La reconquista
Como demuestra el Teatro Real con su nueva temporada, nueva o vieja, la normalidad no está ahí, esperándonos, sino que tendremos que conquistarla, o reconquistarla
Es el momento de reconquistar. En realidad, la Reconquista aquella, con mayúsculas de nombre propio, no existió, al menos, no como me la enseñaron a mí y a los de mi quinta: una campaña de ochocientos años de duración, de Covadonga a Granada, de don Pelayo a Boabdil. Lo dice Henry Kamen en su libro revienta-mitos La invención de España: nada que dure tanto puede considerarse una empresa, ni militar ni de otra índole. «¿Qu'es de ti, desconsolado? / ¿Qu'es de ti, rey de Granada? / ¿Qu'es de tu tierra y tus moros? / ¿Dónde tienes tu morada?», le cantábamos en mi coro universitario al «buen rey» de las lágrimas, con la música conmovedora de Juan del Encina, tan certera en su sencillez y en sus proporciones como una octava real de Garcilaso.
A lo que iba. Esa, no, pero ahora los músicos estamos embarcados en otra reconquista —¡espero que más breve!— de cuyo éxito depende mucho y dependemos muchos: se trata de reconquistar la normalidad. Lo dijo Joan Matabosch en la presentación de la temporada 2020-21 del Teatro Real, en una rueda de prensa celebrada sobre el escenario del Teatro, con toda la cercanía que las circunstancias permitían: no podemos esperar a que se nos conceda la normalidad de después de la pandemia. Nueva o vieja, con o sin mascarilla, la normalidad no está ahí, esperándonos, no nos advendrá, sino que tendremos que conquistarla, o reconquistarla, dado que ya la tuvimos. Las autoridades autorizarán o no y tendrán la última palabra, pero son los protagonistas de la vida cultural los que tienen que abrir el camino.
Lo que me parece más significativo de la temporada que presentó Matabosch, además de ser magnífica y estar llena de grandes nombres y novedades atractivas, es que es una temporada normal: 15 títulos de otoño a principio de verano, con óperas de grandes dimensiones, no solo de cámara, algunas con el foso lleno de músicos. El Real considera normalizada también la taquilla, con aforos completos. Ojalá pueda ser. Ojalá este camino que están abriendo el Teatro Real, el Festival de Granada y otros centros de cultura resulte viable, porque la sociedad necesita ópera, música, teatro y danza hechos en vivo, en escena, para un público presente. La digitalizacón que la pandemia ha acelerado será un elemento clave de nuestra renovación, pero seguimos necesitando el escenario. De hecho, cada vez lo necesitamos más.
Las artes escénicas, las que toman cuerpo y suceden ante nosotros, las que nacen y mueren cada tarde delante del púbico, son uno de los pilares que sostienen nuestra convivencia. Un concierto o una función de teatro o de ópera no son solo una forma de entretenimiento, sino también una ceremonia, un ritual en el que se invocan mitos colectivos, conocidos o nuevos, se erigen universos paralelos que nos levantan del suelo y nos dan perspectiva y, sobre todo, se experimentan emociones conjuntamente. Aunque no las sepamos definir, las emociones del teatro son profundas e intensas y las vivimos juntos, entre muchos, a la vez. El teatro, la música y la danza son imprescindibles porque nos ayudan a vivir y a convivir.