[caption id="attachment_361" width="150"] Burundanga es la obra principal de la programación del Teatro Lara[/caption]
Desde hace un tiempo seguir la programación de algunos teatros madrileños poco menos que exige un radar para no perderse en la maraña de títulos que ofertan. Y no me refiero a los teatros públicos y microteatros, que cambian de función cada tres o cuatro semanas. Hablo de teatros comerciales que han iniciado una estrategia bautizada como “multiprogramación”, y que consiste en la cohabitación de cuatro y hasta cinco obras distintas a la semana pero siempre en torno a una producción protagonista.
La estrategia persigue, además de amortizar al máximo el local, fidelizar al espectador, pues de tener programada una sola obra es difícil que este vuelva al teatro hasta que no se recambie el espectáculo. Por otro lado, para los actores aumenta sus oportunidades de actuar (compleja es la tarea de encontrar escenario disponible en Madrid) y de encajar más fácilmente sus agendas profesionales, pues no les vincula diariamente al teatro.
Un ejemplo paradigmático y no sé si el que ha inaugurado esta tendencia de la multiprogramación es el del decimonónico Teatro Lara, aunque también la siguen los teatro de Smedia y muchas salas alternativas. El Lara era hace diez años un edificio deteriorado, situado en una zona conflictiva del centro de la ciudad y a la que cierto público temía acercarse. Permaneció un tiempo cerrado, pero resurgió de sus cenizas, resurrección que fue acompañada también de una notable rehabilitación urbanística del barrio.
Hoy el Lara es un espacio al que hay que estar atento, del que han salido espectáculos con un largo recorrido, como por ejemplo La función por hacer, de Miguel del Arco. Me atrae la juventud que respira su programación, donde conviven artistas de fama con otros menos célebres, espectáculos comerciales con otros más experimentales, pero con una evidente vocación de buscar al público. Su hall, reconvertido en una sala para 80 personas, funciona como un laboratorio y como una cantera y es una prueba evidente de que la experimentación y el riesgo no es sólo pasto reservado al teatro público.
Tiene gracia que el mérito de este éxito corresponda a un neófito del teatro como es Antonio Fuentes, un antiguo directivo que antes de aterrizar aquí había trabajado en multinacionales (la última empresa en la que estuvo fue Jazztel). Su primer contacto con el Lara fue hace diez años como pequeño accionista de la compañía que lo había alquilado, pero entonces no imaginó que acabaría comprándola hace un lustro. Según cuenta, en todo este tiempo lleva invertidos un millón de euros y este va a ser el primer año que obtenga beneficios. “El teatro es un negocio que exige estar muy encima de él, hay que cuidar el pequeño detalle, es como un restaurante. Y difícilmente te salen bien los números”.
¿Qué ha hecho Fuentes para resucitar el Lara? En tres puntos resume él su intervención: “Lo primero que hice fue apoyarme en gente que conociera el mundo del teatro, acabé asociándome con Pedro Larrañaga y Enrique Salaberría, quienes tienen un porcentaje muy pequeño de mi empresa. Luego, me propuse traer el mayor número de gente posible y fidelizarla, recurriendo fundamentalmente a las redes sociales. Y finalmente, elaboré una programación atractiva que me permitiera amortizar al máximo el local, en el que dispongo de una sala grande de 464 butacas y del hall que habilité”.
[caption id="attachment_362" width="450"] El reparto de Los miércoles no existen en la entrada del Teatro Lara[/caption]
Así fue como llegó a la “multiprogramación”: “Fui viendo que los fines de semana, de viernes a domingo, podía ofrecer dos y hasta tres funciones en la sala grande. Al principio programaba conciertos para la última hora, pero ahora pongo obras de teatro también. Y de lunes a jueves programo también en el hall, recurro a obras que me permiten hacer cantera, probarlas y ver cómo funcionan y si tienen tirón, pues estudiamos pasarlas a la sala grande”. De esta manera, el pasado año exhibieron 57 funciones distintas y 50 conciertos.
Fuentes dice que la clave de su programación está en disponer de una obra con tirón, para la sala grande, en torno a la cual gira toda la programación. Desde hace dos años exhibe Burundanga, de Jordi Galcerán (de martes a domingo), que acompaña de viernes a domingo con Los miércoles no existen, una pieza que va por su tercera temporada. Otra de las iniciativas por las que ha destacado el Lara es por la de abrir los lunes, el tradicional día de descanso de los teatros; desde el año pasado Kiti Manver ofrece en este día dos funciones de Las heridas del viento en el hall, un espacio que en la actualidad programa Autostop (de Carlos Bé, martes), La abducción de Luis Guzmán (de Pablo Remón, miércoles) y conciertos (Maika Makovski, este jueves).
Apenas un equipo de dos personas apoyan a Fuentes en las labores de gestión, marketing y ventas. Respecto a las labores de programación, recaen exclusivamente en él. Dice que ve mucho teatro, que visita muchas salas off y, sobre todo, que tiene abierta a todos los que tengan un buen proyecto teatral: “Trato más con actores y compañías que con empresas de producción. Creo que ahora hay un momento de gran creatividad, con muchos actores haciendo cosas que les apetece, obras que nacen desde abajo porque veo en los intérpretes una gran voluntad de no quedarse parados. Mi pretensión no es otra que facilitarles el camino para que lleguen a un público generalista, para que su trabajo no sólo lo vea un número testimonial de espectadores”. Y me informa que, por ahora, con esta gestión ha conseguido atraer nada menos que a unas 18.000 personas cada mes. Sorprendente ¿no?