El jueves, a última hora de la tarde, el Museo Reina Sofía informó a los medios de la composición del comité de expertos que deberá valorar las candidaturas que se presenten al concurso para dirigirlo, cuyas bases se habían publicado en el BOE el día 10 de este mes tras ser aprobadas por el Pleno del Patronato. Ambas comunicaciones se hicieron esperar: las bases porque, según se explicó, debían ser supervisadas por la Abogacía del Estado y los nombres de los examinadores quién sabe por qué.
Lo que sí sabemos, o podemos deducir, es que la colaboración en este asunto entre el Ministerio y el Patronato del museo, presidido por Ángeles González-Sinde, no es del todo fluida: el martes pasado apareció en el BOE el cese de Eduardo Fernández Palomares como subsecretario de Cultura y Deportes y su sustitución por María Pérez Sánchez-Laulhé, hasta ahora jefa de Gabinete de Víctor Francos, secretario general de Cultura y Deporte. La nueva subsecretaria debía así tomar las riendas de la “Comisión de Gestión” que, según las bases, debe instruir el proceso de preselección de candidatos y la verificación de la documentación aportada. De esa comisión, como ya sabrán, forman también parte Isaac Sastre (director general de Bellas Artes), Beatriz Corredor (vicepresidenta del Patronato), Julián González Cid (gerente), Pilar Lladó (presidenta de la Fundación Amigos del Reina Sofía) y Rafael Mateu de Ros, miembro de la Comisión Permanente del Patronato.
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La sobreactuación de los muchos colaboradores y simpatizantes de Manuel Borja-Villel, que hicieron mediante carta abierta un llamamiento (puerta a puerta) para asegurar la continuidad de la labor por él realizada, y la extendida suposición de que el exdirector –quien, me consta, aún se pasa por las oficinas en estos días– habrá procurado allanar el camino para que le suceda alguien de su cuerda hacen que sea importante examinar con atención tanto las bases como los perfiles de los elegidos para elegir.
Puntuaciones no tan objetivas
Vamos en primer lugar con las bases. Es importante que candidatos y observadores tengan en cuenta esto: el comité de expertos no designa al ganador sino que propone una terna al ministro, que nombrará a uno de ellos, según la Ley 34/2011. Y no ha de ser necesariamente el mejor puntuado por el comité. Aunque tanto las bases y la composición de este, como veremos, están orientados a facilitar el continuismo, no es imposible que haya sorpresas.
Los requisitos iniciales son muy básicos: experiencia profesional mínima de diez años en “áreas de trabajo relacionadas con las ciencias sociales y humanidades, las bellas artes o la historia del arte” que “debe incluir el desempeño de puestos de alta responsabilidad dedicados a la dirección y/o gestión de museos o colecciones públicas o privadas de arte contemporáneo, con especial referencia al arte español y latinoamericano”. Atención: no se exige un tiempo mínimo de experiencia en dirección de museos, como es frecuente en convocatorias para instituciones de importancia. Y esa “especial referencia”, según la leamos, podría dejar fuera a cualquiera que no haya dirigido museos o colecciones españoles. Que yo sepa, no se ha dado publicidad a la convocatoria en medios o plataformas (ni siquiera digitales) internacionales. No obstante, no creo que las personas con más prestigio y trayectoria en búsqueda de destino pongan los ojos aquí, cuando está al mismo tiempo en marcha el reclutamiento de director para la Tate Modern.
Llama mucho la atención que los redactores de las bases hayan fijado un baremo para la valoración de los méritos que debería contribuir a la objetividad del proceso. Yo esto no lo había visto nunca en un concurso de dirección, aunque no sé si el método se habrá usado en alguna de esas licitaciones para contratar directores que se están poniendo de moda. Sin embargo, en cuanto lo analizamos en detalle entendemos que traducen la intención de dar ventaja, sobre todo en el apartado de “valoración del proyecto” a quienes quieran asumir la línea marcada por Borja-Villel.
He preparado un cuadro para visualizar claramente qué méritos y qué planes serán premiados en la puntuación. Hay algunos criterios confusos o reiterativos, y echo en falta otros.
En el primer bloque, “Excelencia profesional”, parece darse mayor importancia al comisariado de exposiciones que a la experiencia en la dirección lo que, junto a la no exigencia de un tiempo mínimo en cargos similares, hace pensar que quizá se tiene en la mirilla a alguien con más tablas en el comisariado que en la dirección. Destreza que, en verdad, no es imprescindible: en museos pequeños y con pocos medios puede ser necesario que el director comisaríe las temporales, pero en los grandes y complicados de gestionar es conveniente –y más generoso, además– que se encarguen a comisarios externos o residentes. En cualquier caso, son dos méritos que se deberían haber puntuado por separado.
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Los siguientes dos criterios son demasiado parecidos, y el segundo engloba algo que debería ser fundamental y tener su propia puntuación: “gestionar los recursos de forma eficiente”. No se premia la experiencia en la gestión económica, que sería muy útil en una institución de gran presupuesto como esta y, además, no se valora la familiaridad con la Administración Pública en nuestro país, que es, me parece, forzoso en un organismo que forma parte de ella.
En ese apartado se menciona de pasada la gestión de colecciones, mezclada con un buen número de habilidades adicionales. El Reina Sofía no solo tiene una colección muy grande, con numerosos depósitos y préstamos, sino que ha de incrementarla con buen criterio, por lo que la experiencia en esta dimensión (la patrimonial) del museo sería esencial. Y, con relación a ello, considerando que es en buena medida una colección de arte español: ¿no sería adecuado baremar la investigación y el conocimiento en profundidad de esa materia en concreto? Las bases desdeñan la excelencia académica y docente, que podría no ser exigible pero sí valorable.
Sigo. ¿Cómo se demuestran las habilidades de liderazgo? Es algo demasiado subjetivo como para darle ocho puntos.
La trayectoria de investigación no tiene por qué circunscribirse, según estas bases, a las artes visuales. Lo de la “asistencia a cursos” es propio de una convocatoria de beca y no de dirección, y se repite en el apartado que más controversia ha suscitado hasta ahora, el de la “Formación y experiencia en actividades vinculadas a la igualdad de género”, en el que se puede sumar hasta seis puntos que pueden ser determinantes (o no). Que este tema se mencione en las bases nos puede parecer bien a casi todos pero hay una ley que es de obligado cumplimiento y ni siquiera debería ser necesario subrayarlo. Y si se hace, puntuarlo de manera proporcional respecto a la experiencia profesional.
Son también objetables algunos detalles en la “Valoración del proyecto”, que suma treinta puntos. El criterio “Calidad” atiende más a los aspectos formales (coherencia, concreción, planificación) que a los contenidos. Tal vez porque se quiera dejar entender que los contenidos han sido establecidos para siempre por la anterior dirección. Se hacen alusiones más o menos claras a las colaboraciones que en esta etapa ha establecido el museo con “instituciones, agentes y colectivos”, al Centro de Estudios –que es, desde luego, algo a conservar pero también algo a transformar–, a “la red de colaboraciones internacionales” –Red Conceptualismos del Sur, L’Internationale, Institute of Radical Imagination– y “la participación de las comunidades del entorno en el que el museo se sitúa” –Museo Situado–. Nótese que se requiere atención al barrio de Lavapiés mientras que ni se menciona la ineludible familiaridad con el contexto artístico español: otras instituciones, artistas, profesionales, mercado… Ni se hace mención expresa del programa educativo, que es clave en el proyecto para un museo. O, como antes apunté, de las políticas de conservación de la colección, del proyecto de investigación y de los planes de adquisición.
Esas líneas de actuación que sí se enfatizan no forman parte de una “Misión” fijada por la Ley o los Estatutos de la institución y no tienen por qué darse por sentadas en el concurso. Debería permitirse a los aspirantes que propongan otros objetivos, otras estrategias y otras herramientas.
Finalmente, no sé cómo van a evaluar los miembros del comité la adecuación a la Agenda 2030, que tiene diecisiete objetivos, entre los cuales figuran muchos que no tienen nada que ver con los museos.
Electores no tan independientes
Veamos a continuación quiénes serán los encargados de puntuar los méritos, valorar los proyectos y hacer las entrevistas. Es posible aventurar que tres de ellos, los extranjeros, han sido propuestos por el círculo más próximo al exdirector en el Patronato y en el museo, mientras que dos, las españolas, son de designación ministerial. Como ya se ha publicado, Cuauhtémoc Medina y Joanna Mytkowska figuran entre los firmantes de la carta antes citada y por tanto serían favorables al mantenimiento del concepto y los programas establecidos por Borja-Villel. Pero voy a darles más información para que ustedes valoren si se trata de un “jurado” independiente que puede cumplir su función con garantías de ecuanimidad, y hasta qué punto puede saber cada una de estas personas qué se cuece en el ámbito artístico español y cómo habría de responder este museo a las necesidades de profesionales, estudiosos, usuarios de distintos perfiles y, en general, de la sociedad española, que lo costea.
Christophe Cherix (Suiza, 1969) es desde 2013, nos dice la nota de prensa, conservador jefe de Dibujo y Grabado del MoMA. Lo que no dice, inexplicablemente, es que forma parte del comité asesor del museo desde al menos 2019 y que fue comisario junto a Borja-Villel de la retrospectiva de Marcel Broodthaers, coproducida con el museo de Nueva York, que vimos aquí en 2016. Curioso que se mencionen sus más destacados proyectos curatoriales pero no este, que es el que más nos puede importar. Como ya he dicho en otra ocasión, el comité asesor tiene poca intervención en los asuntos del museo y básicamente da opinión sobre las adquisiciones, pero que el exdirector concediese esta aparente relevancia a un conservador es signo de un aprecio particular.
Cuauhtémoc Medina (México, 1965) es conservador jefe del Museo Universitario de Arte Contemporáneo de México DF (MUAC) también desde 2013. De nuevo, el breve currículo que nos envían omite datos interesantes. Medina ha tenido cierta presencia en el medio artístico español. En 2010 fue comisario de PAC Murcia y cocomisario de una exposición en el CA2M de Móstoles, centro con el que ha mantenido especial vínculo. Comisarió allí las muestras de Raqs Media Collective (2014) y de Jeremy Deller (2015) junto a su entonces director, Ferran Barenblit, quien, cuando pasó a dirigir el MACBA, le confió la de Andrea Fraser (2017). El MUAC presume de su “estrecha colaboración” con el Museo Reina Sofía y en este momento tiene en cartel una exposición organizada aquí, Giro Gráfico, comisariada por la Red Conceptualismos del Sur, una de esas organizaciones que sostiene el Reina Sofía. A resaltar que Medina formó parte del jurado (con Barenblit, Borja-Villel y otros) que eligió a Manuel Segade director del CA2M.
Joanna Mytkowska (Polonia, 1970) es desde 2007 directora del Museo de Arte Moderno de Varsovia. Una vez más, no nos dicen lo fundamental y, en este caso, me planteo si incluso podría suponer motivo de recusación. El museo que dirige (Muzeum Sztuki Nowoczesnej w Warszawie) forma parte de la confederación L’Internationale, en la que siete museos, todos de bastante menor entidad y con menos medios que el Reina Sofía, comparten proyectos que han sido en varias ocasiones subvencionados por Europa Creativa (Unión Europea). El Reina Sofía ha sido el Project leader de Our Many Europes, para la “investigación o activación crítica de archivos vinculados a prácticas artísticas y/o activistas” en los 90, y entre las actividades financiadas con los dos millones de euros recibidos por L’Internationale y administrados por nuestro museo se encuentra una de las exposiciones comisariadas por Mytkowska en el suyo, Never Again. Art Against War and Fascism in the 20th and 21st Centuries. Creo que podemos contar con que ella apoyará al candidato que garantice la continuidad de esta colaboración.
Gloria Moure (Barcelona, 1946), comisaria y editora, fue directora de la Fundació Espai Poblenou (1989-1995) y del Centro Galego de Arte Contemporánea (1994-1998). De 1993 a 1997 fue miembro del comité asesor del Reina Sofía (entre María de Corral y José Guirao) y, esto no se dice en la biografía, claro, fue candidata en dos ocasiones –según informaciones en prensa– para dirigir el museo: una cuando cayó Bonet en 2004 y otra, ya con concurso, en 2007, en competencia con Borja-Villel. No le conozco vínculos con este o con su círculo, más allá del trato que podría esperarse cuando ambos trabajaban en Barcelona. No tengo noticia de actividad reciente suya. Es quizá (pura especulación) elección de Iceta.
María Nicanor (Barcelona, 1979), comisaria de arquitectura y diseño, fue nombrada directora hace un año del Cooper Hewitt, Smithsonian Design Museum de Nueva York. Aunque ha trabajado en museos importantes (Victoria & Albert, Guggenheim) quizá la conozcan más como directora, en su arranque, de la Norman Foster Foundation. No parece fácil explicar por qué ha sido elegida para estas lides hasta que de refilón aprendemos que es una persona cercana a Isaac Sastre, el director general de Patrimonio Cultural y Bellas Artes.
Concluyo con preguntas. Con el máximo respeto a todos ellos: ¿es este un jurado de máximo nivel, apropiado para un museo para el que se reclama una posición cimera en la esfera internacional? ¿Es posible que obedezca más bien a un plan preestablecido o, al menos, a la defensa de unas posturas prefijadas? ¿Garantizan estas bases la mayor objetividad? ¿Coincide el perfil que preferiría Iceta, si prefiere alguno, con el que se privilegia en las bases? ¿Se trata en verdad de un concurso abierto o queda restringido por unos y otros determinantes?