Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, 1953) está considerado como uno de los fotógrafos fundamentales de la Movida madrileña de los 80. Pero no solo retrató a los miembros de aquella tribu salida de la clase media o media-alta. En el extrarradio de Madrid inmortalizó el nacimiento del rap y también a la subcultura heavy. Lo suyo, en efecto, son las tribus urbanas. Se reivindican distintos, pero Trillo ha encontrado en todas ellas la repetición de una serie de patrones y un sentimiento gregario fundado en un gusto musical y una vestimenta comunes. En 2014 presentó en la Tabacalera de Madrid la exposición Afluencias. Costa este-costa oeste, donde exhibió su serie Las afueras (con las citadas fotos de las tribus del extrarradio madrileño) y la serie Costa este-costa oeste, en la que muestra cómo las tribus urbanas de hoy nacen en Estados Unidos para extenderse por igual entre la juventud marroquí o vietnamita. Ahora presenta en la librería Letras Corsarias de Salamanca la reedición del catálogo de aquella exposición, que se agotó en su momento antes de poder ser distribuido en librerías. Además, su publicación coincide con su última exposición, en la galería Adora Calvo, también en Salamanca. Titulada Equidistancias, pone a dialogar de nuevo su serie Las afueras con otro proyecto, en este caso Habaneras. Esta serie, realizada por Trillo en la capital cubana entre 1999 y 2001, retrata a travestis y transformistas, sumidos en la clandestinidad, en la intimidad de sus casas, con un contraste entre la melancolía y el orgullo identitario.
Pregunta.- ¿Cuál es el propósito de exhibir a la vez estas dos series, Las afueras y Habaneras?
Respuesta.- He querido contraponer al Madrid de los 80, que había recuperado la libertad y perdido el miedo, a lo más oculto de La Habana, donde los homosexuales siguen en cierta clandestinidad. Son dos visiones de dos momentos de nacimiento de libertades. Desde 2001 no he vuelto a Cuba, pero amigos que sí han estado recientemente me dicen que en estos 15 años ha aumentado la libertad.
P.- Cuba es un país que se precia de revolucionario pero los homosexuales han sido reprimidos durante medio siglo.
R.- Es que los revolucionarios cubanos eran conservadores en todo y lo siguen siendo. Fíjate que los barbudos eran todos blancos, hijos de españoles la mayoría. Ellos piensan que la negritud está muy bien para la música, pero no para la política.
P.- Su fotografía es urbana. Una gran jungla que, paradójicamente, se convierte en refugio de los "raros" que son marginados en sus pueblos de origen.
R.- Sí, como se suele decir, "pueblo pequeño, infierno grande". Parece que en un pueblo la vida es idílica y que en la ciudad todo es turbulento, pero no hay nada más lejos de la realidad. La ciudad es también el plató en el que la gente sale a ser vista. Si uno sale a ser visto en el pueblo, a los dos días dicen "esta niña está muy vista".
P.- En la serie Las afueras demuestra que no todo fue Movida en el Madrid de los 80.
R.- Sí, en aquellos años surgió el heavy, que fue una evolución del rock de los 70, y el rap, que sí era un movimiento totalmente nuevo. Yo además puedo enorgullecerme de ser un poco padre del movimiento hip hop -que estaba ligado al rap, al grafiti y, sobre todo, al breakdance- porque el primer disco de rap en castellano, Madrid Hip Hop, nació en el 89 a raíz de un reportaje en la revista Sur Express con fotos mías. Luego lo vio la multinacional Ariola y sacó unos meses después Rap in Madrid.
Dyane. La Habana, 2000
P.- ¿Qué tribu urbana le interesa hoy? R.- El fenómeno del manga. Como estoy muy enganchado a la cultura asiática, me fijo mucho en la influencia que tiene en los jóvenes de aquí, y voy mucho a los salones del manga. Los chavales van disfrazados de sus personajes favoritos y les encanta que les hagas fotos. Aunque hoy todo el mundo está muy acostumbrado a hacerse fotos, sigue habiendo una jerarquía, y cuando me ven con la cámara se entusiasman y me preguntan rápidamente cuándo y dónde voy a sacar las fotos. Todo el mundo usamos las palabras, pero eso no quiere decir que seamos todos escritores. Con la fotografía pasa igual, todos las hacemos, pero eso no quiere decir que todo el mundo sea capaz de construir un universo con ellas. P.- Las fotos que pueden verse en esta exposición en Adora Calvo son en blanco y negro en el caso de Las afueras y diapositivas en color en el caso de Habaneras, y en 2006 se pasó a la foto digital. ¿Los cambios de técnica y formatos han cambiado también su trabajo? R.- Sí, ahora el sistema nervioso está más relajado. Ya no está la incertidumbre de si saldrán bien o no las fotos. Ahora las ves al momento y sabes si han salido bien, y además no corres el riesgo de que un mal revelado te eche a perder el negativo. Otro adelanto importante fue el autofoco. Antes, en la oscuridad de la discoteca, tenía que pedirle a alguien que encendiera un mechero para poder enfocar. Hoy sigue habiendo fotógrafos muy enganchados a las técnicas decimonónicas, como Isabel Muñoz o el último Premio Nacional, Castro Prieto. Eso está muy bien, pero en mi caso no tendría sentido, ya que siempre he retratado un mundo urbano en constante cambio.