¿Qué libro tiene entre manos?
Estoy leyendo una casi novela que narra el viaje del pianista Claudio Arrau a un villorrio del interior de Uruguay a dar un concierto. Al final descubrirá que en ese lugar nunca existió un piano y que al lado hay una laguna llena de barro llamada Estigia.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Abandono cuando el relato pasa de la verdad a la mentira o a la farsa.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con el distante, amable y bromista Vicente Pérez Rosales.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Creo que fue una novela de misterio de Raymond Chandler y un drama de familia de William Faulkner que tenía acentos bíblicos y shakesperianos.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Me gusta sobre todo leer en invierno y cerca de una chimenea que crepita.
Cuéntenos la experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Leer en mi juventud poesía española y francesa.
Recrea en Oh, maligna (Acantilado) aquellos primeros años de Neruda, cuando todavía era Neftalí Ricardo y escapó de Chile para ser cónsul de tercera en la Birmania de entonces.
Sí, recreo a ese joven poeta recién llegado al Extremo Oriente y su historia de amor desconocida con Josie Bliss. Dicen que ya le empezaba a gustar la tinta verde.
¿Se la contó años después en París el propio Neruda?
Sí, en los años sesenta. Me la contó en el piso de la Isla San Luis. La historia con Josie Bliss le dejó malherido. Acabaría llamándola la Maligna, la Furiosa. Y huyó de ella. Huyó para poder seguir viviendo.
¿Concibió el libro como homenaje a su amigo Neruda?
No, no veo el libro como un homenaje al amigo. Es, más bien, la historia del nacimiento de una gran poesía de nuestra lengua y la muerte del poeta.
Dice que Neruda fue siempre, y por encima de teorías, de consignas, de órdenes de partido, un poeta.
Era poeta siempre. Con frecuencia, el capricho tomaba en él la apariencia de la necesidad, lo superfluo se convertía en lo indispensable, en la ley de la poesía. “Qué haría con esto, o aquello que compraba”, se preguntaban muchos: “Poesía”.
Otro amor desconocido del poeta, el último, el que mantuvo con su sobrina Alicia Urrutia, está también sin contar.
Alicia Urrutia asoma en la novela al visitar en secreto a Neruda en su lecho de moribundo.
¿Es cierto que se vieron, cuando moría Neruda?
Sí. Ese encuentro con la sobrina lo arregló Homero Arce, secretario de confianza y amigo de la infancia de Neruda. Homero tenía pánico a Matilde (Matilde Urrutia, su mujer), y no quiso siquiera colaborar en la edición de las memorias. Después de todo eso Alicia se escondió con su familia y no ha querido hablar una palabra.
¿Se animará a contarnos también la última historia de amor del poeta con Alicia Urrutia?
No lo sé. Neruda me habló del tema en París con gran emoción y dolor. Me dejó impresionado. Y sobre todo cuando compró una cadena vieja de barco en el Mercado Persa de Santiago. Me hizo acordarme del poema: “El fantasma del buque de carga”
¿Qué libro le recomendaría al presidente Piñera?
Al presidente chileno le aconsejaría ahora que leyera a Séneca para aprender serenidad y poder aguantar la situación con ánimo equilibrado.
¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?
El arte contemporáneo es una aventura de la imaginación y por eso me emociona. Sentí esa emoción cuando visité en París la casa de André Breton.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De Piet Mondrian, o de la época cubista de Picasso.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta España desde que leí las primeras páginas de Azorín y de Pío Baroja.