Maquiavelo. Epistolario privado
La importancia del florentino Nicolás Maquiavelo (1469, San Casciano in Val di Pesa-1527, Florencia) es difícil de exagerar. Sin duda alguna, es el autor que ha tenido una mayor influencia en el pensamiento y la práctica política de la Europa Moderna, manteniendo posteriormente un fuerte influjo que llega hasta nuestros días. Sus teorías sobre el poder -reales o atribuidas- se convirtieron en el paradigma de la maldad y la ausencia de escrúpulos, hasta el punto de llegar a acuñarse el adjetivo “maquiavélico”, para definir -según el Diccionario de la Real Academia Española- no sólo a quien sigue sus máximas, sino de forma genérica a quien actúa con astucia y doblez. Tempranamente condenado por la Iglesia, sus doctrinas sufrieron diversas adicciones y distorsiones, que contribuyeron a hacer de él el portavoz de la política impía y anticristiana, el autor innombrable, pese a que toda la teoría política posterior hubiera de tenerle presente de forma permanente.
Todas las obras de Nicolás Maquiavelo han sido editadas reiteradamente, tanto en el italiano original como en innumerables traducciones. No solo El Príncipe, la más conocida e importante de ellas, sino también los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, El arte de la guerra, u otras. Su correspondencia privada contaba ya con dos ediciones anteriores en español: la de Arocena, de 1979, y la más reciente de Mastrángelo (1990), además de las cartas incluidas en la “Antología” maquiaveliana editada por Miguel ángel Granada (2002). Estamos pues ante una nueva traducción y edición de dicho material, que incorpora diversas correcciones a las versiones anteriores, y consta de ochenta y cuatro cartas del pensador florentino, más algunas otras que le dirigen, en respuesta a las suyas, sus dos principales correspondientes: Francesco Vettori, que fue durante algunos años embajador de la república de Florencia en Roma, y el historiador y político Francesco Guicciardini.
Las epistolae familiares de Maquiavelo -distintas de su correspondencia pública- abarcan cronológicamente desde 1497 a 1527, año de su muerte, y recorren por tanto diversos periodos de su vida, que básicamente se divide en dos momentos: la época en que intervino en la política y tuvo encargos diplomáticos de la república florentina, y la etapa posterior a 1512, en que, con la vuelta al poder de los Medicis y apartado de la vida pública, se concentró en la redacción de sus obras, tratando en vano de lograr el favor de los restituidos señores de Florencia.
La correspondencia formaba parte del género epistolar, hoy prácticamente desaparecido, que constituía una de las partes esenciales de la Retórica. Aunque fuera de carácter íntimo, obedecía en consecuencia a una serie de reglas y era un vehículo de expresión elaborado. En el caso de Maquiavelo, resulta difícil diferenciar la privada de la pública, pues aquélla, aunque dirigida a sus amigos, hace referencia constantemente a la política y la guerra. Nicolás Maquiavelo vivió en la época convulsa de las guerras de Italia -cuyo final no llegó a ver- y su pensamiento sobre el poder y los medios necesarios para alcanzarlo y conservarlo se vio en buena medida influido por ellas y las circunstancias cambiantes a que dieron lugar.
Las cartas muestran muchas de las ideas que habría de desarrollar en sus diversas obras, y están llenas de opiniones y valoraciones sobre la situación de cada momento y los actores de la pugna desencadenada en el tablero italiano. Constituyen por ello una fuente de primera importancia, complementaria de sus obras más extensas, para conocer su pensamiento. Pero nos permiten también ver al personaje, su sentido del humor y su capacidad para gozar de la vida y el sexo, que incluía también aventuras homosexuales. Por lo demás, las cartas nos muestran un Maquiavelo que -como ya es sabido- lamenta la división y debilidad de Italia, sometida a las potencias extranjeras, y frente al poder creciente de España, propugna la alianza con Francia y la cesión a su rey del ducado de Milán.
Los análisis que hace Nicolás Maquiavelo de las diversas situaciones no son precisamente un modelo de perspicacia. Tal vez, la enorme confusión de los tiempos le impidiera dilucidar mejor las cosas. En su propia vida, apostó también al bando equivocado de la república. En cualquier caso, su propia frustración contribuyó al éxito de sus planteamientos teóricos, en los que los principios son sustituidos por el éxito y la eficacia, en un mundo cruel en el que la política reivindica su autonomía respecto a la moral.