Vista de la exposición La caja entrópica [el museo de objetos perdidos] (MNAC)
En estos días se pueden visitar en varios museos españoles exposiciones que sacan a la luz fondos propios, más o menos desconocidos. Curiosamente, varios de ellos son museos estatales, o de cabecera autonómica, lo cual se podría explicar por la especial responsabilidad y esperable ejemplaridad de estos en el estudio y la conservación del patrimonio, aunque también por la precariedad presupuestaria que la mayoría padece. ¿Cuáles son los requisitos del éxito?
La prolongada crisis económica ha tenido efectos muy visibles en los museos españoles. En tres aspectos básicos: paralización de las adquisiciones o disminución drástica de esa partida presupuestaria, reducción del personal propio acompañada de externalización de servicios, y reducción del número de exposiciones temporales, que se mantienen ahora durante más meses. Las programaciones expositivas han sufrido transformaciones: en los museos de arte contemporáneo han irrumpido las colecciones particulares, escasean las muestras "de tesis" más ambiciosas, que implican caros préstamos internacionales, se privilegian los proyectos que vienen con el patrocinio puesto y, a esto vamos
hoy, aumentan las revisiones de los propios fondos a través de exposiciones que pretenden estudiarlos bajo nuevas perspectivas o poner en valor obras menos conocidas.
A priori, estas muestras que se nutren en su totalidad o en un elevado porcentaje de obras del museo son más baratas, pues ahorran gastos de transporte y seguros. Pero a veces son resultado de investigaciones o de restauraciones gravosas y no evitan los costes de comisariado y montaje. Aunque en un primer momento nos alarmó el obligado recurso a los fondos para activar instituciones que de otra modo quedarían estancadas por los recortes,
reconozcamos que los museos han sabido superar una etapa inicial en la que se sacaron a prisa obras del almacén para llenar las salas de exposiciones sin demasiada elaboración conceptual y han puesto esfuerzo e ingenio en la potenciación de las colecciones propias. Y que es muy positiva esta atención al patrimonio artístico en un momento en que no solo su incremento sino también su conservación, se han visto comprometidos por la falta de medios y, sobre todo, de acción de las administraciones públicas que deberían velar por él.
Vista de la obra de Latifa Echakhch en Bajo la superficie (MACBA)
En la lista de
mejores exposiciones en 2017 de El Cultural había dos magníficas muestras de este tipo, aún en cartel:
Cartografías de lo desconocido en la Biblioteca Nacional (hasta el 28 de enero) y
La caja entrópica [El museo de objetos perdidos] en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (hasta el 14 de enero). Ambas dejan ver ya
algunos los requisitos para convertir estas iniciativas en éxitos: trabajar sobre una colección lo suficientemente rica, variada y, al menos en parte, desconocida como para hacer posibles los "descubrimientos"; contar con comisarios que aporten sabiduría, como hacen en el primer caso Juan Pimentel y Sandra Sáenz-López, o una mirada original, como, en el segundo, la del artista
Francesc Torres; apelar a la curiosidad del público -lo de los "tesoros ocultos" funciona bien-; y cuidar la presentación con montajes que se desvíen de la museografía habitual.
Un efímero 'museo de museos'
Pero hay más exposiciones de fondos ahora visitables, y su repaso nos deja atisbar tipologías y tendencias. La más importante es
El poder del pasado. 150 años de arqueología en España, en el Museo Arqueológico Nacional (hasta el 1 de abril), que no solo saca brillo a la colección de este museo que ha cumplido 150 años sin muchas alharacas, sino que celebra
la creación de la red de museos arqueológicos españoles, muchos de los cuales prestan piezas clave en el desarrollo de esta disciplina científica en nuestro país, de manera que la muestra, comisariada por Gonzalo Ruiz Zapatero, catedrático de Prehistoria de la Complutense, se convierte en un efímero "museo de museos".
Algunas instituciones, como la mencionada Biblioteca Nacional, no organizan estas exposiciones esporádicamente sino que mantienen serias líneas de programación dedicadas a la divulgación de diversos aspectos de sus colecciones, aprovechando la ocasión para profundizar en el conocimiento de los mismos. Lo hace así también, con más modestia pero similar rigor, el Museo Lázaro Galdiano, que muestra ahora (hasta el 28 de enero) al completo su notable colección, "redescubierta" y restaurada, de pintura flamenca tras realizar un estudio historiográfico y técnico que ha permitido nuevas atribuciones.
Crear patrimonio público
También es práctica habitual sacar la colección a las salas de exposiciones en museos de arte contemporáneo que no cuentan con espacios estables para exhibir sus fondos, los cuales, además, por su condición de "nuevos" y por ser producto de adquisiciones no siempre bien planificadas, al albur de las inclinaciones de sucesivos directores o conservadores, no conforman un relato asentado del pasado próximo y requieren por tanto interpretación. Ocurre así en Artium, donde el análisis y la reconsideración de la colección es una de sus líneas de fuerza, y donde se puede ver (hasta el 2 de septiembre)
El arte y el sistema (del arte), una interesante y original perspectiva sobre "el significado de coleccionar y de crear patrimonio cultural público" en la que la comprensión de las obras está mediada por la documentación que se ofrece sobre "procesos, personas y entidades" vinculados a la creación actual.
Vista de Una colección redescubierta. Tablas flamencas del Museo Lázaro Galdiano
Es también el caso del CGAC, cuya actual exposición
Modelo x armar. Arte en Galicia en la colección del CGAC (hasta el 25 de febrero) adopta un enfoque similar al incidir en la provisionalidad de cualquier narración sobre las colecciones de arte reciente, que requieren, según los momentos, los medios y los temas, exégesis diversas e incluso contrapuestas. El MACBA, otro museo sin espacio fijo y/o suficiente para la colección pero con una casi permanente ventana abierta a la misma, ha optado en la muestra
Bajo la superficie (hasta el 4 de noviembre) por una aproximación argumental: a la experimentación posminimalista sobre la piel y la materia, con implicaciones formales, críticas o espirituales.
Como el MACBA, el IVAM posee una colección de considerables dimensiones, que solo puede mostrar de forma rotativa, en presentaciones de duración media-larga. Ahora son dos estas muestras, algo más convencionales pero pertinentes:
La eclosión de la abstracción. Línea y color en la colección del IVAM (hasta el 16 de septiembre) y
Las constelaciones de Julio González (hasta el 30 de diciembre).
El modelo de presentación parcial de las colecciones según temáticas es uno de los más frecuentados y de los más fáciles. Lo podemos ver en la Fundación Helga de Alvear (hasta el 27 de mayo), donde Julián Rodríguez comisaría
Todas las palabras para decir roca. Naturaleza y conflicto. En este centro de arte, sede de la colección de la galerista,
es habitual invitar a comisarios externos para "activarla", lo que es menos frecuente en otros museos, como los de arte contemporáneo antes citados, cuyas muestras han sido comisariadas por sus directores o conservadores.
Las colecciones ofrecen mucho juego para dinaminzar los museos. E incluso pueden dar sorpresas en los más grandes y más estables -recuerden la extraordinaria
Metapintura, en el Museo del Prado-, que no han de temer darle de vez en cuando una vuelta a los fondos expuestos, como hace el Museo Reina Sofía. Y, a veces, las pequeñas "revelaciones" tienen interés máximo, como
Reflejos de Egipto. La colección de cerámica fatimí del Museo de la Alhambra, en el Palacio de Carlos V (hasta el 5 de mayo), o una muestra que se inaugurará pronto en el Prado, Pintura sobre piedra, corolario de la innovadora investigación de Ana González Mozo acerca de las representaciones sobre pizarra y mármol blanco por maestros del renacimiento italiano.
Investigar, ordenar, comunicar
En otras ocasiones los museos nos ofrecen curiosidades que nos acercan a aspectos marginales de la colección, como hace
Tesoros eléctricos en el Museo Nacional de Escultura (hasta el 11 de marzo), sobre las reproducciones de orfebrería romana realizadas en el siglo XIX mediante galvanoplastia, o nos invitan a espiar sus espacios fantasmales, como en
Se va mi sombra pero yo me quedo (hasta el 13 de mayo), gran idea del Museo del Romanticismo no del todo bien resuelta técnicamente.
Concluyendo: sí, queremos exposiciones de los fondos, siempre que aporten valor. Coleccionar no es solo adquirir: es conservar, investigar, ordenar y comunicar conocimiento. Que se abran los almacenes.
@ElenaVozmediano