Galería Cuatro Diecisiete. Madrid Príncipe de Vergara, 17. Hasta el 3 de abril. De 100.000 a 925.000 pesetas.
Ignacio Alepuz (Madrid, 1951), pintor tardío según su propia definición y durante bastante tiempo artista ambulante por las diversas técnicas y estilos más o menos etiquetables, ha llegado a un remanso creativo en los últimos años. Así, más seguro de sus pasos y más inquieto tras haber atravesado un (fundamental pero no por ello habitual) período de reflexión, ha hecho del taller y los elementos que en él concurren su Aleph particular, el santo y seña de toda su obra última. Al menos así parece a la vista de las doce pinturas y dos esculturas que ahora expone en Madrid. Junto al espacio del taller, Alepuz sitúa la cotidianidad del diario, ese papel que es envoltorio a la vez que conexión del taller con el exterior. El diario es también muchas veces superficie receptora de los fluidos, las huellas, la materia en su forma más física y caótica, superficie que es aprovechada. Pinceles, brochas, botes y tubos, tazas y vasos, la velazqueña cruz roja de Santiago, el rodillo y, casi invisible, la desnudez de la modelo, se arremolinan en torno a ese centro. Poeta de la materia, pintor sugerente, Alepuz merece ser conocido.