Mykhailo Boichuk abrió a finales de 1917, en la recién fundada Academia de Arte de Ucrania, en Kiev, un taller de pintura al fresco, al temple y de mosaicos donde germinó un nuevo estilo, el boichukismo, un arte concebido como patrimonio artístico nacional que logró conjugar las formas bizantinas, los frescos italianos prerrenacentistas y el arte popular ucraniano. Sus alumnos firmarían numerosos encargos estatales para edificios y espacios públicos, pero con el triunfo soviético estos creadores fueron tachados de nacionalistas burgueses y muchos de ellos, como su maestro, ejecutados en los procesos estalinistas de los años 30. La mayor parte de sus obras fue destruido.
Las pocas piezas que lograron esquivar la purga sortean ahora otra amenaza rusa: los misiles de Vladímir Putin. Y lo han hecho de forma literal. El pasado martes 15 de noviembre, el día de la mayor ofensiva área sobre las ciudades ucranianas desde el inicio de la guerra, dos camiones con medio centenar de obras de artistas contemporáneos locales, procedentes de las colecciones del Museo Nacional de Arte y del Museo Estatal de Teatro, Música y Cine de Ucrania, partieron de Kiev con destino Madrid, concretamente el Museo Thyssen-Bornemisza, donde vertebran la exposición En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania, 1900-1930.
La muestra, inaugurada este lunes entre gran expectación internacional, marca un hito porque es la primera vez que se expone tal cantidad de obras maestras de artistas ucranianos de principios del siglo XX, como Oleksandr Bohomazov, Vasyl Yermilov o Anatol Petrytski, fuera del país. Además de proteger las piezas, el otro objetivo del montaje consiste en rescatar la condición puramente ucraniana de todas estas pinturas y pintores, de los que la URSS se apropió o silenció. Muchos de los lienzos pertenecen, de hecho, al llamado fondo especial que el Museo Nacional de Arte creó entre 1937 y 1939 con los trabajos de "categoría cero" (ningún valor artístico), realizados por nacionalistas o enemigos del pueblo según las autoridades soviéticas.
"La ucraniana es una vanguardia independiente que debe formar parte del movimiento mundial de principios del siglo XX", ha destacado Maryna Drobotiuk, conservadora jefe de la institución de Kiev. En la presentación de la muestra también ha intervenido el presidente Volodímir Zelenski a través de un vídeo grabado en el que ha señalado que "hoy más que nunca necesitamos que el arte hable": "Esta exposición mostrará lo que Rusia está intentando destruir con la guerra actual y la conexión que Ucrania tiene con Europa". De los museos de la ciudad recuperada de Jersón, se calcula que los rusos expoliaron unas 15.000 piezas históricas y obras de arte.
"Rusia siempre ha tratado de robar nuestra identidad cultural, los nombres de nuestros artistas", ha añadido Serhii Pohoreltsev, embajador ucraniano en España. "El genocidio cultural no mata, pero roba la identidad; por eso es importante identificar a los artistas ucranianos", ha clamado durante la rueda de prensa, recordando que justo se cumplen nueve décadas del Holodomor, la gran hambruna provocada por Stalin entre 1931 y 1934 que mató a unos cinco millones de ucranianos.
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En el ojo del huracán, que supone el mayor transporte de arte legal que sale de Ucrania desde el inicio de la guerra y podrá verse hasta el 30 de abril del próximo año, nace de un proyecto esbozado por Francesca Thyssen-Bornemisza y el comisario ucraniano Konstantin Akinsha. En un tiempo récord y "sin presupuesto", el museo madrileño ya expone las más de 70 obras que permiten indagar en el amplio abanico de estilos e identidades —cubismo, futurismo, expresionismo o suprematismo mezclados con elementos singulares del folclore nacional— que florecieron en un periodo de gran agitación, de guerras, revoluciones y asesinatos masivos.
No ha sido sencillo el traslado de las pinturas, dibujos, collages o diseños teatrales; y contiene ecos de la operación para salvaguardar el patrimonio del Museo del Prado durante la Guerra Civil española. El convoy fue cargado en la noche del 14 de noviembre y partió a la mañana siguiente, solo un par de horas antes de que Putin ordenase lanzar sobre Ucrania cerca de un centenar de misiles que impactaron en numerosas ciudades.
"Estuvimos en contacto con los conductores cada diez minutos", ha revelado Francesca, impulsora también de la iniciativa solidaria Museums for Ukraine, con la que ha recaudado más de un millón de euros para los centros culturales del país invadido. "Los camiones estaban a 60 kilómetros de donde cayó el misil en Polonia y tardaron doce horas en cruzar la frontera, que estaba cerrada". Solo se logró la operación tras numerosos esfuerzos diplomáticos.
"Apoyar el arte es un elemento fundamental para la supervivencia del país. Estamos rindiendo un homenaje al pasado, presente y futuro del legado cultural ucraniano", ha subrayado la coleccionista. En el acto ha intervenido otra de las comisarias, Katia Denysova, que ha desgranado las luces y las sombras de ese florecimiento artístico de Ucrania en las tres primeras décadas del siglo XX. "Queremos mostrar a los artistas que fueron clave en la forja de nuestro arte y cultura, que aunque formaban parte de una red mucho mayor, integraron elementos de la tradición folclórica ucraniana", ha subrayado, insistiendo en esa idea de desligarse del yugo ruso, tanto en su expresión imperial como soviética.
Ninguna de las autoridades ha querido confirmar si las obras prestadas regresarán o no a Ucrania tras la exposición, que también se verá en el Museo Ludwig de Colonia, Alemania. Konstantin Akinsha ha finalizado recordando que el expolio perpetrado por las tropas de Putin del patrimonio ucraniano no encuentra parangón desde la II Guerra Mundial: "Los periódicos rusos presumen de que las colecciones de sus museos están creciendo. Se está registrando una violación de todas las leyes internacionales y las instituciones deben abordarlo". El arte ucraniano escapa de las bombas para salvarse, darse a conocer y ser utilizado como un arma más para recabar el apoyo de la comunidad internacional.