La sensación del cine independiente de Estados Unidos de esta temporada viene firmada por una debutante, Celine Song (Seúl, Corea del Sur, 1990), una cineasta que se mudó junto a su familia a Canadá a los 12 años y que ahora vive en Nueva York desde hace más de una década.
En Vidas pasadas (Past Lives), cuenta una historia con una fuerte carga autobiográfica en una película romántica en la que aborda no solo el peso de los amores que permanecen idealizados en la memoria, sino también los dilemas identitarios a los que deben enfrentarse los emigrantes que han crecido en sus “nuevos países”.
Vidas pasadas está protagonizada por Nora (Greta Lee), una escritora treintañera que vive en Manhattan casada con Arthur (John Magaro), un estadounidense de “pura cepa” que confiesa sus temores a que se haya casado con él para obtener la nacionalidad americana. El filme ahonda en cuestiones como el amor, la identidad o el destino.
Pregunta. ¿Cómo surge esta película?
Respuesta. Escribir es un proceso en el que conviertes una experiencia personal en un objeto, en el que pasas de lo subjetivo a lo objetivo. Una noche estaba en un bar del East Village de Manhattan con mi marido y mi viejo amor de infancia en Corea, que ahora es un amigo. Y mientras estaba allí sentada entre estos dos hombres, haciendo de traductora para que pudieran entenderse, sentí que más allá de estar traduciendo entre dos idiomas y dos culturas, también estaba traduciendo a dos partes de mí misma. En ese momento pude notar algo que por una parte era contradictorio y muy extraño pero al mismo tiempo mágico. Pensé que esta era una historia que podía contar.
Cruzar un océano
P. ¿Idealizamos la vida que no tuvimos?
R. Para mí trata sobre lo que significa vivir nuestras vidas, crecer y tener que afrontar el paso del tiempo y el hecho de tener que superar etapas con todo lo que dejamos atrás. Nora tiene que cruzar el océano Pacífico para comenzar una nueva vida en un país y una cultura totalmente desconocidos. Eso le obliga a dejar atrás una parte de sí misma. Esa niña pequeña que se quedó en Asia merece ser reconocida y llorada de manera adecuada.
P. ¿Representa Nora este mundo global en el que las personas pueden atesorar legados muy diferentes?
R. Hasta hace no tanto, si querías ir de una ciudad a otra tenías que ir a caballo. Ahora el movimiento se ha convertido en una parte esencial de nuestras vidas, cambiamos de una ciudad a otra, de un trabajo a otro o de un lugar a otro, y en cada uno nos dejamos una parte de nosotros mismos. Y de esto trata la película. Nora es una escritora que vive en Nueva York pero también sigue siendo esa niña de 12 años que dejó Corea y llegó a Canadá sin hablar inglés. Ese niño que fuimos sigue en todos nosotros y depende de con quien hables te das cuenta de que allí está agazapado. Al final hay que aceptar los muchos “yoes” que tenemos dentro de nosotros. No solo somos una cosa.
P. ¿Siente nostalgia por esas “vidas pasadas” que pudimos tener y no tuvimos?
R. Encontramos puertas a una vida distinta de manera constante en nuestra existencia aunque muchas veces pasan sin que nos demos cuenta. Lo que tenía sentido para mí era articular ese sentimiento de poder ver a través de la puerta y al mismo tiempo marcharse de allí. Es algo con lo que todos podemos conectar. Simplemente porque la puerta esté allí no significa que debamos atravesarla.
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P. La “víctima” de ese reencuentro es el marido de Nora, que observa asustado. ¿Qué opina de él?
R. Creo que esta es una historia sobre personas comunes y esencialmente buenas. Me gustan los hombres que son capaces de tragarse su orgullo y poner primero los sentimientos de la persona que aman. Es lógico que Arthur (Magaro) observe con inquietud esa reaparición de una persona que habla un idioma que no comprende y viene de un pasado que se le escapa. Ese primer encuentro entre ambos hombres, cargado de tensión, en el que afloran muchas emociones por parte de ambos, estuvo improvisado. No dejé que los dos actores se conocieran hasta rodar esa escena para que el espectador la sintiera de una manera más auténtica. Gran parte de esta película trata sobre los primeros encuentros pero también sobre el último adiós. Cuando vemos esa puerta que sigue abierta, estancada en el pasado, también existe la posibilidad de cerrarla.