Si Samuel Dashiell Hammett levantara la cabeza se quedaría estupefacto: en España el triunfo editorial, literario, territorial y social de la novela negra, la hard boiled originaria, es definitivo. El mundo entero se ha llenado de novela negra y no hay ciudad que se precie en este país que no tenga sus jornadas "noir" o su semana "noir", acusada siempre donde se celebre, esa es la lógica del triunfo, de que los escritores invitados siempre son los mismos. Pura envidia de los ausentes.
En mis tiempos de adolescente, Bruguera publicaba y vendía en quioscos de todo género unas novelitas "noir", policíacas las llamábamos nosotros, que eran una delicia incluso por su precio: cinco pesetas. Las escribían en cinco o seis días (y por eso los considerábamos dioses) avezados escritores, profesionales escondidos bajo pseudónimos que siempre estaban en guerra contra los malos. Los muchachos del barrio donde yo vivía tuvieron durante una larga temporada manía de comprar y leer aquellas novelas, de modo que en lugar de hablar siempre de fútbol hubo momentos en los que los debates sobre comisarios, detectives, delincuentes y criminales, se convirtió en una diversión de primer orden. Leí muchas de esas novelas y llegué incluso a entender la estructura loca de esta literatura que los demasiado grandes llaman menor, este súbgenero literario que yo no estoy muy seguro que lo sea cuando está bien escrito (no correctamente escrito, que eso es otra cosa). Tengo que confesar que mis primeros escritos eran cuentos mínimos, y no bien escritos (por ser misericordioso conmigo mismo), inspirados en aquel mundo "noir" siempre norteamericano que nos llegaba en directo y en vena de Dashiell Hammett y Raymond Chandler.
De un tiempo a esta parte, y sin que se hayan dejado de publicar en ningún momento las novelas de Hammett, surgen por doquier novelistas que escriben literatura "noir" llenando un espacio, y esta es una hipótesis (no una afirmación), que en los 60 y parte de los 70 estaba ocupado por lo que llamábamos novela social. A los escritores que escribían novela social, los finos los llamábamos "los de la berza", con un desprecio infinito, a pesar de que nos dábamos cuenta de que había una cierta calidad en determinados títulos que hacían de esa novela, en su mejor momento, una novela de gran calidad. Bueno, ¿ha ocupado la "noir" el espacio literario y editorial de "la berza"? Ahí deben sacar conclusiones los estudiosos, cátedras o profesores, especialistas y engreídos, de esos que ponen fronteras entre los géneros como los muros de la cabeza de Trump. El caso es que están por todos lados, triunfan por todos lados y discuten en cualquier ciudad y por todos lados sobre sus propia escritura. Dan envidia, sobre todo a los sedentarios que quieren tener un sillón en este nueva, extraña y heterodoxa academia.
Claro que he leído a algunos de estos nuevos escritores, aún jóvenes (o relativamente) para seguir aprendiendo. Una vez le dije a uno de ellos, cuyo nombre omito porque puedo y quiero, que en mis viajes a San Francisco estuve tres veces en el restaurante preferido de Dashiell Hammett y que almorcé y bebí algún que otro trago de whisky sentado en la isla del escritor, al fondo y con la espalda pegada a la pared. Se quedó de piedra y me dijo que ese era el principio de una novela que yo nunca he comenzado a escribir. Si tengo que aplaudir sin reparos a alguno de estos escritores "negros" lo haré citando a Marcelo Luján, argentino residente en Madrid, un esteta de la palabra y de lo que los clásicos llaman "calidad de página". No he hablado más que en una ocasión con Marcelo Luján y luego lo he recomendado sin éxito para una beca que nunca alcanzó, pero he leído dos de sus novelas, Moravia y Subsuelo, y me pasa lo que otros lectores con otros escritores: cuando releo páginas de Moravia creo que es mejor novela que Subsuelo, pero cuando releo Subsuelo creo que es mejor novela que Moravia. Así es la vaina. Las dos novelas son excelentes, no muy largas, pero muy cuidadas en la palabra (esa es aquí la unidad literaria), en la frase, en los personajes, en los procedimientos narrativos, desde la descripción al diálogo, pasando por los párrafos reflexivos. La lectura de esas dos novelas fueron sendos hallazgos para mí y tengo a Marcelo Luján como un gran constructor de ficciones, muy cuidadoso, como un escultor que pule sus historias hasta grados del esteta literario que lleva dentro. Hay otros dos escritores que quiero nombrar en esta cita "noir" con mis intemperies: José Luis Correa y Alexis Ravelo. Sus respectivas capacidades de trabajo los descubren cómo novelistas "noir" conocedores de su labor, rigurosos, competentes y, sobre todo, creyentes en lo que escriben y a lo que se dedican con una vocación insuperable. "Noir", pues, la novela negra, viento en popa. Espero que no sea una temporada de moda, sino un lugar en el cielo literario y en el gusto de nuestros lectores.