El próximo 18 de febrero no puede fallar nada. El rover Perseverance de la NASA, del tamaño de un coche aunque mucho menos pesado, deberá culminar la fase más sensible de la misión Mars 2020 en “siete minutos de terror” para dejar su huella sobre suelo marciano, más concretamente en el cráter Jezero, una enigmática zona del Planeta Rojo que pudo albergar un lago y que podría preservar fósiles de vida microbiana. Hasta ese momento, habrá realizado con éxito una larga aventura de varios meses desde su despegue en julio del pasado año dentro del cohete ULA Atlas 541.

Los trabajos de la Mars 2020 allanarán el terreno para enviar humanos al Planeta Rojo

Serán “siete minutos de terror” que para Anthony Carro, representante de la agencia estadounidense en España, podrían ser diez: “En ese tiempo tendrá lugar la separación de la cápsula, seguida de la salida del paracaídas y el escudo térmico. La parte de atrás de la cápsula se separará a una altitud de 13 millas para ser guiada después por pequeños cohetes y, a unos 70 pies, se descolgará el rover. Estos últimos minutos desde la salida del paracaídas se han descrito como los “siete minutos de terror”, ya que todo tiene que salir a la perfección”. Reconoce a El Cultural que se han realizado tres maniobras de corrección de la trayectoria (podría haber alguna más) y se han completado con éxito las comprobaciones de los instrumentos de vuelo. “Son necesarios no solo para el viaje interplanetario sino también para la entrada, el descenso y el aterrizaje”, puntualiza Carro, al tiempo que subraya la utilización de herramientas de última generación que marcarán el camino para futuras misiones tanto a Marte como a la Luna.

Las antenas del complejo del espacio profundo de Robledo de Chavela serán las responsables de las comunicaciones en esos emocionantes y decisivos minutos. Tienen experiencia. Las instalaciones de la localidad madrileña ya siguieron los pasos en 1965 de la Mariner 4, la primera nave que logró sobrevolar –y fotografiar– con éxito el Planeta Rojo.

Recreación del rover Perseverance recogiendo muestras geológicas en Marte. Imagen: NASA

No será la única participación española en una misión que está dedicada fundamentalmente a recoger muestras geológicas, a estudiar entornos en los que haya podido haber vida y, más prometedor si cabe, ensayar tecnologías capaces de incorporar métodos que puedan convertir el dióxido de carbono en oxígeno. El Centro de Astrobiología, que participará por tercera vez en misiones de este tipo, contribuirá con MEDA (Mars Environmental Dynamics Analyzer), una estación dotada de un conjunto de sensores diseñados para registrar el tamaño y la morfología del polvo y la meteorología en la superficie de Marte.

El ingenio ideado por el CAB buscará información, según Carro, de la dirección y la velocidad del viento, la presión, la humedad relativa, la temperatura del aire y del suelo con medidas en el ultravioleta, visible e infrarrojo: “Esta información es crítica para el conocimiento científico y muy necesaria para la futura exploración humana de Marte”. El MEDA se suma así a REMS (Rover Environmental Monitoring Station), que llegó en 2012 con el Curiosity, y a TWINS (Temperature and Wind for InSight), que aterrizó en 2018 a bordo del módulo espacial InSight.

Otro de los aparatos con los que contará el Perseverance, diseñado por un consorcio español (Aribus Defense and Space y Sener) en el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), es la antena de alta ganancia HGAS (High Gain Antenna System), que se encargará de la comunicación directa del rover con la Tierra, algo fundamental en misiones de estas características. Es el mismo tipo de antena que ya acompañaría al Curiosity, eslabón imprescindible para esta misión, pues el Perseverance está basado directamente en el rover que aterrizó en el cráter Gale el 6 de agosto de 2012.

Marte se ha convertido en el nuevo objeto de deseo de la humanidad. Nadie quiere quedarse atrás en hollar su frágil alfombra geológica

Así pues, si los “siete minutos de terror” no abortan la operación, Mars 2020 allanará el terreno para uno de los principales objetivos de la NASA: enviar humanos al Planeta Rojo. Será el siguiente paso si las muestras tomadas de su interior, de su superficie, de su atmósfera (vital será la intervención del pequeño helicóptero Ingenuity) y de los métodos para convertir el dióxido de carbono en oxígeno dan los resultados esperados.

El programa tripulado Artemisa (bautizado intencionadamente con el nombre de la hermana melliza de Apolo), que lidera la NASA junto a agencias como la europea ESA, la japonesa JAXA, la canadiense CSA y la australiana ASA, entre otros organismos, podría poner a los primeros humanos en el suelo del Planeta Rojo en 2033. El objetivo del programa incluye también una nueva misión al polo sur de la Luna para 2024 en la que debería participar por primera vez una mujer.

Marte, como la Luna, se ha convertido en el nuevo objeto de deseo de la humanidad. Nadie quiere quedarse atrás en la carrera por hollar su frágil alfombra geológica. De hecho, dos misiones coinciden en el tiempo con la impulsada por la NASA. China y los Emiratos Árabes, que ya han confirmado su llegada a la órbita del Planeta Rojo, lanzaron también en julio sus propias misiones. El gigante asiático se estrena con Tianwen-1, que tiene como objetivo depositar en mayo o en junio un rover para realizar mediciones en torno a su clima y a la distribución de agua helada en su superficie.

Mars Hope es el nombre de la misión del país del Golfo Pérsico, que tiene entre sus prioridades estudiar los ciclos climáticos del Planeta Rojo. Europa (ESA y Roscosmos) también tiene su propio sueño marciano pero el programa ExoMars ya ha cosechado dos dolorosos retrasos que esperan ser subsanados en 2023. En juego, la búsqueda de cualquier señal de vida que nos pueda acercar más al planeta vecino.

“Más que una carrera –sentencia Carro– estas misiones nos avanzan un conocimiento científico que es patrimonio de la humanidad”. Y mientras, todos pendientes de esos “siete minutos de terror”.

@ecolote