Tiene una de las colecciones más singulares e importantes de nuestro país, de la que apenas hay parangón fuera, que pone el acento en el patrimonio documental de la historia del arte del siglo XX. Archivo Lafuente son cartas, documentos, fotos, revistas, libros de artista... aunque, sobre todo, es una invitación a pensar la creación como un gran depósito de ideas. A olvidar lo convencional para descubrir otros mundos del arte.



Es un tipo curioso y discreto, una de esas personas de mirada rigurosa a las que les gusta perderse en los detalles, en lo periférico y en los márgenes del arte. En los de su libreta de notas deja entrever parte de su hoja de ruta: "Indagar, buscar, encontrar, discutir, discriminar, decidir, adquirir"... José María Lafuente (Lugo, 1957) lleva años recopilando objetos, libros, revistas, documentos, cartas, papeles, fotografías, collages, postales, carteles..., obras originales y reproducciones. Un extenso fondo documental con el que ha creado una de las mejores y más singulares colecciones de arte en nuestro país, llena de minúsculas fuentes que han fundado la Historia del Arte, con mayúsculas. Hasta 120.000 obras componen este canto coral. Es el Archivo Lafuente.



Por esa labor coleccionista acaba de recibir el premio de la Fundación Arte y Mecenazgo de la Fundació la 'Caixa', y ha firmado uno de los acuerdos institucionales más importantes. El Archivo Lafuente se ubicará en el antiguo edificio del Banco de España en Santander, cedido por el Gobierno de Cantabria, y será una sede asociada al Museo Reina Sofía a la que el coleccionista cede de modo preferente y gratuito su archivo por un periodo de diez años. Es la culminación de una colaboración que viene de largo, con reiterados préstamos a exposiciones, y que aúna los deseos del coleccionista de dejar su archivo en España y los del museo por incorporar estos fondos de referencia internacional. "Un archivo impresionante -lo define el director, Manuel Borja-Villel- pero, si no se activa, es como una biblioteca que no se lee".



Libros y cartas

La del hogar de los Lafuente en Santander fue decisiva: "He tenido la inmensa suerte de nacer en un hogar modesto, pero lleno de libros, con un intenso culto al trabajo y la amistad, viendo dibujos y leyendo las cartas que mi padre se escribía con artistas o escritores, como Eugenio Granell; los dos fueron militantes del POUM", explica. Aunque su escuela fue el Museo del Prado: "Allí eduqué la mirada. Primero, simplemente observas las obras, pero luego empiezas a hacerte preguntas, a analizar los cuadros, a buscar respuesta en los textos originales".



Desde entonces, José María Lafuente combina su labor como empresario de un importante grupo quesero con la de editor y coleccionista. A mediados de los años ochenta empezó comprando dibujos y esculturas, de Pepe Espaliú, Cristina Iglesias, Adolfo Schlosser o Juan Muñoz, entre otros. En quince años reunió unas 200 obras que posteriormente vendió. A partir de entonces nació el Archivo Lafuente, que hace dos años se dio a conocer públicamente con una completa web y cuatro exposiciones: La idea de arte (MAS, Santander); Sol LeWitt: Libros. El concepto como arte (Universidad de Cantabria); ¿Qué es un libro de artista? (Palacete del Embarcadero, Santander), y Escritura experimental en España, 1963-1983 (Círculo de Bellas Artes, Madrid).



Pregunta.- ¿Qué le hizo dar ese giro?

Respuesta.- La relación con dos personas, Miguel Logroño y Pablo Beltrán de Heredia. A Pablo le conocí a finales de los años 90, él fue uno de los fundadores de los llamados Encuentros de Altamira, celebrados en 1949 y 1950 en Santillana del Mar para promover el intercambio entre artistas nacionales e internacionales. Participaron Mathias Goeritz, Llorens Artigas, Ángel Ferrant, Eduardo Westerdhal o Rafael Santos Torroella. Pablo Beltrán tenía una gran biblioteca, que ahora mismo está en la Universidad de Navarra, así como un archivo privado sobre la Escuela de Altamira. Me admiró, no tanto las obras de Mathias Goeritz o Willi Bausmeister que tenía, sino las cartas, las fotos de los encuentros, las ediciones, las pruebas de imprenta... Indicios valiosos que me proporcionaron la idea del archivo que me gustaría desarrollar.



Detalle de Prose du Transsibérien, de Sonia Delaunay

Fue el primer fondo documental que compró y eso le dio una pista enorme de la filosofía con la que se define el Archivo Lafuente, para la que siempre pone el símil del iceberg: "La obra de arte es lo que sale a la superficie, pero debajo hay un armazón invisible, el vasto mundo de las ideas".



P.- Citaba antes otro momento clave. ¿Cuál fue?

R.- Fue en el año 2003, cuando adquirí el fondo de Miguel Logroño, crítico de arte, fundador del Salón de los 16, y primer director dela Biblioteca del Museo Reina Sofía. Logroño tenía una modesta colección de arte, en su mayoría de artistas españoles de la segunda mitad del siglo XX, así como una colección de libros extraordinariamente exquisita, sobre todo de poetas surrealistas franceses, chilenos, argentinos... Contaba unos 10.000 volúmenes; la mitad de los cuales, bibliografía, pero la otra mitad eran libros raros y folletos curiosos. Aprendí mucho de ellos. Entre esa documentación se encontraban abundantes publicaciones poco conocidas, o difíciles de encontrar, que en su conjunto registraban con fidelidad y detalle los diversos desarrollos del arte español a lo largo del siglo.



El objetivo final era reunir un mapa documental que ayudara a investigar nuevas interpretaciones historiográficas del arte"

P.- ¿Y cómo selecciona los fondos para el Archivo?

R.- La búsqueda es discreta, con tiempo, basada en el conocimiento y en la red de colaboradores con los que trabajamos. En ocasiones se tarda mucho tiempo en culminar una negociación, sobre todo cuando se trata de fondos de los propios artistas, familiares o herederos. Por el contrario, hay veces que la singularidad de una obra nos impele a tomar una rápida decisión. En el Archivo Lafuente somos diez personas trabajando en una colección documental especializada en la historia del arte del siglo XX en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, con un énfasis especial en España y Cantabria. Abarca desde las vanguardias históricas hasta los años 80, aunque todas esas áreas geográficas se subdividen por movimientos. Nada es estanco en el Archivo, ni las obras de arte ni las ideas sobre estas. Desde su nacimiento, el objetivo final del Archivo fue reunir y difundir un mapa documental que ayudara a investigar y a elaborar nuevas interpretaciones historiográficas del arte.



El papel de los ismos

P.- Las vanguardias tienen un peso importante en el Archivo. ¿Cómo valora su papel?

R.- Las vanguardias históricas conforman un momento especialmente interesante, ya que los artistas, además de pintar o hacer esculturas, escribieron y se hicieron editores, colaboraban con los poetas y los músicos, con los arquitectos y los diseñadores. De toda esa actividad han quedado manifiestos, revistas, programas, estudios... En el Archivo Lafuente tenemos muchos de estos documentos, como primeras ediciones de, entre otros, Un coup de dés, de Mallarmé; la Prose du Transsibérien et de la petite Jeanne de France, con texto de Blaise Cendrarse ilustrado por Sonia Delaunay, o Der Blaue Reiter, de Kandinsky y Marc, o 180 colecciones completas de revistas, como 291, Cabaret Voltaire, Dada, Blok, Broom. También contamos con una colección de vanguardia rusa de 400 ítems, y que constituye uno de los hitos más singulares.



P.- Otro foco importante es el dedicado al arte conceptual.

R.- Hay un amplio fondo internacional de los años 60 y 70, que estudia el conceptual, el minimal, el land art y el povera, constituido por unas 20.000 referencias, entre libros de artistas, carteles, discos e invitaciones. El lenguaje, la escritura y sus múltiples relaciones confluyen en otro de los hilos conductores del Archivo, a través de la poesía experimental internacional y española. A destacar, los conjuntos de las revistas Noigandres y OU. Igualmente, y desde el lado español, un archivo muy amplio de la poesía visual, como el que ocupa el fondo de Fernando Millán, o el del escritor José Luis Castillejo. El arte conceptual español abarca varios fondos, como el dedicado a la exposición Fuera de formato, o a obras originales de más de 70 artistas, entre ellos, Isidoro Valcárcel Medina, Elena Asins, Concha Jerez y Francesc Abad.



Detalle de Partida de ajedrez, de Isidoro Valcárcel Medina

P.- ¿Y qué campos centran sus investigaciones ahora?

R.- Tenemos varias líneas de trabajo. Una principal es la de completar la colección de vanguardias históricas, particularmente, vanguardia rusa y dadá. Otro foco importante sobre el que nos aplicamos es Latinoamérica, comprendiendo desde el archivo Martín Fierro, de los años veinte, hasta el fondo sobre el grupo Escombros, de Argentina en los años 80, pasando por la revista Navilouca, los primeros trabajos de Hélio Oiticica, el conjunto documental de Iván Cardoso, o el archivo de Ulises Carrión que, con más de 10.000 referencias, se erige en uno de los estandartes del Archivo Lafuente. Sobre la España de los años 70 y 80, trazamos una cartografía y vamos tejiendo ese mapa artístico que comprende desde el conceptualismo a la nueva figuración, pasando por el cómic, el diseño gráfico, la política y la cultura.



Los grandes libreros

P.- Hablemos de mercado. ¿Cómo funciona?

R.- Por una parte, están los grandes libreros del mundo, habrá unos diez, que manejan todo este tipo de material. No son libreros al uso, sino historiadores del arte o estudiosos, que tienen alcance a este tipo de obras. Como conocen el Archivo Lafuente, suelen ser ellos quienes me ofrecen determinados fondos. Ahora, por ejemplo, a través de un librero de Estados Unidos, estoy estudiando la adquisición del archivo personal de un profesor norteamericano de arte, que incluye 40 poemas visuales de Carl Andre y 50 originales de arte correo de Ray Johnson. Por otra parte, las obras pueden llegar de los propios artistas o sus herederos, o, en menor grado, de galerías de arte y subastas.



Una Ley de Mecenazgo no crea mecenas. Para ello, se precisa una política de Estado, un plan cultural"


P.- ¿Y el baremo económico es similar a las obras de arte que vemos en galerías y ferias?

R.- Depende, determinados documentos alcanzan un gran valor por sí mismos, aunque, en un fondo documental como es este archivo, el valor reside en el conjunto de la colección.



P.- ¿Y hay mucha demanda sobre ese material?

R.- Nosotros "competimos" fundamentalmente con las universidades americanas, con los grandes museos y con las colecciones particulares estrechamente vinculadas a lo documental.



P.- Además de dedicarse al coleccionismo, dirige Ediciones La Bahía y la revista Arte y parte. ¿Qué conexión tienen?

R.- Los proyectos están unidos por su interés en la difusión del arte. Ediciones La Bahía funciona como una correa de transmisión del Archivo Lafuente; es decir, es su editorial. Arte y parte, dirigida por Fernando Huici, es una revista de arte que cumple ahora 25 años de trayectoria.



P.- La idea de archivo es hoy uno de los motores creativos para los artistas, ¿también para los museos?

R.- En España siempre ha primado el cuadro, el dibujo o la escultura. Las grandes instituciones, salvo en un momento puntual el IVAM, no le han dado importancia a lo documental, no obstante, es verdad que eso está cambiando. Ahora, el Reina Sofía y el MACBA sí tienen interés.



Sede en santander

P.- Hablando del Reina Sofía, explique algo más de los detalles de ese acuerdo de colaboración con sede en Santander.

R.- El compromiso es que el Reina tenga un derecho de uso preferente sobre los fondos del Archivo por un periodo de diez años, y yo me comprometo a no venderlo en ese tiempo a nadie salvo al Reina Sofía si lo quiere comprar. Existe el proyecto de impulsar una sede asociada del museo en Santander, donde se alojaría el Archivo y donde se celebrarían exposiciones temporales por parte del museo. Aún no hay fecha prevista de apertura.



P.- Una de las mayores dificultades para incentivar el coleccionismo es esa Ley de Mecenazgo que no llega nunca...

R.- El mecenazgo en España es prácticamente inexistente comparado al de otros países. Pero, no nos equivoquemos, una Ley de Mecenazgo no crea mecenas. Para ello, se precisa una política de Estado. Es vital que exista un plan cultural. ¿Lo hay? Esa es la clave.



@bea_espejo