¿Dónde estás, Bernadette? contaba a priori con todos los ingredientes para convertirse en una de las películas del año. En primer lugar, se trata de la adaptación de un ingenioso y emocionante best seller escrito por Maria Semple –guionista de Saturday Night Live o Arrested Development–, que estuvo durante todo un año en la lista de superventas de The New York Times. En segundo lugar, y tras hacerse con los derechos, Annapurna Pictures contrató como director a Richard Linklater, que ocupa desde hace años un merecido puesto en el Olimpo de los creadores cinematográficos gracias a filmes como Boyhood (2014) o la trilogía iniciada con Antes del amanecer (1995). Y, por último, por el fichaje de una de las mejores actrices de Hollywood para interpretar a la protagonista: Cate Blanchett, ganadora de dos Óscar –mejor actriz secundaria por El aviador (Martin Scorsese, 2004) y mejor actriz por Blue Jasmine (Woody Allen, 2013)–. Aunque el resultado final proporciona una experiencia sólida en términos visuales y narrativos, la película está por debajo de lo que podríamos esperar de nombres tan sugerentes.
Bernadette es una mujer madura que vive en la lluviosa ciudad de Seattle con su marido Elgyn (Billy Cudrup), un prestigioso y adinerado ingeniero de Microsoft, y su hija de catorce años Bee (Emma Nelson). Bernadette hace tiempo que abandonó su prometedora carrera como arquitecta para dedicarse al cuidado de su hija, pero esta decisión ha hecho mella en su salud mental: vive recluida en el antiguo reformatorio situado en lo alto de una ladera que la familia convirtió en su caótico hogar, presa de una ansiedad social y una agorafobia que frustra cualquier relación, incluso conversación, que tenga que mantener en su vida diaria. Hasta el punto que prefiere valerse de una asistente virtual llamada Manyula a tener que realizar cualquier tipo de gestión. Cuando Bee les pide a sus padres que como premio por sus notas organicen un viaje a la Antártida, Bernadette se verá obligada a salir de su zona de confort con inesperadas consecuencias.
En un principio, la película parece que va a cruzar las aguas de una mordaz sátira sobre la convivencia llena de celos, envidias y maledicencias en una pequeña comunidad de ricos liberales, establecida por el enfrentamiento por unas zarzas y un atropello (in)voluntario entre Bernadette y la vecina interpretada por la cómica Kristen Wiig. Pero poco después la película se convierte en un estudio de personaje que busca indagar en cuestiones como la necesidad de dar rienda suelta a la creatividad, la insana sobreprotección de los hijos, la depresión o las crisis de pareja, logrando hacia el final con naturalidad y sin grandes efectismos el impacto emocional deseado. Aunque sea a través de una narrativa excesivamente convencional (el guion lo firma Linklater junto a Megan Ellison y Nina Jacobson) que elimina parte de la originalidad de una novela que se valía de correos electrónicos, cartas e informes para construir la historia.
Linklater ha asegurado en diversas entrevistas que aceptó el encargo de adaptar la novela de Semple porque el personaje principal le recordaba a su propia madre y porque quería indagar en la relación madre-hija, algo de lo que ha sido testigo desde un asiento de primera fila a lo largo de su vida al tener tres hijas y dos hermanas. Sin embargo, no podríamos situar este trabajo entre los más personales del director, aunque quizá sea la ligereza con la que ha abordado temáticas de gran calado lo más reconocible de su estilo en este filme.
Maestro del tiempo
Autor de una ecléctica filmografía de marcado carácter humanista, desarrollada tanto desde el estado de Texas como dentro de los mecanismos de la industria de Hollywood, Linklater se ha convertido en el maestro que mejor ha reflexionado sobre el paso del tiempo. Lo ha hecho en una película rodada durante 12 años como Boyhood, en una trilogía sobre las relaciones de pareja con Ethan Hawke y Julie Delpy a razón de nueva entrega cada 9 años, e indagando en el tránsito de la adolescencia a la madurez con los personajes de Movida del 76 (1993) y los de su secuela espiritual, Todos queremos algo (2016). También ha rodado cine abiertamente político como Fast Food Nation (2006) o La última bandera (2017) y experimentos singulares tanto desde su narrativa –Slacker (1991), Waking Life (2002)– como desde su forma (A Scanner Darkly, 2006). Pero es Escuela de rock (2003) la película de la filmografía de Linklater que más se asemeja a ¿Dónde estás, Bernadette?, por tratarse ambas propuestas de filmes de encargo más o menos comerciales, desarrollados en el seno de Hollywood y puestos al servicio de una estrella (Jack Black en aquella y Cate Blanchett en esta). Sin embargo, mientras en Escuela de rock el director elevaba el material insuflando al clásico relato de superación ambientado en las aulas una contagiosa energía, en su nuevo filme se muestra más funcionarial e invisible que nunca.
El talento de Cate Blanchett
No parece que sea desvelar demasiado, dado el título de la película, decir que Bernadette desaparece en un momento concreto y se establece, por un lado, el juego del gato y el ratón entre la protagonista y su familia (en un proceso en el que la suspensión de la incredulidad es necesaria para aceptar los giros de guion) y, por otro lado, un épico viaje en el que Bernadette tendrá la oportunidad de reconstruir la confianza en sí misma para mirar hacia el futuro.
Todo ello mantiene el interés gracias al descomunal talento de Cate Blanchett, que logra convertir su personaje en una indomable fuerza de la naturaleza (sus largos monólogos frente a extraños y conocidos son lo mejor de la película) pero también en un corazón roto que, a pesar de su congénita misantropía, acaba por ganarse la simpatía del espectador.