Supergiant Games es un estudio ya veterano en la escena independiente. Desde que en 2011 lanzaran Bastion, recibiendo el aplauso casi unánime de la crítica y el favor de los jugadores, han diseñado tres juegos más: Transistor, Pyre y Hades, el que ahora nos ocupa. Cada uno de un género diferente pero con una serie de características comunes. Por un lado la cuidada dirección artística, la perspectiva isométrica y la precisión jugable; por otro la intrincada faceta narrativa y la calidad de sus actuaciones. Con Hades sin embargo han hecho las cosas de manera diferente. Hace dos años, en los Game Awards de 2018, anunciaron el título y lo pusieron en Early Access en la recién estrenada Epic Games Store con el objetivo de ir mejorándolo con el feedback de los jugadores. El proceso iterativo se ha ido alargando durante casi veintidós meses y el resultado es un título que ha sido refinado en todos sus apartados hasta destilar el que quizá sea el juego del género roguelike más conseguido y a la vez más accesible. Los roguelikes toman su nombre de un juego programado en ASCII de 1980, Rogue, y suelen hacer gala de una enorme dificultad y unas reglas inflexibles diseñadas para que el jugador se enfrente una y otra vez a un laberinto diseñado de manera procedural, por lo que cada intento se desarrolla en un mapeado nuevo. Hades establece suficientes cambios a la fórmula para hacer una interpretación más amable de este género ya cuarentón, pero sigue siendo una auténtica oda a la perseverancia, un desafío que enlaza a la perfección con la lucha de su protagonista.
Zagreus, hijo de Hades, está dispuesto a escapar del inframundo a pesar de la prohibición expresa del dios de los muertos. El camino desde el palacio en el que reside es largo. Para llegar a la superficie tiene que atravesar las diferentes secciones de los dominios de su padre: el Tártaro, los prados Asfódelos, los campos Elíseos y por último el templo Estigia. Sin embargo todos los residentes del inframundo tienen la orden de no dejarle pasar, y cada muerte le envía de nuevo al palacio de su padre, muy ocupado con la burocracia inherente al cargo y que confía en que tarde o temprano se dé por vencido al constatar la futilidad de la empresa. Sin embargo la resolución de Zagreus no hace más que crecer con cada fracaso, algo que conmueve a los dioses del Olimpo, que deciden otorgarle su favor para ayudarle en su odisea. Los dioses ctónicos y los héroes de leyenda, cada uno con sus propias intenciones, también intervienen en la disputa familiar mientras se va relevando poco a poco por qué el joven dios quiere llegar a la superficie de manera tan desesperada.
Los trabajos de Zagreus para escapar del inframundo tienen mucho que ver con el castigo del rey de Éfira. Sísifo fue condenado a subir a una montaña cargado con una piedra enorme que, junto antes de llegar a la cumbre, rodaba ladera abajo, obligando al hombre a retomar la empresa una y otra vez en un ciclo eterno y absurdo. La principal diferencia es que cuando Zagreus fracasa y vuelve al punto de partida lo hace con preciosos recursos que le sirven para mejorar sus habilidades en un espejo proporcionado por Nyx, la encarnación de la noche y uno de los dioses más poderosos del panteón griego. El resto de las bendiciones otorgadas por los dioses olímpicos quedan borradas del mapa, por lo que cada nuevo intento de huida hace que desarrolle una build diferente, un estilo concreto con múltiples modificadores y poderes que aumentan sus capacidades y cambian la manera de jugar.
Hades es un juego que ciertamente abruma durante los primeros compases. Hay demasiadas mecánicas que tener en cuenta, y hasta pasadas varias horas resulta muy difícil entender cómo los diferentes parámetros afectan a la acción. La paciencia resulta fundamental. Si nunca se ha probado un roguelike antes la propuesta puede parecer descorazonadora. Al final de cada fase espera un jefe bastante poderoso, y aunque el jugador salga victorioso de la contienda, cuando vuelva ahí después de una muerte posterior el jefe seguirá esperándole para tomarse la revancha. Una y otra vez. Un esquema que puede parecer injusto y absurdo. No hay atajos. Cada vez que se muere se vuelve al principio y todas las piezas vuelven a su lugar. Sin embargo, lo que al principio parece una cordillera insuperable, con el paso del tiempo, se va volviendo más y más manejable hasta que llegado un punto resulta casi trivial. Zagreus se va haciendo más poderoso gracias a la progresión en el espejo de Nyx, pero el jugador también va conociendo los sistemas subyacentes en el combate de mejor manera, sabiendo cómo combinar las diferentes bendiciones de los dioses para definir una build devastadora. Es un aprendizaje lento, a veces tortuoso, pero que siempre termina por ofrecer avances tangibles. En cada intentona Zagreus consigue llegar un poco más lejos.
Uno de los principales aciertos de Supergiant Games es la inclusión de un modo dios que, lejos de aportar una invencibilidad que desnaturalice el enorme trabajo que han realizado a nivel de diseño para equilibrar todos los aspectos del juego, otorga una leve resistencia al daño que facilita un poco las cosas, acelerando el proceso de mejoras. Es un cambio sutil, pero efectivo, que tiene en cuenta si el jugador muere mucho para ir facilitando las cosas de manera progresiva. Se puede activar y desactivar en cualquier momento y no incluye ninguna penalización.
Los roguelikes suelen ser juegos puramente lúdicos donde la narrativa queda reducida a la mínima expresión y no es más que una excusa para contextualizar la acción. Greg Kasavin, director creativo de Hades, se ha preocupado de que aquí no sea así. El cuidado que han dedicado él y su equipo al diseño de personajes y a la escritura de los cientos de diálogos es digno de alabanza. El reparto es realmente vasto, con muchas de las figuras más conocidas del panteón griego representadas, así como otras más esquivas, como Caos, Nyx, Hipnos o Thanatos. Todos tienen su propia voz, personalidades muy marcadas que en ocasiones se vuelven tan temperamentales y caprichosas como los mitos los han retratado a lo largo de los siglos. Es increíble cómo los guionistas han podido incluir tramas y subtramas que evolucionan a lo largo del tiempo a pesar de la estructura rígida del juego. Cada vez que Zagreus muere y vuelve al palacio de Hades los personajes tienen cosas nuevas que decir, hacen comentarios en sus progresos y mantienen conversaciones entre ellos que permiten entrever sus posturas ante lo que está intentando hacer.
Hades es, simple y llanamente, uno de los mejores juegos de un año cargado de títulos imprescindibles. El género de los roguelikes puede ser realmente antipático, pero Supergigant Games ha tenido las perspicacia de limar algunas de sus aristas y ofrecer una pléyade de herramientas para personalizar el estilo de juego de cada uno. Al mismo tiempo hace gala de una dirección artística basada en la estética de cómic con una marcada personalidad, una música que sabe alternar con fluidez entre los momentos más pausados y los más frenéticos y un planteamiento narrativo que, si bien exhibe una trama sencilla y sin muchas sorpresas, se armoniza con el ciclo jugable casi a la perfección. A pesar del caos que puede llegar a desplegarse en pantalla, Hades funciona a la perfección en Nintendo Switch, plataforma que sale muy beneficiada del uso de un Pro Controller. En líneas generales se percibe de manera clara el beneficio neto del extenso periodo de tiempo que el juego ha pasado en Early Access. Las contribuciones que han hecho los jugadores que lo han podido probar antes del lanzamiento oficial han tenido un impacto muy positivo en la gesta de Zagreus, hijo del dios de los muertos que quizá se ve atrapado en un ciclo interminable, pero no por ello desprovisto de sentido.