Image: Pistoletto, agitación popular

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Exposiciones

Pistoletto, agitación popular

Michelangelo Pistoletto

20 abril, 2012 02:00

Vista de la exposición.

Galería Elvira González. General Castaños, 3. Madrid. Hasta el 18 de mayo. Precio: 200.000 euros.

Es una oportunidad única para ver las obras recientes de gran formato de Michelangelo Pistoletto, pertenecientes a la serie Mirror Paintings. Trabajos simbólicos pero también, de corte político y de denuncia. En ellos veremos reflejados más que rostros y cuerpos.

Periódicamente, Pistoletto todavía suministra "cuadros espejos" al mercado del arte. Los primeros los realizó hace cincuenta años y siguen siendo sus obras más conocidas. Se han convertido en su firma de autor, a pesar de que otras piezas escultóricas, como su famosa Venus de los trapos, sirvan de ilustración del arte povera en los manuales. Y evidentemente, gracias al éxito internacional que alcanzaron desde la primera serie, también en una fuente de ingresos constante para la puesta en marcha de proyectos colectivos y de perfil utópico que han ido jalonando su trayectoria, como agente cultural de primera línea. Al mismo tiempo, los cuadros espejos han funcionado para Michelangelo Pistoletto (Biella, Italia, 1933) como el crisol embrionario de toda su proyección creativa y continúan siendo su forma más directa y natural de hacer comentarios sobre la actualidad.

Cuando se expusieron por primera vez, se interpretaron como una declaración conceptual que daba una vuelta de tuerca a las rupturas con el plano de representación pictórico y bidimensional de Le grand verre de Marcel Duchamp y las telas rajadas de Lucio Fontana. Pero con un aire menos estricto y dramático, como rápidamente detectaron Leo Castelli e Ileana Sonnabend, quien entonces estaba dando a conocer a los jóvenes artistas estadounidenses pop en su galería en París. En aquellas superficies de acero pulido, el público entraba y pasaba a formar parte de la representación junto al personaje fotografiado, que de hecho era ya un índice de aquel momento. En realidad, suponían una ruptura con las reflexiones puristas de ambos, en último término arraigadas en la fábula del artista como mero espejero en La República de Platón, cuya única cualidad era representar la (falsa) realidad como si solo estuviera sosteniendo un espejo. Porque si Duchamp y Fontana habían desnudado el velo, es decir, el engaño, los cuadros espejos o, como a Pistoletto le gusta denominarlos: "espejantes", daban la vuelta como un guante al problema de la verdad/falsedad de la representación. Al incluir al espectador, que podía modificar la imagen de múltiples modos con sus acciones, introducía el tiempo en el cuadro, sobrepasando la definición tradicional de la pintura como arte espacial y estático, frente a las artes del tiempo. Poco después el artista comenzaría a colaborar con músicos y performers, hasta la creación de su Fundación en su ciudad natal, interdisciplinar y foro abierto a la reflexión.

En las últimas décadas, Fontana se ha perfilado como un hombre de cultura, sensible a las consecuencias de la polaridad local/global y un ecologista consciente de la importancia de invertir los avances tecnológicos y científicos en la conservación de la naturaleza como única vía para el ser humano. De algún modo, reconocemos en él al tipo polifacético del Renacimiento, cuando aún se defendía la armonía entre hombre y naturaleza; un intelectual que no olvida la importancia de la tradición de la reflexión religiosa, aun cuando dios y el padre hayan muerto; y un artista que incondicionalmente defiende el arte como un espacio de interioridad.

Con ironía, el excelente montaje de esta exposición nos da la bienvenida ante un espejo-lámpara y, con su vestidor a la izquierda, nos invita a la estancia. Para abordar en las salas restantes la convulsa actualidad con la agitación popular -¿demasiada o demasiado poca?-, una joven que levanta la cámara para fotografiarla, y todo ante una pareja que ¿habla y reflexiona?. La gran obra es el díptico de una valla, de esas que últimamente encontramos en Madrid y nos impiden cruzar los lugares calientes.