Salvador Cidrás y Silvia Prada
Galería Casado Santapau
8 noviembre, 2007 01:00S. Cidrás: Sin título, 2007
En RoomMate Casado Santapau quieren reunir a diferentes artistas que mostrarán obras con ciertas relaciones entre sí de forma individual pero a la par. Arrancar con Silvia Prada (1969) y Salvador Cidrás (1968) funciona como ejemplo de una relación de contraste entre ciertos valores comunes y un intenso desequilibrio. Las semillas del trabajo de ambos están en el mismo terreno de la fascinación por lo emergente, por la calle de los nuevos chicos, la pantalla de los héroes de los Mass Media, los iconos de la música pop, y en la reutilización de un trasfondo cultural híbrido que mezcla y conecta referentes. También comparten (aquí, ya que la voluntad multidisciplinar es clave en el artista de Vigo) una querencia por el dibujo y cierto realismo figurativo así como la exploración de un eros subyacente. Por último, se advierte una común falta de conclusión, de mensaje claro. Sin embargo, la sensación ante el conjunto es bacheada. Ello no se debe sólo a que Cidrás tenga mayor carácter plástico y se aproxime a lo trágico y oscuro. Los carbónicos dibujos a lápiz de Prada parecen celebrar la perennidad de las ropas y las poses de unos personajes que existen despreocupados, en un estilo cercano a la ilustración gráfica de un Charles Anastase y a un Pop-art como de los 80, mientras el gallego emplea trazas más violentas y subraya con rotundidad el elemento de fugacidad de lo bello (y el sexo en su obra brota a cada esquina del drama de lo efímero). Pero la gran distancia entre las obras de ambos está en los vínculos que permiten sus respectivas aperturas del discurso. Cuando pulsas sobre las imágenes de Prada una onomatopeya lleva a un manierismo que se aferra a lo chic, lo sexy y lo cool. El clic sobre las de Cidrás dispara la navegación hacia múltiples direcciones mentales, contextuales y emocionales.