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Cerca de 70000 espectadores han visto en Caracas el monólogo Sangre en el diván, que ahora se representa en el Fígaro de Madrid los lunes y martes. Su protagonista, Héctor Manrique, es uno de los nombres propios del teatro venezolano, y ha recibido numerosos premios por este trabajo que estrenó en 2014. Aún es más célebre en su país el personaje que interpreta en escena: Edmundo Chirinos, un tipo muy popular, psicólogo personal de tres presidentes de gobierno, entre ellos Hugo Chávez, un personaje con una vida de película que remató con el asesinato de una de sus pacientes, la estudiante Roxana Vargas. La obra de Manrique está basada en un capítulo del libro de título homónimo, publicado por la periodista Ibeyise Pacheco en 2010, y que fue un bestseller en Venezuela que hasta se vendía en los semáforos.
Manrique dirige el Grupo Actoral 80, formación fundada en 1986 por su maestro el argentino Juan Carlos Gené (guionista de La Raulito). Hasta el año pasado, la compañía tenía una sala en la capital, pero según cuenta Manrique, "el gobierno nos la quitó, nos arrebataron el subsidio. Me calificaron de pernicioso y desestabilizador psicológico por hacer lo que estoy haciendo con usted: decir lo que pienso. Fue escandaloso no solo porque somos un grupo representativo del país, también por los argumentos que dieron. Yo soy muy crítico con lo que está pasando en el país y eso en gobiernos de tintes totalitarios no gusta mucho. Nos quitaron el presupuesto, pero tampoco me dejan presentarme en los teatros oficiales. La última vez que participé en el Festival de Caracas no entregaron los premios porque yo gané el de mejor director y el alcalde no quiso dármelo".
Pregunta. ¿Qué le inspiró del personaje Edmundo Chirinos para llevarlo a escena?
Respuesta. La detención de Chirinos fue una noticia impactante, era un personaje muy conocido. Pero la idea de un espectáculo prendió cuando leí el libro de Pacheco, muy riguroso y en el que incluye un capítulo que es una entrevista que le hace a él cuando está recluido en su casa, cumpliendo condena, antes de entrar en la cárcel. Vi que esa entrevista, que ella titula con gran acierto El delirio, tenía todos los condimentos para llevarla al teatro, sobre todo por el egocentrismo que se desprendía.
P. ¿Roxana era una paciente suya?
R. Sí, su madre la llevó a su consultorio. Y ella fue muy valiente, estudiaba periodismo y había empezado a hablar de su relación con él en un blog. Por eso él la mató. Luego llegaron a encontrar en su consulta más de mil fotos de mujeres sedadas, que suponemos sedaba para abusar de ellas, parece que abusó de cientos de pacientes.
P. Dedica el espectáculo a su madre que, según dice, murió creyendo que Chirinos era un hombre bueno.
R. Chirinos era muy amigo de mis padres, tanto que era el padrino de mi hermana menor. Y algunas veces venía a verme a los camerinos cuando actuaba. Siempre aparecía con muchachas deslumbrantes. A mí nunca me cayó bien, me parecía un personaje perturbador. Como ya digo, en la entrevista que le hace Pacheco me sorprendió que alguien pudiera manipular la realidad tanto, de una forma que llega al paroxismo.
P. Chirinos fue un tipo muy poderoso e influyente, así lo presenta en el espectáculo.
R. Era psiquiatra y llegó a ser psicólogo privado de tres presidentes de la República, de Rafael Caldera, Jaime Lusinchi y Hugo Chávez, por lo que tuvo una gran influencia política. Llegó incluso a ser diputado. Y también fue rector de la Universidad Central de Caracas. Por otro lado, era un hombre habitual de los platós de televisión, muy polemista y provocador. Y siempre iba rodeado de bellas mujeres, tenía fama de donjuán, de gigolo. Se casó muy joven, pero se divorció y no volvió a hacerlo. Era un tipo muy egocéntrico, por ejemplo, decía que Fidel Castro no era nadie hasta que le conoció a él, o que el Che Guevara tampoco era nadie, hasta que se conocieron y él le compró una casa y lo mantuvo.
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P. ¿Cómo es la puesta en escena? El personaje que recrea tiene un comportamiento muy energético y nos lo presenta desnudo, tumbado en un diván.
R. Hablaba de una manera muy particular, utilizaba trajes muy costosos, pero le quedaban raros, no era un tipo guapo, se teñía el pelo de negro. Era una persona sumamente extraña, y eso me hizo preguntarme cómo personajes como él llegaron a tener tanto poder. Como actor yo no le juzgo, de hecho es un espectáculo muy divertido hasta la última parte, en la que comienza a hablar de la muchacha que asesinó. Él era un seductor,y lo primero que se oye es la voz de un locutor conocidísimo de mi país que explica quién es, para luego darme paso y comenzar a seducir al público. El espacio es blanco, muy blanco, para trasmitir la idea de que estamos en un consultorio, que también es una sala de tortura, como la que se ha descubierto en Venezuela. Él arranca desnudo hasta colocarse su bata de médico y termina desnudo. Lo que nosotros llamamos la teatra es una condición de lo vivo, y mi idea era que esta persona que se disfraza de otro, vuelva a estar desnudo frente al público.
P. ¿Tiene un propósito político este espectáculo?
R. Quiero desenmascarar a esos manipuladores que se mueven en la órbita del poder más a menudo de lo que creemos, y que están en todas las sociedades. Quiero mostrar cómo la sociedad, y aquí no hay distingos de unas a otras, se dejan llevar por estos encantadores que saben muy bien qué decirle a la gente porque saben lo que esta quiere oír. Gracias a personajes como Chirinos estamos viviendo en mi país la atronadora tragedia que tenemos, por haber seguido a personajes delirantes, manipuladores, mentirosos y, sin lugar a dudas, encantadores. Así surge Hugo Chávez, pero también los populismos que ahora, por ejemplo, tienen en su país. Me gustaría que la gente se preguntara por su responsabilidad en permitir que estos personajes alcancen el poder. Porque en mi país ni la Universidad de Caracas, ni la Escuela de Psicología que Chirinos fundó ni la Sociedad de Psiquiatría se han pronunciado sobre este caso, aun después de haber sido condenado el personaje.
P. ¿Es su manera de explicar los populismos?
R. Hay muchas cosas que dice Chirinos que son muy inteligentes. Por ejemplo, cuando dice que Chávez era un gran mentiroso, pero que mentía con amor. Y añadía: somos una sociedad deficitaria afectivamente y por eso no nos damos cuenta de que nos están mintiendo.