Josep Maria Flotats es nuestro actor de esprit gaulois. Raras veces defrauda, porque su sólida formación y su amaneramiento interpretativo tan propio del teatro francés contrasta con el habitual apasionamiento del actor español. Hace ya cuarenta años que volvió a España y sigue siendo fiel mensajero de las formas teatrales del gran pueblo vecino y de sus temas y autores. Y si hay uno por el que tiene una gran querencia ese es Louis Jouvet, como demuestra la reposición por tercera vez que hace del espectáculo París 1940.
En 1993 lo estrenó en catalán con el título Tot assajant Dom Juan; en 2002 en castellano bajo el título París 1940; y ahora ha vuelto a él en el Teatro Español y en compañía de la actriz Natalia Huarte. Es significativo que lo haya repescado a los 82 años, porque no es solo un acto de admiración a Jouvet, sino una declaración de que las disquisiciones sobre el arte teatral que se despachan en este espectáculo, así como el pensamiento humanista, filosófico y artístico del maestro, son también compartidas por él.
Este valor testamentario de la obra ha seducido precisamente a grandes figuras de la escena en edad madura: Strehler, Phillipe Clévenot, Toni Servillo (cuya versión pudimos ver en Madrid en 2018). Obra de teatro dentro de otra obra de teatro, escrita en 1986 por Brigitte Jaques-Wajeman y basada en hechos reales, ya que los ensayos que en ella se cuentan tuvieron lugar junto con las reflexiones vertidas y publicadas por Jouvet en Molière y la comedia clásica (gavilla de notas y textos del maestro recopiladas por su secretaria Charlotte Delbo durante aquellos ensayos).
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Titulada por su autora como Elvire-Jouvet 40, la obra se edifica como una clase-ensayo que Jouvet imparte a su alumna Claudia -en compañía de otros dos alumnos- en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático de París antes y durante la ocupación alemana. Están ensayando Dom Juan, de Molière, que obsesionó a Jouvet durante muchos años, y concretamente trabajan el monólogo donde Elvira ha decidido renunciar a Don Juan pero no se resiste a tener un último encuentro con él para advertirle de los castigos divinos que va a sufrir si antes no purga sus pecados.
Jouvet-Flotats le explica a su alumna -la menuda y vitalista Natalia Huarte (atención a esta actriz que lleva una trayectoria imparable)- la trascendencia de esta comedia que él califica de "religiosa", donde la escena citada es como una Anunciación mística. La interrumpe constantemente cuando ella la acomete y poco a poco le va descubriendo y descifrando las claves del personaje Elvira, su profunda fe religiosa, sus flaquezas y virtudes, no sin causar la desesperación de la joven actriz ante la dificultad de construir el personaje.
Como espectador amante del teatro asistimos con delectación a este análisis dramatúrgico, en el que profanamos ese espacio privado de un ensayo, a la vez que descubrimos las dificultades del arte del actor, que consiste en modelar sentimientos y emociones: "El teatro es el arte del sentimiento", le dice Jouvet-Flotats a Claudia-Huarte. "Y en el sentimiento todavía no hay fuerza suficiente en tu personaje", continúa. "La técnica que no viene del sentimiento, no vale. Hay que sacar las tripas". Por eso, la actriz Claudia flaquea por momentos ante las exigencias del maestro.
Flotats compone un maestro elegante, paciente y respetado de otra época, como refleja su riguroso atuendo de traje, abrigo y sombrero. Hay pequeños destellos de fino humor en él. El amor profundo por el teatro le lleva a vanagloriarse de cómo enseña el oficio: "con una intimidad que no encontraréis nunca". En otra ocasión destaca su espíritu republicano, cuando defiende la escuela laica y obligatoria como una conquista de la Revolución.
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Creo que Flotats corre el riesgo de hacer de sí mismo. También me da por pensar que la relación de Flotats con Huarte es la misma que la de Jouvet con Claudia: el maestro que transmite su saber a la joven actriz de manera perseverante, lenta, dolorosa y presencial. Una transmisión del conocimiento que se ha perdido en muchos ámbitos hoy día y que, como dice Flotats, es conveniente recordar.
La puesta en escena se distingue de la de 2002 en que el espacio de ahora es más amplio y está más vacío, una austera sala en madera presidida por una tarima con toda la caja escénica abierta al fondo, dándonos idea de los corredores y escaleras del Conservatorio en el que se encuentran. Las siete lecciones progresan conforme avanzan los nazis sobre el territorio europeo, interrumpidas por fragmentos musicales de la época usados a modo de transición.
Hay un cierto misterio en el ambiente, acentuado por los silencios, con momentos de cierto encantamiento como cuando escuchamos la prodigiosa voz saliendo de un gramófono de Yvonne Printemps. En el elenco figura también Francisco Dávila, Arturo Martinez Vázquez y Juan Carlos Mesonero. La traducción del texto es de Mauro Armiño.
Ficha técnica:
Según Elvire-Jouvet 40 de Brigitte Jaques. Traducción: Mauro Armiño
Dirección: Josep Maria Flotats
Con: Francisco Dávila, Josep Maria Flotats, Natalia Huarte, Arturo Martínez Vázquez y Juan Carlos Mesonero
Diseño de iluminación: Albert Faura
Diseño de espacio escénico, vestuario y banda sonora: Josep Maria Flotats