¿Por qué Marilyn?
Se cumplen 50 años de la trágica muerte de la actriz, aún sin esclarecer. El mito, sin embargo, ha cobrado fuerza con el tiempo
3 agosto, 2012 02:00Marilyn Monroe (foto: Archivo)
Han pasado 50 años desde la muerte de Marilyn y cualquiera diría que han pasado cinco, o ninguno porque que acaba de suceder ahora mismo. No hay un solo actor en la historia del cine que haya alcanzado un grado de mixtificación tan prolongado y absoluto como el de esta actriz estadounidense que sigue en el imaginario colectivo con una fuerza descomunal. Lo sabemos todo sobre Marilyn, su trágica muerte, aun envuelta en misterio, sus amoríos con los Kennedy, sus conexiones con la mafia o su legendaria inseguridad. El mito se forja tanto por la Marilyn misma como por sus películas, y éstas han demostrado con el paso del tiempo un grado de resistencia insospechado quizá en la época por la sencilla razón de que la actriz participó en numerosos títulos de una enorme calidad: La jungla del asfalto, Niágara, Los caballeros las prefieren rubias, La tentación vive arriba, Con faldas y a lo loco o Vidas rebeldes...El misterio principal al que nos enfrenta Marilyn sigue siendo el mismo y con el tiempo solo se hace más grande: ¿por qué? O sea, por qué tanto tiempo después el mito sigue ocupando portadas de revistas, camisetas, pósters en bares, homenajes, suplementos especiales y artículos de los mejores escritores. Ha habido actrices mejores que Marilyn, no muchas, y también las ha habido más bellas, tampoco demasiadas. Sin embargo, Marilyn tiene ese algo que distingue a los mitos de los simples artistas, por grandes que sean. ¿Por qué?
Sin duda, su muerte temprana, a los 36 años, es un factor clave. Se ha dicho muchas veces, de Marilyn no tenemos fotos de vieja y su radiante juventud permanece inalterable y eterna. Sin duda, la imagen del artista romántico sigue teniendo un peso brutal en las conciencias, tendemos a pensar que los artistas infelices, inseguros, traumatizados y autodestructivos son más "auténticos" que aquéllos que se han dedicado a criar hijos y pagar la hipoteca. La realidad demuestra que ha habido genios depresivos que murieron jóvenes y otros que disfrutaron de una larga vida de moderación. Pero el artista alcanza su categoría de mito cuando el público intuye que su propia muerte se ofrece como sacrificio casi colectivo, el paroxismo de su oposición simbólica y catártica a la sociedad.
De todos modos, lo hemos visto recientemente con Amy Winehouse y no digamos Michael Jackson, ser un artista autodestructivo con problemas mentales es fantástico para la posteridad pero muy malo cuando uno está vivo. Todo lo que entonces era malo, sospechoso y desagradable, carne de tabloide y de ignominia se convierte, en el momento de la muerte trágica y temprana, en todo lo contrario: los motivos que hacen grande al mito. Su debilidad se convierte en su fortaleza y lo que hace grande, precisamente, a Marilyn como actriz es esa mezcla de vulnerabilidad y poder. Acostumbrados como estamos a que la gente trate de aparentar mayores virtudes de las que posee, lo que asombra e intriga de Marilyn es que siendo una mujer tan bella y con tanto talento, al mismo tiempo, sufra tanto. Ese sufrimiento de los dioses nos reconcilia con nosotros mismos y en Marilyn podemos proyectar tanto nuestras fantasías de idealización como reconocernos en un dolor que también sentimos nuestro.
Porque la trayectoria de Marilyn, su infancia desgraciada y pueblerina, sus maridos famosos y variopintos, el jugador de besibol Joe DiMaggio y el intelectual Arthur Miller, un estrellato mundial desconocido hasta la fecha y el suicidio trágico constituyen la mejor película que haya interpretado nunca la actriz al seguir al pie de la letra todos los lugares comunes y giros de guión de lo que se supone que debe ser una vida vivida con mayúsculas, una suerte de "pasión" contemporánea no exenta de elementos religiosos. Marilyn, actriz de una época en la que los paparazzis no sacaban a las estrellas en rulos cuando sacan la basura o las perseguían a todas partes, es también el summum de ese estrellato a la antigua que en los tiempos de twitter está definitivamente extinguido.
Marilyn también es, por qué no decirlo, el símbolo del triunfo de la cultura estadounidense y sajona en el mundo. Su cabello rabiosamente rubio es el icono de un modelo de belleza aria que se ha impuesto en el mundo como el dominante, ahí están esas telenovelas mexicanas en las que las guapas son rubias con los ojos azules en un país de morenos o esos dibujos japoneses con los ojos redondos. Marilyn, como la Barbie, forma parte de un sistema estético que ha beneficiado y privilegiado de una forma clara al modelo occidental de mujer. El hecho de que Marilyn interpretara con frecuencia el papel de falsa tonta que toma el pelo a los hombres haciendo ver que no se entera de nada es harina de otro costal. El suyo es el triunfo de la astucia en un mundo de hombres, un ejemplo máximo de integración: representar lo que los demás esperan de ti para salirte con la tuya. Al final, por desgracia, la persona venció al personaje y siempre recordaremos a Mariyn como uno de los seres más bellos y perfectos que jamás hayan existido. Porque la verdadera perfección solo surge de la más absoluta imperfección. Bendita Marilyn, gracias por haber existido. Fue una mujer que iluminó al mundo. Y lo sigue iluminando.