'Tales of Kenzera: Zau', un 'metroidvania' africano que bebe de 'Black Panther' y la fantasía de Marlon James
El actor Abukabar Salim debuta en la dirección con un juego que explora el proceso de duelo por la muerte del padre.
Assassin’s Creed: Origins (2017) significó el inicio de la era moderna para la franquicia estrella de Ubisoft, una inyección de energía para revitalizar la saga de ficción histórica con un nuevo formato RPG. Sin embargo, buena parte del mérito se debe a Abukabar Salim, el joven actor británico de ascendencia keniata que interpretó al protagonista, Bayek de Siwa, con arrojo y convicción.
Aunque luego su carrera se ha concentrado más en el mundo de la televisión (interpretó a uno de los personajes principales en la serie Raised by Wolves y fomará parte de la segunda temporada de La casa del dragón), la experiencia tan gratificante de desarrollar un personaje durante años junto al equipo de Ubisoft le convenció de abrir su propio estudio de videojuegos.
Después de cinco años de trabajo nos llega este Tales of Kenzera: Zau, en el que el propio Salim reflexiona sobre la influencia de su padre en sus años formativos y el hueco que dejó su muerte prematura.
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Zau es un chamán de la ciudad de Amindla que busca y le arranca un pacto al mismísimo dios de la muerte, Kalunga, al que acusa de haber arrebatado a su padre antes de tiempo. A cambio de recorrer las tierras de Kenzera y subyugar tres espíritus rebeldes que han escapado de sus dominios, Kalunga le granjeará pasaje al reino de los muertos para reencontrarse con su padre.
Armado con las máscaras del sol y de la luna, Zau se embarca en un viaje iniciático de sanación para examinar la relación con su familia y sus responsabilidades como líder espiritual con el dios a su lado.
Tales of Kenzera: Zau es la opera prima de Surgent Studios, el estudio de desarrollo fundado por el propio Salim con la ayuda de la productora de Ridley Scott y el apoyo financiero de Electronic Arts, que publica el juego bajo su sello EA Originals. Es un metroidvania clásico, en dos dimensiones, que sigue de cerca la estela de Ori and the Blind Forest (2015), sin grandes experimentos ni innovaciones mecánicas.
La máscara de la luna permite a Zau ejecutar ataques a distancia y la del sol es para combates cuerpo a cuerpo. Bascular entre las dos opciones y su correspondiente árbol de habilidades, le aporta algo de enjundia a un sistema de combate por lo demás
bastante plano.
Donde el juego sí consigue reclamar su propio espacio es el apartado visual y en una ambientación netamente africana, sin ambages ni concesiones. La línea artística se nutre de las tradiciones estéticas y narrativas de las tribus bantú, desperdigadas por extensos territorios del África subsahariana.
Hay mucho del Black Panther de Marvel (sobre todo en la narrativa marco que entronca con la estética afrofuturista), pero los escenarios y el propio universo de Kenzera me recuerdan al universo de fantasía que Marlon James despliega tanto en Leopardo negro, lobo rojo como en Bruja luna, rey araña, aunque sin las ingentes raciones de violencia y sexo que salpican sus páginas.
Comparten referencias mitológicas y un folklore común: la prevalencia de la tradición oral, el papel de los griots, criaturas específicas como el impundulu o ciudades en las copas de los árboles, entre muchos otros detalles.
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La historia es muy sencilla, pero está narrada con aplomo y convicción, elevada por la impetuosa interpretación de Abukabar Salim en el papel protagonista. El giro final es efectivo y lo único que se le puede echar en cara es una conclusión bastante precipitada. Se echa en falta una suerte de epílogo para cerrar bien el arco del personaje principal, sobre todo en lo referente a la narrativa marco que acoge la
historia.
Además de la interpretación en inglés, el estudio se ha preocupado de incluir un doblaje en swahili para una experiencia más inmersiva en el mundo de ficción. Creo que es la primera vez en la historia de los videojuegos que se incluye algo así y estoy convencido de que ha tenido que ser un desafío logístico sustancial para un estudio independiente, pero los resultados son muy satisfactorios.
Tales of Kenzera: Zau destaca por su apuesta decidida por una ambientación prácticamente inédita y por el sincero acercamiento que hace al proceso del duelo filial. Salim se ha revelado como un director creativo muy competente, que entiende las fortalezas del medio y su enorme potencial para enriquecerse con tradiciones culturales todavía bastante desconocidas.
Algún pico de dificultad sobrevenido le juega una mala pasada (la huida del volcán en erupción es demencial) y se apoya demasiado en un sistema de combate que no tiene ni la profundidad ni la variedad de enemigos para mantener el interés durante las cerca de diez horas que dura la aventura, pero como opera prima es muy competente.
Su principal problema es que hace menos de cuatro meses se lanzó Prince of Persia: The Lost Crown con una propuesta similar pero un presupuesto mucho mayor. Sería un error, sin embargo, permitir que pasara desapercibido.