Amando de Miguel
"Esquivias es el pueblo que Cervantes no quiso nombrar en el Quijote"
15 marzo, 2016 01:00Amando de Miguel.
El escritor y sociólogo Amando de Miguel publica Don Quijote en la España de la reina Letizia
Pregunta.- ¿Por qué ha traído a don Quijote a nuestro presente?
Respuesta.- La idea fue de la editorial. Hay precedentes: Mark Twain escribió Un yanqui en la corte del rey Arturo; Montesquieu, Cartas persas; y José Cadalso, sus Cartas marruecas. Este viejo género utiliza el pretexto de una persona que llega de otro mundo para criticar lo que está pasando. En mi novela, don Quijote contempla con arrobo lo que sucede en la España del siglo XXI.
P.- ¿Qué le sorprende de nuestro tiempo al hidalgo manchego?
R.- No entiende por qué todo el mundo corre, por qué hablamos tan deprisa, por qué estamos obsesionados con los teléfonos móviles, que él llama "espejuelos"; se sorprende del triunfo de la ropa de color negro, una moda que instauró Felipe II, y otras cosas que hoy nosotros vemos normales, como el ruido del tráfico y la costumbre de comer y beber a todas horas en todas partes, cuando en el siglo XVII era algo que se hacía en la intimidad.
P.- Pero no solo critica nuestras costumbres, también se mete en berenjenales como los nacionalismos periféricos, la crisis del PP y del PSOE o el ascenso de Podemos; temas que ya trató usted en El cambio que viene.
R.- Sí, critica algunas cosas de nuestro sistema democrático, y otros asuntos como la posible entrada de Turquía en la Unión Europea, cuando en su época eran nuestros enemigos, mientras que la Rusia de los zares era amiga de España y hoy no forma parte de Europa.
P.- También incluye un glosario al final del libro en el que se mezclan palabras del castellano antiguo con el español actual (y a menudo erróneo) que usamos hoy. Eso también es marca de la casa, como pudimos leer en Hablando mal y pronto.
R.- Sí, me parecía interesante incluir este glosario porque uno de los atractivos del libro es la mezcla del lenguaje culto del siglo XVII con el lenguaje culto de hoy, el lenguaje vulgar y la retórica resbaladiza de nuestros políticos actuales.
P.- ¿Por qué aparece la reina Letizia en el título? ¿Es el signo más representativo de la España actual?
R.- La reina Letizia no sale, igual que en el Quijote original no sale en ningún momento Dulcinea, aunque se habla todo el tiempo de ella. Usé el nombre de la reina en el libro porque me parece un personaje que ejemplifica muy bien la España de hoy. De todas formas el título es surrealista, como el de Cervantes. Aunque se llamase El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, don Quijote no era ingenioso, sino que lo era Sancho. El título lo puso para ridiculizar a Lope de Vega, que era el dios de aquella época, el Fénix de los Ingenios. También escribió un prólogo satírico imitando los prólogos literarios y barrocos que Lope escribía en sus libros.
P.- También aparece el circo de las tertulias televisivas. ¿Cómo ve usted, que conoce bien ese mundo, este nuevo perfil de contertulio gritón y soberbio que triunfa ahora y que las tertulias políticas han copiado de las rosas?
R.- Los veo desde la distancia, como mi don Quijote. Parece que están todos locos, no van a debatir, sino a lucirse.
P.- Además del criticismo, este Quijote tiene, como el original, un acusado sentido de la justicia y lo vuelca en la defensa de los inmigrantes sin papeles.
R.- Sí, para este Quijote los sin papeles son los galeotes de hoy.
P.- También se especula en la novela cuál es el pueblo manchego que Cervantes no quiso nombrar. ¿Cuál es su teoría?
R.- Yo creo que es Esquivias, puesto que allí lo escribió. La familia de su mujer era de allí, eran muy cultos y tenían una buena biblioteca, la única a la que habría tenido acceso. Cervantes dijo alguna vez que lo había escrito en la cárcel, pero esto debe de ser una broma sobre sus varias estancias entre rejas. En las cárceles de la época es imposible que hubiera recado de escribir ni mesas ni bibliotecas que consultar poder escribir un libro como el Quijote.
P.- En 2014 anunció públicamente en un reportaje de Crónica (El Mundo) que se encontraba usted prácticamente en la indigencia en una casa de dos millones de euros con la nevera vacía y sin dinero para calefacción ni agua caliente. ¿Cuál es su situación económica hoy?
R.- Sigo en la misma situación, por eso escribo tanto, igual que Cervantes. Todo el mundo sabe que cuando se firma un contrato de edición el autor cobra solo el 10% de lo que la editorial dice que se ha vendido. Vivo sobre todo de mi modesta pensión y de algunas colaboraciones en varios medios.
P.- También anunció entonces que vendía su biblioteca por 225.000 euros. ¿Sigue en venta?
R.- Sí, pero nadie la quiere comprar.
P.- ¿Cuántos volúmenes tiene?
R.- Unos 20.000. Llevo toda la vida acumulando libros.
P.- También le afectará la ley que impide a los autores jubilados cobrar su pensión y a la vez recibir dinero en concepto de derechos de autor. ¿Qué opina de esta medida, que parece que el gobierno está dispuesto a reconsiderar tras las presiones del sector?
R.- Esa ley es un disparate desde todos los puntos de vista. Parece mentira que la haya dictado el ministro de Hacienda, que fue alumno mío.
P.- ¿Cuándo?
R.- Le di clases de sociología en la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid. Y fue un buen alumno. Recuerdo que fue precisamente a final de aquel curso, en 1970, cuando me metieron en la cárcel.
P.- ¿Por qué le encarcelaron?
R.- Por escribir. Fue por decir en un libro "guerra civil" en vez de "cruzada de liberación", que era el término que el régimen empleaba. Pero yo sospecho que aquello fue un pretexto, lo que les molestó en realidad fue el Informe de la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada) que hice en 1966 sobre la situación social de España. Era un libro de mil páginas y pasó la censura, pero luego me llamaron del mismísimo consejo de ministros diciéndome que tenía que quitar un capítulo entero titulado "Vida política". Como ya estaba impreso, el gobierno tuvo que comprar el capítulo de todos los ejemplares y arrancaron esas páginas. Nada más publicarse, recibí una carta de la Biblioteca del Congreso de EE.UU. preguntándome por las páginas arrancadas, ya que en el libro final se veía el salto en la numeración, y les envié uno de los pocos ejemplares originales que tenía.
@FDQuijano