A. Datas
Lo que sorprende en su trabajo y lo que le otorga su señalada personalidad es su enorme vitalidad, que no es solamente fruto de un lenguaje expresionista manejado con sabiduría: recorre sus cuadros un ímpetu de juventud, que derrocha libertad, desparpajo y frescura. Este brío, que es inhabitual en un pintor de su generación, no es estorbado, precisamente por la larga experiencia de Datas, por las torpezas o las vacilaciones de los artistas más jóvenes, y se las arregla para trabar en una imagen unitaria y potente los variados elementos que incluye en sus cuadros. Pinceladas largas y nerviosas de vivo cromatismo o de denso negro, dibujo de fino trazo independiente del color, escrituras muchas veces incomprensibles y abundantes collages de recortes de prensa o de papeles en blanco se combinan, se superponen de forma transparente o se tachan.
No hay proporción ni norte entre los componentes, que son casi siempre fragmentarios, ni normas autoimpuestas, lo que se traduce en distintos dialectos estilísticos, desde las cerradas retículas a las abiertas composiciones de fondos blancos en las que a menudo juegan un papel principal grandes vacíos. Estas últimas son en mi opinión sus mejores obras, las más agresivas, en las que las anotaciones dibujadas y escritas quieren dar fe, entre evidencias y veladuras, de la historia personal de Datas.