El estreno de To Leslie en España llega precedido de una extraña polémica por la nominación de Andrea Riseborough al Óscar a la mejor actriz. Película humilde que pasó muy desapercibida en salas en EE.UU., apenas pudo hacer campaña oficial para los premios de la Academia de Hollywood, ya que requieren de una importante inversión económica. Sin embargo, actores de la talla de Kate Winslet, Edward Norton o Susan Sarandon empezaron a reivindicar el trabajo de la intérprete en redes sociales, una estrategía que parecía orquestada por los productores y que, de ser así, se hubiese saltado las reglas de los galardones.
La Academia finalmente resolvió que la práctica no era merecedora de sanción, pero el daño ya estaba hecho: muchas voces empezaron a hablar de nepotismo racial, exclusión cultural y amiguismo, ya que las principales candidatas para la nominación de no haberse colado Riseborough eran dos actrices negras, Viola Davis por La mujer rey (Gina Prince-Bythewood) y Danielle Deadwyler por Till (Chinonye Chukwu).
En cualquier caso, la polémica parece baldía: Andrea Riseborough es lo mejor de To Leslie y bien merece una nominación al Óscar (aunque tanto Ana de Armas como Cate Blanchett serían más justas ganadoras por sus arriesgados trabajos en Blonde y Tár, respectivamente).
To Leslie es uno de esos dramas ambientados en el Texas pobre y blanco al que nos tiene acostumbrado el cine indie americano más convencional. La narrativa y la apuesta visual de Michael Morris, director curtido en series como Better Call Saul, Shameless, Halt and Catch Fire o House of Cards, que debuta ahora en el largometraje, es académica y plana, y se apoya en el trabajo de unos actores que, eso sí, se muestran muy sólidos.
No es nada fácil interpretar a un adicto al alcohol y Riseborough, que está presente en la práctica totalidad de los planos del filme, lo borda en todas sus vertientes, desde los momentos de euforia a los de desesperación y autodestrucción. Su personaje es una mujer que ganó una importante suma de dinero en la lotería pero que en menos de seis años lo despilfarró todo en juergas. Cuando arranca la película, basada en hechos reales, acude a su hijo, al que abandonó tiempo atrás, en un intento desesperado por recuperar el rumbo de su vida.
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Con la clara intención de tocar la fibra al respetable, Morris primero llevará al personaje a tocar fondo para más tarde ofrecer el inevitable giro amable y reconfortante de la aparición del príncipe azul, en este caso el gerente de un motel divorciado, algo patético pero de buen corazón interpretado por Marc Maron. Más allá de Riseborough, tan solo el buen gusto de esos 35 mm con grano y la triste banda sonora entregada al country se elevan en un filme bastante olvidable.