Ariadna G. García: "Mi alma es renacentista en fondo y forma"
Ariadna G. García. Foto: Instituto Cervantes
Poeta y novelista, Ariadna G. García (Madrid, 1977) publica estos días Ciudad sumergida, su libro más personal. Aunque toda su obra parte de experiencias reales, de emociones vividas, “para trascender cuanto tienen de anécdota y universalizar el texto”, aquí todos los versos están marcados por la experiencia de la maternidad. “Sí, el detonante de Ciudad sumergida fue el mismo momento de la concepción de mis hijos. Era mi modo de dirigirme a ellos para que se sintieran amados y crecieran en el vientre de mi mujer”, dice.
Pregunta. ¿Qué supone este libro en su trayectoria?
Respuesta. Un punto de inflexión. Si en una primera etapa abordé el motivo de la identidad (Napalm, Apátrida, Helio, Línea de flotación), y en una segunda me centré en la puesta en valor de la naturaleza y de la solidaridad (La Guerra de Invierno, Las noches de Ugglebo, Inercia -novela-), ahora me salgo del ensimismamiento del yo para adentrarme en el mito, en la otredad, para asumir una empresa que nos incumbe a todos. Ser madre me ha supuesto un cambio en la mirada.
"Este libro es un espacio de creación de conciencia, de apuesta por valores como la cultura, el feminismo o la defensa de la biosfera"
P. Hay algo torrencial en estos versos. ¿Cuáles han sido los mayores desafíos que se planteó?
R. El libro nació por su parte central, Origen, caudal donde convergen el rito y la mitología. La primera decisión que tuve que afrontar fue la elección del ritmo. Seguí el magisterio de Gerardo Diego, a propósito de Berceo: un tema hondo necesita de la expresión firme y segura del alejandrino. La ultima parte, La Tierra, supuso un gran desafío. Es un canto a la unidad, a la preservación del planeta, al cuidado de la casa común que heredarán nuestros hijos, y las generaciones que los sigan. La escribí siguiendo la secuencia Fibonacci: los versos de cada estrofa son la suma de las dos estrofas precedentes: 1, 2, 3, 5, 8, etcétera. El científico de Pisa descubrió en el siglo XIII que las ramas de los árboles, entre otras manifestaciones de la naturaleza, crecen y se desarrollan siguiendo esta pauta. Pues bien, echo mano de ella porque el sujeto que enuncia se va expandiendo matemáticamente, como la naturaleza: de la propia conciencia asume la de la pareja, la de la familia, la de cada especie del mundo. La alteridad, la otredad in crescendo viene manifestada por la sucesión de Fibonacci.
P. ¿No es muy ambicioso (o ingenuo) proponer al lector que cambie el tener por el ser?
R. Sí, sin duda. Pero no por eso voy a dejar de intentarlo. El libro es un espacio de creación de conciencia, de apuesta por valores como la cultura, el feminismo o la defensa de la biosfera. No puedo eludir mi responsabilidad moral.
P. El libro rinde homenaje a sus abuelos, que desconocían “palabras como tibieza o límite”... ¿qué le legaron y qué le gustaría que heredasen de ellos sus propios hijos?
R. Me criaron mis abuelos maternos. Crecí con ellos y con sus historias sobre sus propios padres. Mis bisabuelos han sido mitos para mí, modelos éticos de superación, de tolerancia, de resistencia. En los tiempos que corren reivindicar los valores que encarnaron son fundamentales. Todos comparten una vida dedicada al arte: al teatro, a la música y al cine. Lo mejor de sus vidas llegó a la mía, y yo se lo comunicaré a mis hijos.
"Los poetas debemos ofrecer a nuestros lectores energía positiva. Podemos dar forma a una vida nueva, de amor y piedad"
P. ¿No le parece que si de algo hemos pecado es de habernos rendido ante los poderes fácticos (también literarios)?
R. Por supuesto. Dice Teun Van Dijk en Discurso y dominación que quien controla los medios, controla los discursos, y con ellos, los modelos mentales y las acciones. La literatura debe ser un bastión contra este tipo de manipulaciones y visibilizar aquellos otros temas que ocultan quienes controlan los contextos de producción de discursos, es decir: los grupos dominantes. ¿Lo hacemos? Algunos, sí.
P. “Soy la imagen que un día veréis en un espejo”: ¿en qué versos cree que sus hijos la reconocerán mejor?
R. “No quiero un cementerio de ilusiones” (Napalm), “Disfruto el sueño que he tenido el valor de imaginar” (La Guerra de Invierno).
P. El libro rezuma optimismo y fe en el futuro. ¿Es una declaración de principios?
R. Claro. Vivimos en un contexto de ausencia de valores, de crisis espiritual, de desilusión generalizada. Los poetas debemos ofrecer a nuestros lectores energía positiva. Con nuestros versos podemos dar forma a una vida nueva, de amor y piedad.
P. Es evidente que ha vencido el “pulso cósmico / contra viejos prejuicios / e ideas oxidadas”... ¿Cómo le afecta vivir en un mundo que empieza a respetar todas las formas de amar? Porque hay quien cree que desde el secreto se escribe mejor...
R. En mi caso, es venciendo ese miedo que puedo escribir para insuflar energía a otros. Nunca he estado dentro del armario. Y he luchado, con mis versos y con mi ejemplo para que los demás se sintieran tan libres como yo. Tuve la suerte de nacer en una familia respetuosa y valiente. Me crié con una seguridad de la que la mayoría de mis amigos LGTBI estaban muy alejados. Para inspirarles, para que no se sintieran solos, escribí Napalm, Helio y una novela inédita. Desde entonces no cejo en mi empeño de crear espacios de libertad con cada uno de mis libros.
"Igual va siendo hora de equilibrar la balanza y de empezar a editarnos a nosotras también, para entrar en el canon"
P. ¿De qué tradición literaria se siente heredera?
R. Dialogo con la nuestra, pero cada libro tiene varias tradiciones detrás. Ciudad sumergida, por ejemplo: la anglosajona, la nórdica, la grecolatina, el modernismo español y las leyendas medievales (el título recoge un motivo que se remonta al Caballero Zifar y antes, a Las mil y una noches). Con todo, mi alma es renacentista en fondo y forma (me gusta el ensamblaje de géneros y corrientes).
P. En los últimos tiempos han proliferado las antologías: ¿cree que las mujeres están ya bien representadas?
R. No, en absoluto. Pongo un ejemplo. La colección Letras Hispánicas de Cátedra ofrece a sus lectores un recorrido por la literatura en lengua española desde la Edad Media hasta la actualidad. Leyendo el catálogo de la poesía española del siglo pasado, compruebo que sólo aparece la obra de Gloria Fuertes. Una mujer, 57 hombres. ¿Dónde están Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel, Carmen Conde, Concha Méndez, Ángela Figuera, Francisca Aguirre, María Victoria Atencia, Clara Janés y tantas otras? Igual va siendo hora de equilibrar la balanza y de empezar a editarnos a nosotras también, para entrar en el canon.
VI
encarnamos un ser.
Existimos.
Y nuestro amor es posible
pese a las sotanas que enlodan el suelo,
pese a la publicidad que solo arroja luz
hacia un calvero del bosque,
pese al gusano de la intransigencia,
y al malecón del odio.
Este cielo de luz suave
nos conoce
y cuando ya no estemos
distinguirá en la tierra a nuestros hijos.
Somos parte de ellos,
y al revés