E. Valderrey
Las piezas tridimensionales de madera se elaboran generalmente con dos trabajos geométricos, fundamentalmente cuadrados y rectángulos, que se implican y obstruyen al mismo tiempo, consiguiéndose, con la utilización de los huecos y de las sombras la sustitución del negro por estas proyecciones que hablan de profundidad formal y también de reivindicación de lo etéreo e intangible, ese pedazo de escultura huidizo que cambia asimismo con las alteraciones de la luz.
Valderrey, que ha disfrutado becas tan prestigiosas como las de la Academia de España en Roma, el Colegio de España en París y la de la Casa de Velázquez en Madrid, proviene del campo pictórico en el que se ha mantenido fiel a las acromías del blanco y el negro, a la historia que habla de la fusión de los símbolos luctuosos y de las claridades, profesando en la dramática espiritualidad de Goya, en el silencio y el grito. Quizá por ello resulte sencillo apreciar esa querencia pictoricista en las vetas de la madera sin tratar, casi como un grafismo elocuente que se vuelca en el plano.
El creador catalán esencializa con el lenguaje tridimensional la capacidad para afirmarse en el despojamiento formal, planteándose con la ruptura de planos la necesidad imperiosa de crear un espacio metafórico en el que pueda darse tanto la negación absoluta del color como la aspiración a la luz.