Cars 3: Maestros y discípulos
Imagen de Cars 3
La tercera parte de la saga es una reflexión sobre el carácter de los "corredores" y "entrenadores" y las limitaciones mentales que a veces confunden unos con otros.
Más apegada a la tradición estadounidense que otras películas del celebrado estudio, Cars antropomorfiza a los coches convirtiéndoles en humanos en un país en el que el coche (y el petróleo como vemos en la actualidad internacional) forma una parte esencial de su cultura. Dirigida por Brian Fee, animador de buena parte de las películas del estudio como las dos primeras partes de la franquicia o WALL-E (2008), las películas de Cars muestran un espíritu más festivo y ligero, por momentos también infantil, que otros filmes de Pixar, como el mencionado, o la totémica saga de Toy Story.
No se han roto la cabeza a la hora de crear un argumento, llega la hora de la decadencia para el héroe y si antes se trataba de ver cómo afrontaba la competición, y los peligros de la gloria, ahora McQueen debe hacer frente a un enemigo invencible: el paso del tiempo. Su nuevo rival parece imbatible, al menos para una vieja gloria, y en esta ocasión no deberá aprender a ganar sino a saber perder. A partir de aquí, la película es una sucesión de gags y escenas de una animación deslumbrante con muchos chistes, ya es un clásico, a costa de la edad de McQueen.
Las películas de Pixar, aunque sean menores como ésta, siempre tienen algún ingenio. En esta caso, la clásica parábola del maestro y el discípulo, a la que se le da muchas vueltas en la película como un símbolo del inevitable cambio de ciclo en los tiempos, se ve aderezada por una reflexión sobre el carácter de los "corredores" y "entrenadores" y las limitaciones mentales que a veces confunden unos con otros. A veces demasiado ñoña e infantil, casi siempre espectacular y vistosa, Cars 3 no quedará ni de lejos como una de las mejores películas de Pixar pero tampoco hará que los esforzados padres se mueran de sueño.
@juansarda