El festín visual de Bartolomé Bermejo
Una muestra en el Museo del Prado expone la obra de este pintor judeoconverso del siglo XV que renovó la temática religiosa
9 octubre, 2018 02:00Detalle de Arresto de santa Engracia, 1474
Aunque es poco conocido por el público Bartolomé Bermejo (1440-1501) fue uno de los pintores españoles más virtuosos del siglo XV. Para Miguel Falomir, director del Museo del Prado, donde se le dedica la primera antológica hasta el 27 de enero, se trata de una figura atractiva por "su origen judeoconverso y su carácter nómada". Con esta exposición, que reúne la práctica totalidad de su producción, queda retratada la dimensión completa de este artista que "resiste a la comparación con los maestros europeos como Jan van Eyck y Rogier van der Weyden", asegura el comisario Joan Molina.La muestra, organizada junto al Museu Nacional d'Art de Catalunya, reúne 27 de los 28 trabajos que realizó el artista del que se desconocen datos de formación y juventud. Nació en Córdoba pero su vida itinerante le llevó a vivir en Valencia, Daroca, Zaragoza y Barcelona. El color de su cabello, junto al virtuosismo en el uso de los rojos en su pintura, le valió el alias de Bermejo con el que firmó. Su itinerancia también le llevó a colaborar con otros maestros que, en muchas ocasiones, "estaban menos cualificados que él". Esto, en conjunción a su complicado temperamento, le llevó a incumplir algún contrato. No obstante, su talento hizo que diversos mercaderes se fijaran en su talento.
Tríptico de la virgen de Montserrat, 1483
En su producción se han catalogado hasta 72 especies vegetales y animales que forman "un espectáculo visual que fascina el ojo del espectador", asegura el comisario. A pesar de su "compleja personalidad trabajó para acaudalados judeoconversos y para varios mercaderes internacionales. Cristo de la piedad, por ejemplo, pudo ser ejecutado para uno de ellos con la intención de escapar de la Inquisición". De este modo podían avalar "su nueva condición y huir de los castigos" que imponía la religión de la época.
Descenso de Cristo al Limbo, 1470 y, a la derecha, Muerte y Asunción de la Virgen, 1468
Durante su estancia en Daroca le encargaron el retablo de la parroquia de Santo Domingo de Silos y en Zaragoza la policromía de las puertas del retablo mayor de la catedral de la ciudad, siendo el pintor mejor pagado entre todos. El primero de ellos lo dejó sin acabar, tan solo culminó la tabla central. "Debido a la itinerancia tuvo que buscar aliados en socios de menor calidad", incide Molina, siendo esta una de las posibles explicaciones a su abandono. Esto le valió la excomulgación, la firma de un nuevo contrato y un segundo plantón. "Bermejo se va de Zaragoza cuando la Inquisición empezaba la búsqueda de los judeoconversos que llevaban a cabo prácticas judaizantes, como su mujer Gracia de Palaciano".Es entonces cuando se marchó a Barcelona, ciudad en la que entró en contacto con Lluís Desplá, arcediano que impulsó su obra mastra: la Piedad Desplá. Se trata de una pintura en la que "renueva un tema tan tradicional en la que se ven elementos que aluden a la especulación de la salvación de Cristo", explica. Las pinturas que realizaba en solitario "son extraordinarias y le convierten en el mejor pintor del siglo XV en la Península Ibérica". Ejemplo de ello es el Tríptico de Montserrat, un trabajo encargado por un mercader extranjero en el que "despliega un alarde virtuosista".
Sin embargo, cuando culmina la Piedad Desplá se le pierde la pista y cae en el olvido hasta que en el siglo XX se vuelve a recuperar su figura gracias al interés de especialistas y coleccionistas internacionales en pintura antigua. La muestra del Prado acaba con un epílogo en el que se reúnen varias copias y falsificaciones que "ayudaron a la resurrección de Bermejo", un artista de signo realista atento a los efectos ilusionistas.
@scamarzana