James Gray (Nueva York, 1970) está en Madrid para presentar su nueva película, Armageddon Time, y visitar el Cine Doré, donde la Filmoteca Española proyecta durante este mes una retrospectiva de su obra.
En su nuevo filme, que se estrena este viernes, vuelve al escenario de sus películas más célebres, ese Nueva York que se convirtió antes y después de la II Guerra Mundial en el refugio de cientos de miles de judíos que huían de los pogromos primero y el ominoso Holocausto después. Ya su primera película, Little Odessa (1995) reflejaba el mundo hebreo de origen ruso asentado en Brooklyn, en ese caso en una historia de mafiosos, universo al que regresará en La noche es nuestra (2007), otro thriller sobre el hampa.
Autobiografía confesa aunque cambie los nombres de los personajes, Armageddon Time está cerca de la que quizá es su mejor película, la sensible y delicada Two Lovers (2008), en la que veíamos la vida cotidiana de la clase media judía de Nueva York. La película está protagonizada por Paul Graff (Banks Repeta), un chaval de 12 años que sueña con ser pintor y fantasea con el éxito. Vive con sus padres, Irving (Jeremy Strong) y Esther (Anne Hathaway), un matrimonio de clase media pura y dura descendientes de emigrantes judíos que huían de los nazis.
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El joven protagonista mantiene una relación especial con dos personas. Por una parte, su abuelo (Anthony Hopkins), un hombre bueno que le anima a que persiga sus sueños y Johnny (Jaylin Webb), un compañero de clase en su colegio público, un niño afroamericano y pobre. Estamos en plenos años 80, tiempos de ascenso del neoliberalismo de Reagan y la cultura del "ganador".
No es casualidad que aparezca el propio padre y la hermana de Trump representando hasta el extremo los valores del turbocapitalismo de la época. "Seguimos en esa catástrofe", dice Gray, quien cree que la labor de los artistas no es "dar soluciones" aunque también opina que "quizá primero debamos cambiar la política y luego llegarán las propuestas políticas". James Gray es un hombre de largas respuestas, al que le gusta ver las dos caras de la moneda después de meditar la pregunta. Por cierto, no es un truco periodístico, realmente me hizo sacar el zapato y mirar la etiqueta.
Pregunta. En Armageddon Time vemos cómo esta familia ha huido del antisemitismo europeo pero se comporta de manera racista con el amigo negro del niño protagonista. ¿Haber sufrido discriminación no nos vacuna para menospreciar a otros?
Respuesta. (Tras una larga pausa meditando) Es muy difícil para la gente ver otras perspectivas. Para todo el mundo resulta complicado sentir compasión por los demás porque es mucho más fácil mirar a tu propia situación y ver lo que no tienes, lo que estás luchando por conseguir. Parte de la razón de lo que hacemos como artistas es tratar de ponernos en el lugar del otro y generar esa compasión en el público.
»Las películas nos recuerdan que otras personas tienen otras vidas. Mis padres se esforzaron mucho todos los días para que hubiera comida en la mesa, eso quizá no sale tanto en esta película pero tuvieron que luchar contra muchas dificultades. Si les hubieras dicho entonces que eran privilegiados te habrían contestado que no estás bien de la cabeza. Sin embargo, lo eran. Es complicado ponerse en la piel del otro porque estamos obsesionados con nuestra propia tragedia, centrados en nuestro propio trauma, en nuestra propia catástrofe. Hasta cierto punto, eso no solo es normal, también es necesario. Quería que este asunto formara parte del ADN de Armaggedon Time, la familia se siente oprimida y de hecho, lo están, pero al mismo tiempo hay otras personas que se sienten oprimidas por ellos y no son capaces de verlo. Es un tema que me preocupa mucho.
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P. El niño protagonista sueña con gente aplaudiéndole y la gloria. ¿En todo artista hay un componente de vanidad o al menos un deseo mayor de lo "normal" de ser reconocido?
R. Por supuesto que sí pero también pienso que es una tontería, es una locura. Reducirlo a la pura vanidad es injusto. Las personas que son creativas o sueñan con ser artistas necesitan ser escuchadas. Hay algo en ellas que ha sido silenciado o negado y esa necesidad es un gran motor al principio. De todos modos, creo que eso se pasa con los años, es muy importante cuando empiezas pero luego lo vas perdiendo.
»Cuando era joven sí pensaba en ser famoso, tener un nombre, imaginaba a la gente aplaudiendo… Ahora, claro que quieres que a la gente le guste tu película y vaya a verla pero te das cuenta de que es una tontería y tiene poco que ver con la esencia de este trabajo. No sé qué pensó el público de su época sobre Los nenúfares de Monet pero es irrelevante. Lo importante es esa necesidad de ser escuchado de cualquier persona creativa, esa es la chispa que enciende al artista.
P. El protagonista vive en Queens con su familia y tiene mitificada Manhattan, que está al mismo tiempo muy cerca pero también muy lejos. ¿Cómo se relaciona con ese mito de Nueva York que contrasta con su vida rutinaria de chico de clase media?
R. (Tras una larga pausa) Es una pregunta fantástica pero no tengo la respuesta. Es un problema que me resulta muy cercano. Con frecuencia mi trabajo se relaciona con esa idea del mito pero me cuesta mucho hablar sobre ello porque es algo a lo que me siento tan conectado que no puedo contestar. Hay una universalidad en la idea del mito y a la vez estoy hablando de un barrio muy concreto en una casa muy concreta, rodamos a unos metros de mi verdadera casa de infancia. Pero a la vez esa condición tan concreta no tiene sentido, solo está allí porque se trata de encontrar algo más general, más grande como idea. Sé que sigo sin contestar y lo lamento pero estoy tan dentro que no puedo observarlo de manera objetiva.
Las películas nos recuerdan que otras personas tienen otras vidas
P. Volviendo al tema de la compasión, refleja esos años 80 marcados por la revolución neoliberal de Reagan. Lo escuchamos también en el discurso de la hermana de Trump en la escuela, esa idea de los "ganadores" y los "perdedores". ¿Fue un momento en el que pasamos del capitalismo al turbo capitalismo como sostienen algunos autores?
R. Seguimos viviendo en esa catástrofe neoliberal que empezó en los años 80 y ¿cuál es la respuesta?. Por supuesto, ese cambio sucedió. Margaret Thatcher fue la versión inglesa. La idea es que la gente rica son los ganadores, todos los demás son un cero. Hay una crueldad y maldad implícita en ello que es espantosa. Hay también una incapacidad total para entender cuál es el verdadero significado profundo en nuestras vidas que no es conseguir un Ferrari, que por supuesto es fantástico, nada malo en ellos, pero ese no es un objetivo vital. Hemos vivido en esta angustia neoliberal durante cuarenta años.
»El problema es que nadie plantea una alternativa. Hace unos años en Nueva York hubo el movimiento de Occupy Wall Street, protestaban delante de la ópera. Tenían razón pero nadie acertaba a dar una alternativa. El marxismo sabemos que no funciona en la práctica, es una herramienta excelente para comprender algunos procesos históricos pero no ofrece una solución. ¿Qué podemos hacer para salir de este sistema?
»Quizá la solución simple sea un capitalismo muy regulado, es posible que sea lo mejor, pero tampoco lo tengo muy claro. Lo evidente es que durante muchos años hemos visto cómo cada vez menos gente tiene más riqueza y la cultura lo ha apoyado. Quizá debería cambiar primero la cultura y luego llegarán las propuestas políticas. Yo no tengo la solución y como creador tampoco pienso que deba tenerla. Ese no es mi trabajo. Lo que sí reflejo es que la relación entre el trabajo y los puestos directivos se ha roto.
P. El niño no se atreve a encararse con sus nuevos compañeros racistas cuando sus padres lo cambian a un colegio de pago de ricos, lo cual le hace sufrir. ¿No tenemos más remedio que ir cediendo parte de nuestros principios para integrarnos en la sociedad o simplemente sobrevivir?
R. Esto sucede en todos nosotros todo el tiempo. Todo lo que hacemos tiene un aspecto ético, hay un compromiso moral. Tú por ejemplo llevas unas zapatillas de marca muy bonitas, seguramente son muy cómodas. ¿Dónde están hechas? ¿Puedes mirarlo?
[Me saco el zapato y miro la etiqueta, contesto que en Filipinas como indica]
La persona que ha fabricado esa zapatilla probablemente tiene entre 13 y 14 años y le pagan cinco dólares al mes por ese trabajo. Cuando compras esa zapatilla, estás contribuyendo a esa explotación. Al mismo tiempo, no podemos vivir de esta manera porque tampoco es culpa tuya. Tu no has tomado la decisión de que las cosas se hagan así. ¿Qué puedes hacer? ¿Ir descalzo? ¿Comprarlas de otra marca que muy probablemente también las fabrique en algún país del Tercer Mundo? Todo conlleva un compromiso, la pregunta realmente es hasta dónde eres capaz de llegar para defender lo que crees. Todos perdemos en la vida pero también puedes perdonarte a ti mismo por perder.
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P. El personaje del padre es el más ambiguo, por una parte es brutal pero también quiere a sus hijos sinceramente. ¿Qué opinión tiene de él?
R. No creo que cuando pega al niño sea un acto de violencia. Es un acto de amor pero es un amor inepto, de ignorancia, de no entender cómo tratar con el niño. No tiene las herramientas para saber cómo reaccionar cuando sus hijos comienzan a tirarse empanadillas el uno al otro cuando están cenando, los niños están fuera de su órbita.
»Yo tengo tres hijos y para todos los padres es difícil gestionar la relación con sus hijos y cometemos errores. A su vez, a medida que los niños crecen te sientes cada vez menos valorado por ellos. La pregunta realmente es si puedes criar a tus hijos de forma que cuando se hagan mayores y te señalen un error tú puedas admitirlo y pedir disculpas. Eso es lo mejor que puedes hacer. Creo que mi padre llegó a ese punto antes de morir.