Vaciar la figura
Julio González
20 septiembre, 2000 02:00Cabeza ante el espejo, h. 1934. Bronce fundido, 56 x 29 x 31.
Con esta exposición, en definitiva, se avanza sobre una de las producciones que contribuyó con mayor fuerza a la evolución general de la expresión visual moderna
Desde su instalación en una reducida sala acondicionada para acoger la colección, Julio González ha ejercido de faro del IVAM. Con Tomás Llorens a la cabeza, los sucesivos responsables del IVAM han ido aireando esta colección, reestructurando periódicamente la exhibición de sus fondos y fomentando su estudio. Desde esta perspectiva, la iniciativa que nos ocupa trata de avanzar un paso más sobre lo ya andado. Por iniciativa del actual director del IVAM, Kosme de Barañano, en lo que constituye su primera apuesta expositiva y una declaración de intenciones que enraíza en los cimientos mismos de la escultura de talla moderna, Guillermo Solana ha puesto en solfa los fondos de Julio González, moviéndolos fuera de su espacio natural. De este modo, en la sala reservada por el IVAM para exposiciones de escultura de gran formato se asoman ahora a la calle tímidamente las obras de Julio González.
De entrada, el recorrido expositivo, que elude el orden cronológico, "pretende -en palabras del comisario- introducir al espectador en el mundo del artista desde esa clave figurativa; quiere conducirle paso a paso, entretejiendo dibujos y esculturas, desde el lenguaje plástico más accesible hasta el más hermético". Para ello Guillermo Solana ha echado mano de cinco bloques expositivos a través de los que van operando las "fantásticas metamorfosis" de Julio González. A modo de preámbulo, en la primera sala se ponen en circulación los principales motivos figurativos a los que Julio González iría recurriendo una y otra vez a lo largo de su vida, y que dan pie al desarrollo posterior de la exposición: la máscara, la campesina erguida, la maternidad, el abrazo de los amantes y la mujer peinándose. Con ello, si bien la enormidad de la sala mengua en parte el crecimiento enérgico de la escultura de Julio González -especialmente cuando el montaje de la exposición se detiene en las obras de menor formato-, y se pierde el carácter integrador que ofrecían las salas donde se ha localizado tradicionalmente su obra, esta muestra consigue añadir una lectura más sobre el trabajo de Julio González, en tanto ayuda a mirar, desde otro ángulo, lo que Valeriano Bozal ha llamado su "esquizofrenia estilística". Con esta exposición, en definitiva, como también ha señalado Margit Rowell -responsable de la memorable retrospectiva que dedicara en 1983 el Guggenheim de Nueva York a Julio González-, se avanza sobre una de las producciones que contribuyó con mayor fuerza a la evolución general de la expresión visual moderna, en cuanto posibilitó a la escultura dejar de ser arte de representación para ser arte de invención en el que el objeto no descriptivo significa una idea.