico. El PIB per capita del país ha pasado de los 440 dólares de 2000 a los 2400 de 2022. El de España son 27 mil, por cierto. El año pasado, la economía creció un impresionante 6,8%, y los expertos prevén que en 2027 se convierta en la tercera economía más grande del mundo. 

Fotograma de 'Monkeyman' con Dev Patel.

A pesar de estos indiscutibles éxitos, la India sigue siendo un país en el que los expertos internacionales cuestionan los datos triunfalistas del Gobierno y donde según estimaciones más realistas, entre un 40 y 60% de la población vive con carencias. Como mínimo, hay más de 250 millones de personas (un 16%), que subsiste con menos de dos dólares al día.

Y en Monkey Man, Patel nos muestra el esplendor y miseria del país. Por una parte, el propio protagonista es una especie de ángel vengador de los desposeídos, un grito de rabia de aquellos que se han quedado atrás en ese progreso que ha ensanchado la clase media india pero sobre todo ha hecho mucho más ricos a los ricos.



Su mundo es el de esas inmensas barriadas azotadas por la miseria y la suciedad. Por la otra, la India enriquecida, derrochona y ostentosa que se reúne en una sala de fiestas lujosa y pecaminosa en la que el protagonista comienza a trabajar como camarero para poder acercarse a ese jefe de policía odiado del que se quiere vengar.

En un momento de la propia película, se cita John Wick, la saga protagonizada por Keanu Reeves de gran éxito en los cines con su reinvención de la eterna “película de hostias”.

Más sucia, más devastadora, por momentos un poco confusa y montada de una manera a veces torpe aunque siempre con audacia y talento, Monkey Man sorprende en todo momento por su crudeza y su contundente mensaje contra el ascenso del fascismo, con resonancias que van mucho más allá de la propia India.