Nuccio Ordine: "Debemos cultivar utopías y formar herejes"
"Si no salvamos los clásicos y la escuela, los clásicos y la escuela no podrán salvarnos". Así de contundente se muestra el filósofo y profesor de Literatura italiana Nuccio Ordine (Diamante, 1958) desde el comienzo de Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal (Acantilado), un manual de literatura por el que desfilan a modo de coro griego las voces de ultratumba de escritores como Saint-Exupéry, Ariosto, Yourcenar, Borges, Boccaccio, Gracián, Montaigne, Jonson, Calvino, Flaubert, Cavafis, Montesquieu... Retazos de una cultura clásica que nos recuerda qué fuimos y qué somos, y que Ordine defiende a ultranza ante sus alumnos de la Universidad de Calabria.
Filosofo de largo alcance, en el extenso prólogo, el italiano desarrolla y actualiza los punzantes argumentos expuestos en su anterior título, La utilidad de lo inútil (2013), un ensayo contra la derrota del pensamiento frente al dinero vendido en 30 países, que supuso un auténtico éxito en Francia e Italia y que ya ha alcanzado su 17ª edición en España. De visita en nuestro país, donde ayer inauguró junto al director de orquesta y violagambista Jordi Savall un nuevo ciclo de Conversaciones en La Pedrera, Ordine charla con El Cultural sobre el utilitarismo de nuestra sociedad, la dramática mercantilización de la educación, la Europa posible pero improbable y, especialmente, sobre por qué debemos leer a los clásicos.
Pregunta.- Retoma en este libro la tesis de La utilidad de lo inútil. Pasan los años y la cultura sigue considerándose algo inútil, ¿seguimos en estado de alarma?
Respuesta.- La utilidad de lo inútil era un llamamiento a las armas para defender aquellos saberes considerados inútiles en nuestra sociedad porque no generan ningún beneficio. Y, efectivamente, este libro es un grito de alarma para defender la vida de los clásicos, y sobre todo la auténtica misión de la escuela y la universidad, que no fueron fundadas para vender diplomas ni para que los alumnos sean clientes. Hoy en día están orientadas hacia el mercado, se programan estudios con el único objetivo de conseguir una licenciatura que después pueda servir para conseguir un trabajo. De este modo se olvida la raíz etimológica de la palabra escuela, que deriva del griego antiguo skholé, que significa tiempo libre, ocio, pensar en mí mismo, en mi formación, y no en la utilidad práctica de lo que estoy estudiando.
P.- Define la escuela actual como una empresa destinada a producir beneficios, ¿hasta qué punto es la educación utilitarista?
R- La batalla contra la escuela proyectada hacia el mercado es una lucha perdida desde el primer momento, porque en la actualidad modulamos todos nuestros métodos de enseñanza en función de la demanda de trabajo del mercado. Esto es un gran error, porque a día de hoy todos los economistas están de acuerdo en que las especificidades del mercado cambian a gran velocidad y los planes de estudio pronto se quedan obsoletos. La formación exige años mientras el mercado cambia velozmente. ¿Cómo podemos afrontar estas mutaciones? Lo principal es formar jóvenes con una cultura básica general muy fuerte. Einstein decía que especializar a los jóvenes significa matar a la curiosidad, y sin ella no hay imaginación ni creatividad, claves para la ciencia y el progreso.
Clásicos para el presente
P.- Los fragmentos que selecciona demuestran que el ser humano es inmutable, que sus pasiones y errores son constantes a través de los siglos, ¿cuál es el valor y la vigencia de los clásicos? ¿Qué nos aporta esa mirada al pasado?
R- Los clásicos no hay que estudiarlos para aprobar un examen o para graduarse, se estudian porque nos ayudan a entender el mundo en el que vivimos y a nosotros mismos. Además, los ejemplos que ofrecen estos textos están extraordinariamente vinculados a nuestro presente. Por ejemplo, pienso en el precioso fragmento de Los Buddenbrook de Thomas Mann, su novela sobre una saga familiar de empresarios de Lübeck. En un aniversario de la empresa, su hermana le regala al protagonista el lema de la familia: "Hijo mío, atiende con placer tus negocios durante el día, pero emprende sólo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche". Si los altos cargos de la Volkswagen hubieran leído a Mann seguramente no hubieran fabricado un software manipulado que a la larga les ha costado millones de euros en causas penales.
Para Ordine, los clásicos son una forma de resistencia, un antídoto contra la lógica y la dictadura del utilitarismo. "Los clásicos ayudan a reflexionar desde un punto de vista crítico y a poner en duda los lugares comunes. Su tarea es despertar nuestra atención, estimular la reflexión y alimentar nuestra pasión". Y también, desmontar una de las mayores "tonterías" que perviven en nuestra sociedad: "que para entender el presente hay que estudiar el presente. No es cierto, sin pasado, no se puede entender el presente", asegura el profesor, que para ilustrar la afirmación elige otro ejemplo, en este caso político. "Hay un fragmento de Francesco Guicciardini, contemporáneo de Maquiavelo, que dice que entre el palacio y la plaza siempre hay una niebla muy espesa. El palacio es el poder y la plaza el pueblo, y Guiccardini dice que el pueblo a causa de esta niebla no sabe qué sucede en el palacio y viceversa. Aún hoy, nosotros cuando vamos a votar no sabemos qué sucede en las salas del poder y los de dentro de la sala no saben cuáles son las auténticas necesidades de la gente".
P.- Ha dicho en varias ocasiones que los políticos matan la cultura porque le tienen miedo. ¿Buscan que seamos ignorantes?
R- Es una verdad evidente en la historia que quien detenta el poder siempre ha intentado mantener a las grandes masas ignorantes porque así son más fáciles de manipular. Maquiavelo decía que los hombres se pueden distinguir entre los que saben, que tienen el poder, y los que no saben, que son esclavos de él. Por eso la escuela debería ser un lugar de resistencia, un lugar donde formar herejes, personas que sean capaces de decir no, de rebelarse a favor de los espacios comunes, capaces de leer la realidad con sus propios ojos y su pensamiento crítico. Si no existe el conocimiento es imposible que haya libertad. Todas las dictaduras son conformadas y aupadas por las personas que después son sus víctimas.
El esfuerzo del saber
P.- Pone toda la responsabilidad sobre las instituciones, pero ¿no tenemos los individuos la obligación moral de buscar la cultura?
R- No podemos ser ilusos. Si no educamos a los jóvenes ni les enseñamos a aprender, si no les hacemos entender que la cultura y la educación son el líquido amniótico de la democracia y que sin ellas seríamos bárbaros, esclavos de los que mandan, es difícil que los jóvenes por sí solos puedan llegar a estos pensamientos. La formación de los jóvenes es importante porque es el futuro de la democracia. Si seguimos creando personas que piensan sólo en su beneficio personal la perderemos lentamente. La crítica de las instituciones es una crítica a cada uno de nosotros, sí, pero las instituciones deben favorecer la excelencia. Cada vez que se reduce la financiación de las escuelas y universidades, acabamos con ella.
P.- Defiende que la cultura, en el sentido de conquista, de esfuerzo personal, sólo puede ser gratuita. Siendo así, ¿cómo pueden convivir cultura, aunque sea de masas, y consumismo?
R- Considero que la pregunta parte de una falsa pedagogía, porque soy de los que opina que es una grandísima mentira eso de que si bajamos el nivel de la dificultad los chavales vendrán con más ganas a la escuela. El saber no es un regalo, es una conquista que hay que hacer con esfuerzo personal. Wittgenstein decía "no estoy orgullosos de mis libros ni mis éxitos, estoy orgulloso del esfuerzo que he tenido que hacer para aprender, porque es este esfuerzo el que hoy me da el derecho a la palabra". Los alumnos tienen que entender que el saber no se adquiere jugando con un móvil o un ordenador, el saber es fruto de un recogimiento y un esfuerzo. Si la escuela formara jóvenes herejes capaces de decir que no a los falsos valores de la sociedad, podríamos crear jóvenes que ofrecieran resistencia al consumismo. En lugar de eso estamos creando jóvenes que serán perfectos consumidores futuros.
P.- En esta sociedad del beneficio que está minando la dignidad del hombre y deshumanizándose, ¿qué podemos hacer para revertir esta situación, para que las artes sean vistas como una alternativa de libertad y futuro?
R- Tenemos que dar testimonio cada día en nuestra propia vida, cualquier ciudadano que tenga un papel en la sociedad tiene que intentar trasladar alguno de los principales valores. Decía Giordano Bruno que lo importante no es ganar, no es llegar el primero, sino vivir en perfecta sintonía con las cosas en las cuales creemos. Y aunque yo sea un simple profesor, puedo vivir enseñando a mis alumnos todo aquello en lo que creo. Cuando escucho a aquellos que dicen que no tenemos la fuerza para ganar pienso que están muy equivocados, porque muchas veces el curso de la historia ha sido cambiado por la voluntad y la fuerza de un solo hombre. Nelson Mandela, ya encarcelado, dijo: "llegará un día en el que negros y blancos podrán ir en el mismo autobús". Muchos pensaron que era un loco, pero su sueño finalmente se convirtió en realidad.
Una Europa de la cultura
A ejemplos como éste o el del famoso joven anónimo de la plaza de Tiananmén, se remite Ordine para reclamar un humanismo que hoy en día considera perdido en Europa. "Creo que nuestra política actual, la propia sociedad, tiene la necesidad de cultivar utopías, porque si nos quedamos solos en el ávido intercambio económico nunca podremos entender exactamente cuáles son los grandes valores de la humanidad". Asimismo, el filósofo italiano defiende el ideal humanista de un continente unido. "Me gustaría ver una Europa sin barreras, sin nacionalismos, que en lugar de levantar paredes y muros y de cubrir de alambre de espino las fronteras, facilitara la circulación de las ideas y los creadores".
Porque eso es, a entender de Ordine, lo que nos enseñan los clásicos, "que Homero no fue griego, que Cervantes no fue español ni Dante italiano, sino que quien lee a Dante puede sentirse italiano, que quien lee a Cervantes o a Shakespeare puede sentirse español e inglés. Esta es la Europa que a mí me gustaría ver, no la de los bancos y las finanzas, que está destruyendo cualquier posibilidad de unidad". Y esa utopía, quizá inalcanzable, debe empezar en la escuela y la universidad. "Los profesores tenemos que ser heréticos y a través de la literatura y la ciencia, de la filosofía y el arte, debemos hacer entender cuáles son los auténticos valores de la sociedad, que la dignidad del hombre se mide por dar un sentido a nuestra vida. En una ocasión, Einstein escribió una frase bellísima en el New York Times, que recorté y pegué en mi habitación de estudiante: "sólo una vida vivida para los demás es una vida que merece ser vivida. Buena parte de la literatura, especialmente la clásica, nos da a entender eso mismo".