Anni y Josef Albers. Fértil sincronía
Viajes por Latinoamerica
14 diciembre, 2006 01:00Anni Albers: Under Way, 1963
El Museo Reina Sofía se suma con esta coproducción (con una itinerancia que comenzará en Lima) a la revisión de la abstracción constructivista ya patente en Albers and Moholy-Nagy: From the Bauhaus to the New World (Tate Modern y Whitney) y From Kandinsky to Tatlin Constructivism in Europe (Kunstmuseum de Bonn); y cuyo último síntoma quizá haya sido la concesión del Premio Turner a la alemana Tomma Abts.
Un trasunto aparentemente secundario, como la experiencia latinoamericana de los Albers, ilumina con gran brillantez y novedad los trasvases de los principios constructivos primarios: de la mítica escuela de la Bauhaus en Alemania -en donde se inicia su docencia- al Black Mountain Collage de Carolina del Norte y los viajes de ida y vuelta; desde las formas precolombinas a la emergencia de investigaciones coetáneas en el Cono Sur, que desembocarían tanto en los minimalismos como en las deconstrucciones contemporáneas. Además, muestra con elocuencia la fértil sincronía entre este matrimonio de artistas, equilibrando definitivamente la balanza de sus respectivas contribuciones. Las "variaciones" de Josef, el profesor por antonomasia del arte moderno y autor de La interacción del color, se muestran íntimamente ligadas al proceso constructivo de la rejilla textil de Anni, en donde es materialmente imposible mezclar colores. Según el creador del extenso Homenaje al cuadrado, "todas las Variantes están construidas sobre una estructura subyacente que es como un tablero de damas. Ella suministra una relación definida de todas las partes y por lo tanto de unificación de la forma. También aporta un orden espaciotemporal que es comparable a la medida del compás en la música". Finalmente, la enseñanza de Klee a Anni sobre la "polifonía" en la combinación estructural de los tejidos sería más eficaz a la hora de germinar sus formas deconstructivas -que hoy nos resultan proféticas y plenamente contemporáneas-, cuando la artista hubo de descifrar la complejidad de los textiles andinos.
A tenor de esta exposición, la confrontación con las culturas precolombinas y populares transformó sus trayectorias. Desde 1934, y en los sucesivos viajes y estancias que compartieron hasta 1967, siempre se asombraron al descubrir las formas eternas del arte en pequeñas figuras de arcilla, tapices y fragmentos de vestimentas y adobes, que intentaron apresar mediante las fotografías y colecciones que ahora se muestran. Los sitios arqueológicos se convirtieron en fuentes nutricias. Para los Albers, Cuba, México, Perú, Chile fueron los lugares donde escapar de la exhaustiva docencia y renovar su aprendizaje de "una lección de economía en la articulación artística". Y con su habitual austeridad, defenderse de la arrogante escala que ya entonces estaba adquiriendo el arte contemporáneo.