Christiane Jatahy (Río de Janeiro, 1968) quería cerrar en casa su Trilogía del horror, una abisal inmersión desarrollada durante el mandato de Jair Bolsonaro en Brasil, que trae a la mente al enigmático Kurtz de El corazón de las tinieblas (“He conocido el horror”). Las dos entregas previas fueron Entre chien et loup, una versión de Dogville de Lars Von Trier, y Before the Sky Falls, montaje inspirado en Macbeth que señalaba a algunos países occidenteales como responsables de la catástrofe ecológica en el Amazonas. Depois do silencio, pieza concluyente del ciclo, pone el foco en el núcleo del esclavismo y la negritud brasileñas, marcadas por heridas coloniales todavía no cicatrizadas. De nuevo, Conrad y sus tinieblas.
El chispazo que detonó el deseo de ir adelante con este trabajo fue la lectura de Arado torcido, una novela de Itamar Vieira Junior, muy reconocida en la órbita lusófona y publicada en España por la editorial Pepitas de Calabaza. “Me encantó. Es una obra impresionante, mágica, pero no en el sentido del realismo mágico. Está centrada en una lucha social: en la vida de una serie de mujeres pertenecientes a familias campesinas del Brasil rural y en su batalla por la tierra”, explica Jatahy, al teléfono desde Zúrich, donde, curiosamente, este viernes 8 estrena una puesta en escena de El chico de la última de fila de Juan Mayorga, al que conoció durante su estancia en Barcelona en los 90, tiempo en el que recibió el magisterio de José Sanchis Sinisterra en su agitadora Sala Beckett.
Jatahy, como es habitual en toda su trayectoria, ha completado un intensivo trabajo de campo durante el cual ha hablado con algunas de las mujeres reales que inspiraron la narración de Vieira Junior, pie asimismo para una venidera serie de HBO. El escritor abrió a Jatahy las haciendas de un Brasil apenas conocido y en el que la ganadora del León de Oro de la Bienal de Venecia en 2022 topó con relaciones socioeconómicas cercanas a regímenes esclavistas del pasado.
“Son personas a las que se permite tener una casa en propiedad y que solo pueden trabajar para el propietario de la hacienda”, apunta para remarcar ciertos paralelismos con ominosas épocas presididas por el horror que enunciaba el coronel Kurtz en Apocalypse Now, la película de Francis Ford Coppola inspirada en los abismos del mal a los que ya nos había asomado Conrad en su novela.
El otro venero referencial de Depois do silencio es un documental mítico en Brasil, Cabra, marcado para morir, de Eduardo Coutinho, que reconstruye la vida contestataria de un líder campesino, João Pedro Teixeira, asesinado por orden de terratenientes locales en 1962. Coutinho empezó a rodarlo en el 64 pero el material le fue requisado por la dictadura el mismo año. Dos décadas después, recuperó parte de él y pudo terminarlo, incluyendo el propio relato de las vicisitudes complejas de la gestación de la película.
[O agora que demora, Homero vs Bolsonaro]
Jatahy incorpora fragmentos del filme, proyectados sobre un escenario con tres pantallas, lo que aporta esa característica conjunción suya de fundir lo teatral con lo cinematográfico. “Es la frontera en la que me gusta moverme, pero siempre introduzco cambios en los dispositivos audiovisuales”, matiza Jatahy, que también añade a la coctelera la historia personal de las propias actrices afrodescendientes del elenco.
“Son estructuras de poder muy arraigadas. Yo las muestro para suscitar una reflexión colectiva que permita acabar con ellas”, explica Jatahy, aliviada tras la derrota de Bolsonaro, que cayó en las últimas elecciones presidenciales frente a Lula da Silva. “Hemos recuperado de nuevo el extinguido Ministerio de Cultura. Hay muchas cosas moviéndose de nuevo en el terreno artístico, proyectos truncados con Bolsonaro, que miraba a los artistas como si fueran delincuentes”.
Aclara que ella no se tuvo que enfrentar a una dictadura como la que requisó las cintas a Coutinho. “Aquello era una censura explícita. La de Bolsonaro era implícita porque lo que hacía era manchar la imagen de los creadores con noticias falsas y cortar todo tipo de financiación. Si hubiera vuelto a ganar, sí podríamos estar hablando hoy de dictadura. Perdió por muy poco, por eso hay que permanecer, como dijo Cae-tano Veloso, atentos y fuertes”. alberto ojeda