El 6 de agosto de 2012 la Mars Science Laboratory, conocida como Curiosity, tocaba suelo marciano con algunos meses de retraso. Fue un hito para la investigación espacial, también para el estudio del Planeta Rojo. Tras el éxito de los rovers Spirit y Opportunity (2003), mucho más pequeños, la misión MSL presentaba un vehículo todoterreno del tamaño de un turismo. Era todo un reto para los ingenieros conseguir posar con éxito una masa tan grande y a la vez tan delicada, puesto que portaba instrumentos de enorme complejidad.
Gracias a la utilización de una grúa aérea (sky crane) la NASA consiguió transportar el Curiosity con la suavidad necesaria. Culminado ese primer objetivo, a la comunidad científica solo le quedaba poner en marcha la sofisticada carga de instrumentos destinados a estudiar las condiciones del cráter Gale, lugar elegido para el amartizaje.
Aportación española
El acontecimiento fue particularmente emocionante para el grupo de científicos e ingenieros españoles que, desde el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), lideraban (y lideran) el instrumento REMS (Rover Environmental Monitoring Station).
REMS es la estación ambiental del Curiosity y, desde agosto de 2012, está siendo operado por el CAB en las instalaciones del campus del INTA, en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz. En estos diez años de funcionamiento ininterrumpido sus datos están permitiendo entender e interpretar el ambiente marciano en este punto concreto de Marte.
"Se podrían construir en Marte ciudades subterráneas en las zonas bajas del planeta para conseguir más presión atmosférica. Podríamos crear nuestro propio hábitat”. Víctor Parro
“Una de las cosas que más nos sorprendieron fue la autonomía del rover, además de la calidad sin precedentes de sus sistemas de toma de imágenes, tanto panorámicas como de detalle. El Curiosity nos ha hecho ver Marte, y lo continúa haciendo, como si fuera un “pedazo” de la Tierra más alejado del Sol”, señala a El Cultural Víctor Parro (Villanueva de Ávila, 1965), microbiólogo molecular y director del Centro de Astrobiología.
Un lecho fluvial
Tanto las espectaculares imágenes del paisaje como las fotografías de rocas y formaciones geológicas han demostrado que el Curiosity se encuentra sobre un antiguo lecho fluvial, lo que indica que corrió agua líquida hace millones de años.
“Es una corriente suficiente como para moldear cantos rodados similares a los que encontramos en lechos de ríos y arroyos en la Tierra y como para permitir acumulaciones que formaron sedimento y conglomerados —precisa Parra—. Los instrumentos han detectado agua relativamente abundante en las muestras de suelo y rocas analizadas, lo que indica que forma parte de la estructura de minerales. También puede proceder de la escasa humedad atmosférica a ras de suelo. Esos minerales son el resultado de procesos químicos en ambientes donde el agua líquida era abundante”.
El instrumento con capacidad analítica más potente del Curiosity es el SAM (Sample Analysis at Mars), que ha detectado por primera vez materia orgánica (química derivada del carbono) relativamente compleja. Parro precisa que, en concreto, “se trata de compuestos derivados del benceno, tiofeno y de diversas cadenas lineales hidrocarbonadas. Además, ha detectado en varias ocasiones pequeñas cantidades de metano (CH4)”.
Pero, ¿podemos hablar de evidencias de vida en Marte a la luz de lo hallado por el Curiosity? No para el director del CAB: “Si bien todas esas moléculas orgánicas descubiertas son producidas por la vida o como productos de degradación de ella en la Tierra, también se pueden producir de manera abiótica, es decir sin intervención de la vida. Es más, ese tipo de compuestos se han identificado en meteoritos llamados “condritas carbonáceas” que cayeron a la Tierra procedentes del cinturón de asteroides (situado entre Marte y Júpiter). Por tanto, teniendo en cuenta que Marte ha recibido a lo largo de su historia una enorme cantidad de meteoritos (véase el gran número de cráteres de impacto en su superficie), toda esa materia orgánica podría haber llegado de esa forma”.
Con el metano ocurre algo similar, añade el microbiólogo: “Si bien en la Tierra casi todo el metano actual es de origen biológico, producido por las arqueobacterias metanógenas (distribuidas por toda la tierra y hasta en los intestinos de muchos animales e insectos), las pequeñas cantidades detectadas en Marte podrían ser el resultado de la liberación de bolsas del gas atrapadas en el subsuelo y producidas como resultado de reacciones químicas entre el agua y minerales como el olivino. No obstante, no se puede descartar aún el origen biológico ni de los compuestos hidrocarbonados encontrados ni del metano”.
Fuertes radiaciones
Para el mundo científico, una de las lecciones del Curiosity es que precisamente Marte ha ido perdiendo condiciones de habitabilidad a lo largo de su historia, particularmente en su superficie, donde las gélidas temperaturas, la fuerte radiación y una química agresiva hacen muy complicada la proliferación de formas de vida. Pero Marte es todo un planeta, y solo hemos explorado con cierto detalle una pequeñísima parte, y con unas limitaciones tecnológicas importantes, ya que no se puede disponer de la instrumentación de los laboratorios terrestres.
“Si hablamos de “habitabilidad” para formas de vida microbiana, todavía hoy podría haber nichos subterráneos donde la combinación de sales y agua, como la detectada hace unos años por la sonda Mars Express —de la Agencia Espacial Europea (ESA)—, podría generar un ambiente habitado por microorganismos extremófilos adaptados al frío, la alta salinidad y la ausencia de oxígeno. Por otro lado, grandes impactos meteoríticos en zonas ricas en hielo harían que éste se fundiera y generaran áreas habitables, aunque fuera temporalmente”, aclara Parro.
Lo que es complicado es hablar de “habitabilidad” para el ser humano. Aunque se pudiera generar una cierta atmósfera, ésta se seguiría perdiendo debido a los vientos solares que azotan al Planeta Rojo en ausencia de un escudo magnético como el que dispone la Tierra. Pero Parro no cierra la puerta a esta posibilidad: “En cualquier caso, se podrían construir refugios, obtener oxígeno a partir del CO2 abundante en Marte, agua a partir del permafrost marciano que tiene hielo abundante, y otros sistemas de soporte de vida. Se podrían construir ciudades subterráneas o habitáculos en las zonas bajas del planeta para conseguir más presión atmosférica. Podríamos crear nuestro propio hábitat”.
China, India o Emiratos Árabes también han abierto rutas hacie Marte pero la misión del Curiosity sigue siendo la más avanzada por la tecnología de amartizaje, el rover, la generación de energía y, sobre todo, por la capacidad analítica de su carga de instrumentos.
Ninguna de las otras misiones dispone de instrumentos capaces de analizar la materia orgánica como SAM. China aterrizó con éxito en mayo de 2021, pero con paneles solares y una instrumentación muy limitada. Las misiones india y emiratí se limitan a sendos orbitadores para estudiar la alta atmósfera marciana. No obstante, son una verdadera demostración de la capacidad tecnológica de nuevas potencias en la carrera por la exploración espacial.
Hacia lo desconocido
La curiosidad del ser humano y su necesidad de ir más allá, de explorar lo desconocido, es un rasgo grabado en su ADN. Es la misma que motivó a nuestros ancestros a adentrarse en las sabanas africanas y después a explorar nuevos continentes.
“El espacio nos ha fascinado siempre y ahora está a nuestro alcance. Y Marte, con permiso de la Luna, es la siguiente etapa”, puntualiza Parra. “Más pronto que tarde el ser humano llegará a Marte bien por una necesidad de demostración tecnológica o bien porque haya recursos que explotar”.
Pero antes, la comunidad científica necesita saber si existe o existió vida microbiana en Marte puesto que, de ser así, sería uno de los grandes descubrimientos de la ciencia de todos los tiempos. Solo conocemos un ejemplo de vida, la que habita la Tierra, la misma que desde una simple bacteria hasta el ser humano utiliza la misma bioquímica, las mismas reglas del juego.
“Necesitamos saber si la vida es universal en el más amplio sentido del término, y si se basa en la misma bioquímica que la de la Tierra. Por ello, Marte se seguirá explorando tanto con misiones de búsqueda de vida con nuevos rovers operados remotamente como mediante misiones de retorno a la Tierra con muestras para su análisis”.
También Europa
Es el tipo de misiones que ya han iniciado NASA y ESA con el programa Mars Sample Return (MSR), del cual la misión Mars2020 con el rover Perseverance, el hermano “mellizo” de Curiosity, es la primera fase. Perseverance está tomando muestras del cráter Jezero, un antiguo delta fluvial, que serán recogidas en posteriores misiones y traídas a la Tierra en la década de 2030. Además, y a pesar de las dificultades que está teniendo la misión ExoMars de ESA, con el rover Rosalind Franklin, no se descarta que el proyecto pueda finalmente completarse.