La obra de Ian Cheng está repleta de avatares que se mueven en un escenario futurístico. No se trata de una proyección que se repite sino de una especie de videojuego que se juega a sí mismo. El propio artista se ha sorprendido al ver algunos de los movimientos que esos personajes realizan. En ocasiones el avatar principal sale de escena y en otras el grupo se encierra para formar parte del infierno. Emissaries, la trilogía que Cheng ha realizado por petición de la Fundación Patrizia Re Rebaudengo, es la exposición con la que la fundación pone en marcha su programación en Madrid. En el marco de su presentación en la Fundación Fernando de Castro la coleccionista ha asegurado que no renuncia a tener un espacio en el que instalar su filial en la ciudad.
En 2017 el proyecto para la fundación aterrizaba en Madrid con la cesión de la Nave 9 de Matadero por 50 años. Sin embargo, tras más de un año y medio trabajando en las posibles adaptaciones del espacio, los arquitectos David Adjaye y Arturo Franco y el Ayuntamiento han visto la inviabilidad del proyecto. La arquitectura del espacio presentaba “problemas estructurales porque las columnas no se pueden alterar”, ha recordado Patrizia Sandretto. Actualmente, las conversaciones con el consistorio liderado ahora por el PP siguen su curso y la coleccionista confía en disponer de un espacio adecuado “en un futuro próximo”.
“Llevamos meses cooperando y esperamos tener una respuesta satisfactoria pronto. Nosotros, de momento, hemos comenzado nuestro trabajo en España y estamos abiertos al lugar, no importa que sea un espacio industrial o un edificio antiguo. Lo importante es que nos proporcione la posibilidad de cumplir con las actividades que hacemos en Turín y en otras sedes”, ha indicado. En este sentido, Sandretto se muestra optimista y asegura que las líneas generales del proyecto siguen siendo las mismas: “vamos a hacer exposiciones temporales, se mostrará parte de la colección, habrá actividades y residencias”.
Para la primera de las residencias, coordinada por Alejandro Alonso Díaz y bajo el título Young Curators Residency Programme, se ha seleccionado a Marta Cacciavillani, Laura Plant y Lxo Cohen. Su misión ahora es conocer el panorama artístico español durante los próximos cuatro meses. Patrizia Sandretto ha asegurado que será en mayo o en los primeros compases de junio cuando se organice una exposición colectiva con la obra de los creadores que seleccionen. A la presidenta de la fundación, que conoce el panorama español y los artistas que componen nuestro amalgama artístico, le interesa la obra de artistas como Teresa Solar, Oriol Vilanova, Lara Almárcegui, Santiago Sierra y Jorge Peris. Coincidiendo con la semana de ARCO afirma que está abierta a comprar nuevas obras que enriquezcan su ya nutrido fondo. Además, forma parte del jurado del Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente, lo que le proporciona “la oportunidad de conocer a nuevos creadores”.
Para Sandretto lo “más importante es el propio artista. Si eres coleccionista de arte contemporáneo, como es mi caso, tienes la oportunidad no solo de comprar sino de conocer a los artistas, de visitar sus talleres, de hablar con ellos, de visitar museos y galerías, conocer a comisarios, directores y otros coleccionistas”. Se trata, en definitiva, de “formar parte de una comunidad”.
Una colección privada abierta al público
Patrizia Sandretto Re Rebaudengo comenzó a coleccionar en el año 1992. Fue durante un viaje a Londres que recuerda con detalle: “fui a visitar el taller de Anish Kapoor y allí vi varias obras pequeñas que estaban cubiertas por pigmentos rojos, azules y amarillos. Él me explicó su trabajo. Todo empezó allí”, recuerda. Tras aquella primera incursión en el coleccionismo Sandretto empezó a adquirir obra de artistas italianos y decidió viajar a Los Ángeles. “Para el arte contemporáneo es importante leer, estudiar, viajar y mirar”, aconseja.
Asegura, también, que “nunca” ha comprado arte para decorar su casa. Cree firmemente que el arte “puede ser algo político o social, a través de su obra los artistas nos están diciendo mucho”. En este sentido su fondo, recalca, “no es un listado de nombres”. Para Sandretto una colección privada “no puede estar en un almacén, necesita un público”. Esa es la razón por la que lleva su colección a diferentes ciudades, museos e instituciones de Polonia, Quito, Londres o España. Su fundación cuenta con una labor pedagógica que le gusta resaltar pues es consciente de la dificultad que conlleva comprender el arte contemporáneo. Por ello, cree que “todos debemos tener los instrumentos para poder comprenderlo independientemente de que nos guste o no”.
Además, la Fundación Sandretto Re Rebaudengo también produce nuevas obras. “Cuando lo hacemos hablamos con el artista sobre la pieza y sobre la parte económica dialogamos con la galería pues respeto mucho la labor que ellos hacen. Producir, sin embargo, no significa comprar”, matiza. En este sentido, Sandretto comparte un proyecto con el Philadelphia Museum of Art a través del cual ayudan a “artistas que trabajan con el vídeo, la instalación o la performance, que son medios más difíciles de realizar”.
Es el caso de la obra de Ian Cheng. La primera parte de Emissaries fue encargada en 2015 y la sede principal de Turín la adquirió antes de que se completaran las tres partes de la obra. El artista ha creado un proyecto que parte de simulaciones potencialmente infinitas en las que combina el diseño de videojuegos con la Inteligencia Artificial. No se trata de proyecciones en loop sino de simulaciones que van cambiando, es una especie de “videojuego que se juega a sí mismo”, explica Hans Ulrich Obrist, comisario de la exposición.
“Pienso en estas obras como un ecosistema en el que hay personajes, animales, plantas y un emisario que intenta enviar un mensaje. La primera pieza está articulada a través de un volcán y el emisario es una chica vestida de rojo que intenta evitar la catástrofe pero la gente no entiende su mensaje porque no ha experimentado una erupción”, cuenta el artista. La segunda muestra un paisaje similar pero está ambientado mil años después. “Aquí se quiere reavivar a los seres humanos para crear una nueva humanidad. Sin embargo, los protagonistas son perros que por su propia naturaleza no pueden hacerlo”. Así, llegamos a la última parte de esta trilogía que nos sitúa millones de años después de la erupción del volcán y nos adentra en un “paisaje distópico e híbrido entre animales y un personaje principal que está enfadado, una especie de monstruo hacia el que todos se sienten atraídos”, concluye Cheng.